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“La Favorita”: sector de guerra entre ganchos

“Esto está terrible, a uno le da miedo salir a la calle, tras de que está bien peligroso y huele bien feo por aquí. Uno no sabe lo que pueda pasar”.

Por:

Realizado por Tatiana Salamanca

Esto está terrible, a uno le da miedo salir a la calle, tras de que está bien peligroso y huele bien feo por aquí. Uno no sabe lo que pueda pasar”.

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Era 11 de octubre, el barrio estaba tranquilo, de repente se escucharon estallidos y gritos. Mosco, uno de los más importantes ganchos de la extinta olla de “El Bronx (también llamada La L)” se estaba tomando un edificio del sector, edificio importante por lo que albergaba: drogas, armas y dinero. Mosco, junto con un ejército de personas armadas ingresaron al lugar vestidos de la Sijin y tomaron lo que quisieron, al salir se inició una batalla campal entre la Policía y la banda criminal.

A la mañana siguiente todo el mundo hablaba acerca de lo sucedido, el miedo se sentía en el ambiente. Esto parecía ser sacado de una película de acción de Hollywood, pero no, fue un hecho real en donde cientos de inocentes se encontraron en medio del fuego cruzado y, actualmente, siguen en la mitad de una guerra donde la única solución, aparentemente, es abandonar sus viviendas y lugares de trabajo o permanecer y esperar a ver qué pasa

Desde hace 3 meses en el barrio La Favorita se están presentando fuertes enfrentamientos entre los reconocidos ganchos de las extintas ollas “El Bronx” y “El Samber” para tomar el poder y control sobre la nueva olla que se toma Bogotá “La Favorita”.

“La Favorita” es uno de los barrios más antiguos de Bogotá. Hace muchos años era un sector donde residían importantes empresarios y políticos, en ese entonces era un barrio prestigioso y muy exclusivo por su estratégica ubicación. Actualmente se encuentra aledaño a la estación de Transmilenio de la Calle 19 con Caracas, salida norte, hasta la Calle 13 con Caracas, sobre la estación de Transmilenio de La Sabana.

El 24 de diciembre de 2014 decidí pasar la navidad junto a algunos familiares y amigos en uno de los barrios catalogados por la sociedad como “vulnerable” y “peligroso”. En varias ocasiones había visitado este lugar puesto que tengo un gran amigo de la infancia que tiene su casa allí, motivo por el cual no decide trasladarse a un “mejor barrio”. Las visitas eran esporádicas y solo las había hecho de día. Debo decir que durante mi paso por el lugar jamás presencié un robo, un asesinato o algo por el estilo, nada más grave que ver personas consumiendo sustancias alucinógenas, realmente se percibía tranquilidad, y con esto me refiero a que no se sentía mayor preocupación.

Llegué al barrio La Favorita alrededor de las 9:30 de la noche, desde que me bajé del Transmilenio hasta tocar el timbre de la casa en donde celebraría navidad, me sentía extraña y muy nerviosa; sin embargo, mi hermano me decía que no había de qué preocuparse porque era el barrio más seguro de Bogotá “aquí la gente les paga a los duros para su protección. En este barrio nadie puede entrar a robar porque si lo hacen y lo cogen, le cortan las manos. Así que relájese que no pasará nada”. Mi cara de sorprendida no era para más, Andrés, mi amigo de la infancia, confirmó lo que mi hermano había dicho y añadió que una que otra vez se había enterado de lo que les hacían a las personas que entraban al barrio a robar. Pero en general, era un barrio bueno para vivir “barato, buena ubicación y relajado” concluyó Andrés.

Me tranquilicé, faltaba poco para la media noche, estábamos diagonal a la casa, había mucha gente y niños corriendo por todo lado. Jovencitas con poca ropa y con bebés en coches tenían cigarrillos o porros en la mano y entre ellas se rotaban un frasco lleno de dick (Cloruro de Metileno), al otro lado estaban los ecuatorianos haciendo asado y repartiendo carne y bebida a todo el mundo, el cielo estaba inundado de juegos pirotécnicos, el ambiente lo acompañaba unas lujosas camionetas, todas con excéntricos sistemas de sonido. Debo decir que quedé muy sorprendida, el lugar daba la impresión de sentir seguridad y tranquilidad y aunque se veían personas, entre ellas, muchos niños y jovencitos consumiendo, y habitantes de calle en una esquina durmiendo, pude confirmar que en el barrio viven personas con mucho poder y estabilidad económica, ya que se veían pasar camionetas lujosas, gente muy bien vestida saliendo y entrando de los edificios, repartiendo plata, licor, carne, buenos deseos y abrazos.

