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La pesadilla para un bachiller: El servicio militar

Vía 

Realizado por Andrés Méndez

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Entre respiros y agitaciones de corazón, no muy lejos del presente que está transcurriendo en este mismo momento, Jóse Luis Peña encarnó uno de los periplos que seguramente ninguna persona que está llegando a la culminación de su bachillerato, quisiera tener ni como la peor pesadilla.

Tras llevar una vida normal de la transición tanto biológica como psicológica de niño a joven, Jóse, previó al otorgamiento de su diploma para ser visto como un bachiller ante los ojos de la sociedad, tenía que pasar por uno de los tantos momentos que los estudiantes de bachillerato odian, a sus 16 años de edad y ya a puertas de graduarse, como todos los jóvenes de Colombia, tuvo que hacer acto de presencia y todo lo que este acarrea, ante el glorioso Ejército Nacional, aunque desde su relato lo “glorioso” pasa a tela de juicio.

Sin haber cumplido la mayoría de edad, el colegio donde estudiaba, para cumplir con una obligación ya casi automática de todas las instituciones educativas, reunió a todos los hombres del grado once para llevarlos ante el Ejército Nacional y así abrir esa carpeta que la mayoría de varones de Colombia posee, ese archivo desconocido por varios, cumpliendo éste con una función primordial, abrir un proceso de identificación y seguimiento a cada uno de los colombianos, y por ende a Jóse; sin embargo, a perspectiva de muchos, se denota no un seguimiento si no una persecución, una absolutista mirada de que nadie escape de las garras, a veces tácitas y otras no, que de cierta manera el Ejército tiene y trata de disimular.

Ya con el diploma en su mano este recién bachiller proveniente de Florida Blanca, Santander, apaciguado porque a su edad el Ejército no podía, literalmente, ponerle un dedo encima, decidió dar rienda suelta a uno de esos sueños que todos tienen al momento de levantarse de la cama o meditar en la ducha, estudiar para ser productor de TV, la academia Barajas era en la que residía y materializaba este sueño, sueño que acompañó a Jóse durante dos semestres y le enseñó varias cosas. “El tiempo es la medida existente entre dos instantes” decía Aristóteles.

Incesante, cada vez más, como un río con una fuerte corriente el tiempo acercaba a José al inicio de su pesadilla que lo acompañaría durante un buen periodo. En temporada decembrina de 2009, recorriendo las calles del centro de la ciudad de Bogotá, acompañado por ese olor y los ruidos característicos del lugar, se encontraba Jóse con su familia, caminando al ritmo acelerado que permite el abundante flujo de gente por los angostos andenes del centro de Bogotá, todo transcurría normalmente cuando fue interceptado, un hombre con voz autoritaria, de rostro que mostraba seriedad y mal genio, de vestimenta militar, ya apropiado de su papel y de un discurso que cualquiera hubiera notado que ha sido en extremo repetido, le solicitó su documento de identidad que como ya tenía 18 años era su cédula, cédula que fue retenida por el militar y que corría el peligro de desaparecer.

Tras varias horas de espera y de que José recibiese la compañía forzada de otros que no aparentaban diferenciar mucha edad a la que él tenía, su cédula no retornaba a sus manos y las de los demás tampoco, entre murmullos y preguntas, entre preocupaciones y afanes, de un momento a otro el incómodo sitio donde los mantenían inmovilizados pasó a ser un camión, camión que acompañaba la mentirosa promesa de que todos los documentos retenidos por aquel hombre serían devueltos una vez se llegase al Distrito Militar N° 3 ubicado en Kennedy; envueltos por una falsa convicción, pocos se afanaron de la sospechosa situación.

Jóse no quiso afanar a su familia por lo que les prometió un encuentro cercano, por su cabeza atravesaba la idea de que, de una vez por todas, solucionaría su situación militar, aplazada ya desde tiempo atrás. El segundero completaba cada vez más horas, transcurría el tiempo sin ninguna razón, solo la danza incesante de los militares de un sitio a otro era la que acompañaba esa noche, de un momento a otro, miradas perplejas suscitaron a las 8 pm, gracias al arribo de otro camión, pincelazos de incertidumbre al futuro de todos estos jóvenes, la escasez de certeza a cualquiera lo llevaría hacía la locura.