Después de esa noche no volví a aquel lugar por mucho tiempo, pero hace más de un mes, escuché a Andrés y a mi hermano hablar sobre lo peligroso que se había convertido su querido y tranquilo barrio. Las personas no podían salir a la calle a fumarse un porro como siempre lo habían hecho porque la policía inmediatamente los abordaba, las requisas, que nunca se llevaban a cabo, empezaron a realizarse de manera frecuente, a tal punto que era mejor no salir de la casa y poco a poco se empezaron a ver en las esquinas cuerpos sin vida de personas conocidas.

Todo esto comenzó desde cuando el Alcalde Mayor de Bogotá, Enrique Peñalosa, realizó la intervención hace más de un año en las dos ollas más grandes de expendio de drogas en Bogotá: “El Bronx”, ubicado entre las calles novena y décima y la carrera quince con quince, en la localidad de Los Mártires; y “El Samber” en el barrio San Bernardo, ubicado entre las calles primera y sexta y la carrera décima y la Avenida Caracas. Dicha intervención dejó como saldo cientos de habitantes de calle y personas drogodependientes sin un lugar en dónde poder adquirir su dosis, por lo cual migraron a diferentes zonas donde era posible adquirirla hasta que La Favorita empezó a atraer su atención.

La Favorita siempre ha sido un pequeño lugar de expendio de drogas, los consumidores compraban y se iban, mientras que en las dos grandes ollas las personas podían internarse e incluso quedarse a vivir allí.  Después de su cierre, La Favorita se convirtió en un lugar donde era seguro comprar vicio, ocasionando la atención de la policía por la cantidad de gente que empezó a frecuentar el sector. Por lo anterior, escuadrones oficiales de la policía empezaron a ingresar de manera ilegal a diferentes casas, edificios y negocios para hacer allanamientos, acciones que llevaron a la incautación de drogas, dinero, armas y varias personas arrestadas. Este actuar de la policía llevó a la furia de “los administradores” de la olla, los cuales empezaron a buscar la forma de acercamiento y lograr acuerdos con la policía.

“El barrio está calentao hace ya mucho tiempo”, dice Andrés, “ahora está lleno de habitantes de calle y de toda clase de personas que quieren comprar vicio, toda esa gente eran los que parchaban en La L y El Samber. La policía está que jode resto, uno no puede estar caminando con los parceros porque ya lo van cogiendo a uno pa’ la requisa”. Y es que es de conocimiento de la opinión pública los inconvenientes que se han venido presentando una vez se realizó la intervención y las múltiples quejas de la ciudadanía al no ver una solución concreta respecto a la reubicación de los habitantes de calle.

Hace más de un mes, aproximadamente, las cosas empezaron a empeorar en el barrio pues se escuchaba el rumor de que se iban a tomar La Favorita. En la segunda semana de octubre, entrada la noche, todo mundo ya estaba resguardado en su casa, había toque de queda en el sector, se escuchaban disparos a diestra y siniestra. A la mañana siguiente los habitantes continuaban su vida normal sin que alguna autoridad hiciera algo al respecto. Durante los siguientes días la situación se fue intensificando a tal punto que sucedió lo que muchos sabían que iba a pasar.

Con Amanda nos conocemos hace varios años, siempre ha vivido en la casa que compró con mucho esfuerzo, y fue ella quien confirmó que la situación estaba aún peor de lo que se escuchaba por los rumores“Esto está terrible, a uno le da miedo salir a la calle, tras de que está bien peligroso y huele bien feo por aquí, uno no sabe lo que pueda pasar, hace unos días se metió un montón de gente vestida de Sijín y sacaron muchas cosas, cuando salieron, la Policía ya estaba en el barrio, empezaron a dar bala, hubo varios heridos de parte y parte. Ese enfrentamiento duró mucho”.

“Todo el mundo sabe que los que se metieron al edificio fueron los del Mosco”, expresa Amanda, y aunque los habitantes del sector conocen a los criminales que se quieren apoderar de la pequeña olla, no se atreven a denunciar y mucho menos a solicitar protección por parte de las autoridades. “Uno no puede ponerse a hablar porque si se dan cuenta que uno es el sapo, usted sabe”, se levanta y camina hacia la venta, apoya sus manos sobre su rostro y continua: “esta madrugada se metieron a otro edificio. A Sandra ya se lo habían advertido que si no se iba pues… Ahora está hospitalizada en cuidados intensivos en el Hospital San Juan de Dios.

Amanda muestra en su cara la preocupación y el desespero de no saber qué puede pasar con ella y los integrantes de su familia, “me quiero ir, ya puse en arriendo este piso y pienso irme con todos”. Ella vive en un segundo piso con más de 7 personas, de estas, 4 hacen parte de los “jaladores”, “taquilleros”, “vendedores” de la olla de La Favorita. En el 4 piso de la casa se encuentra ubicado uno de los expendios de droga de la olla, situación por la cual la vida de Amanda y de sus familiares peligra, ya que no saben en qué momento se le entrarán al edificio. Ella es consciente del riesgo que corre con su familia, quisiera salir corriendo ahora mismo, pero no tiene otro lado a dónde ir.

Hace algún tiempo, antes de que sucediera el primer enfrentamiento, los “administradores” de la olla de La Favorita empezaron a realizar acercamientos con la policía, “empezaron a bajarles pollo asado, gaseosa y más cosas, a tal punto que todo el mundo sabe que los compraron”, cuenta Amanda. Felipe*, otro de los taquilleros, añade, “No todos los tombos están sobornados, solo algunos, cuando uno sabe que son los comprados es breve la vuelta, uno la vende y no pasa nada, pero cuando no lo son, la gente cambia de esquina y al rato cuando se van se sigue vendiendo”. Y es que para los habitantes del sector no es un secreto el motivo por el que “los administradores” de la olla tuvieron que comprar a los policías “Los tombos le dan a la olla seguridad si se llega a meter gente a darnos problemas y también para dejarnos vender la droga, usted sabe pa’, que se hagan ciegos, sordos y mudos”, finaliza Felipe.

Me asomé a la ventana, en la esquina había una fila con muchas personas esperando comprar una bicha (bazuco) o marihuana, pepas, papeles, entre otras sustancias. La fila era extremadamente larga, la gente se impacientaba, en ocasiones se escuchan gritos y algunos encontrones en la fila, pero llegaba una o dos personas y arreglaban el asunto. La venta duró de 10 a 15 minutos, al rato pasa una patrulla, las personas se dispersan rápidamente, los policías hablan con un habitante de calle, se bajan de la patrulla y se quedan en la esquina custodiándola por media hora; mientras permanecen allí, nadie vende, después de que se van, las personas corren a hacer la fila rápidamente, sacan un canguro y empieza de nuevo la venta. Me doy la vuelta y le pregunto a Oscar* si puedo tomar una foto, a lo que me responde “no, no, eso es pa’ problemas, mejor no que eso es un visaje”, en ocasiones él trabaja como taquillero o gancho, así que comprendo el porqué no quiere que las personas se enteren acerca de esta situación, no solo porque su vida puede correr peligro, sino porque se quedaría sin trabajo. Finalmente, logré tomar unas fotografías a escondidas.

Mientras que Amanda nos sirve un tinto yo me asomo a la ventana y observo el panorama, recuerdo lo limpio y tranquilo que era este barrio, ahora se siente tensión en el ambiente, las calles son sucias y llenas de basura y excrementos, tumulto de personas consumiendo drogas y revendiendo cosas. Muchos negocios están cerrados y otros sobreviven, se observa uno que otro campanero, las filas de venta duran unos minutos, se dispersan y corren para otra esquina a la vez que transitan algunos policías que siguen derecho como si no pasara nada.

La gran cantidad de dinero del soborno que “los administradores” de la olla de La Favorita pagan a la Policía no da tranquilidad a los residentes del sector, la guerra que se viene dando por tomar el control y poder tiene asustados a la mayoría y esto ha conllevado a que todo el mundo esté armado, y soy testigo de ello. Nadie sabe cómo terminará este enfrentamiento, pero sin duda, tanto el Distrito como las autoridades competentes hacen algo al respecto para preservar la vida de inocentes.

Amanda finaliza nuestra conversación, “tengo miedo, no sabemos qué vamos a hacer, que tal que un día de estos se nos metan al edificio nos encañonen y nosotros ahí sin poder hacer nada. Esperar a ver qué pasa con esta situación. Esperar, no queda de otra”.

*Los nombres de las personas fueron cambiados por su seguridad.

| Nota del editor *

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