15 jóvenes, entre ellos Jóse, eran los que partían rumbo a Tolemaida, sin ninguna razón, todos fueron convencidos de que al día siguiente en la central ubicada en este municipio de Cundinamarca sería todo solucionado y explicado, pues a la hora de su arribo, lo único que se oía era el ruido de los insectos nocturnos y el brillo de las estrellas que alumbraban el cielo. Inquieto, Jóse apenas pudo conciliar el sueño sin dejar al lado las preguntas que surgen bajo esa situación y atormentan la cabeza, además, de un amargo sabor de injusticia que empezaba a fastidiar en su paladar.

De los 15 acompañantes, cinco fueron retirados de las filas, unos por sus familias y otros por las discapacidades que impiden prestar el servicio militar, sin embargo Jóse no corrió con esa suerte, faltando tan solo 20 días para el juramento a la bandera fue expropiado de su cabellera y de sus ropas de civil, reemplazadas por un corte militar, un camuflado y unas botas que igualaban al negro de la situación que en ese momento le acontecía, ante semejante situación la comunicación con su familia fue crucial quienes, moviendo todos sus contactos, contrataron un abogado para que regulara la situación de Jóse, la aparición del conocedor de leyes lo tranquilizó, pero ignoraba que lo que venía iba a ser peor.

Sin sus firmas y huellas el Ejército Nacional legalizó, y por legalizar él se refiere a que firmaron papeles por él y colocaron huellas dactilares de otra persona en todos los papeles para que Jóse ya hiciera formalmente parte de sus filas y posteriormente fuera trasladado al Amazonas, zona roja del conflicto armado colombiano. Él se dio cuenta de toda la falsificación que rodeaba su incorporación, debido a que tuvo acceso a los archivos gracias a sus capacidades lectoras y de escritura. Manteniendo una estrecha comunicación con su abogado, Jóse le contaba toda la corrupción que contenía su caso a lo que le respondía que su proceso avanzaba y que consecuentemente la presión por parte del Ejército iba a aumentar.

El jurar bandera es un evento en el cual los bachilleres militares renuncian a su vida civil momentánea o permanentemente, y adoptan el estilo de vida militar, aquel que incumpla el juramento entra en proceso penal por deserción, delito que lleva a la expropiación de la libertad. Jóse, aun estando en Tolemaida fue presionado de varias maneras por el Ejército, tanto que esta presión lo llevo a sentir por primera vez en su vida el acero filoso y frío de un cuchillo militar, “Dragoneantes encargados de cuidarme, el día del juramento de bandera procedieron a amenazarme para que yo firmara los papeles a lo cual yo me abstuve” relata Jóse, este suceso, aunque traumático, no paso a mayores.

Todos los bachilleres estaban con sus familias mientras que Jóse se encontraba aislado pensando en qué sucedería tan pronto se acabara el juramento de bandera, además de preguntarse cómo iba su abogado en el caso, pues el tiempo premiaba y su permanencia allí lo hacía sentir que estaba en peligro cada vez más. Tras 20 días como militar, el abogado de Jóse al ver que las órdenes de peticiones eran ignoradas por el Ejército durante la permanencia de él en la Central Militar, se procedió a interponer una tutela y empezar una acción política que buscaba la tan anhelada libertad de su defendido, toda la guerra de papeles en la que se vio inmiscuido el destino de Jóse terminó positivamente, en su momento, él fue liberado del yugo militar, devuelto a su vida civil y por tanto el encuentro con su familia fue organizado ese día, lleno de emoción llegó a la ciudad de Bogotá en donde se reencontró con su familia y su vida civil volvió a tomar rumbo; el desgaste sufrido por toda la situación que vivió, lo llevó a declararse como persona ausente ante el Ejército Nacional, es decir, su abogado tomaría su papel como representante ante el ejército y sería el encargado de solucionar su situación militar, parecía que el periplo había llegado a su fin, pero no era así.

Tras haberse fortalecido ideológicamente sobre la objeción de conciencia y todas las leyes que cobijan a lo jóvenes ante el servicio militar y el Ejército Nacional y conocer personas y organizaciones internacionales, el nuevo Jóse se enfrentaría reiteradamente contra su antiquísimo enemigo. Tras la guerra de papeles que duro desde Diciembre del 2009 hasta Octubre del 2010 y que se suponía había solucionado la situación de Jóse, en diciembre del 2010 nuevamente fue interceptado y sin mayor preámbulo llevado al Amazonas colombiano. Una orden de captura impuesta a él por supuesta deserción lo llevó a la selva. Convencido de que el acto que los militares hacían era ilegal, comenzó a movilizar todos los contactos que tenía, tanto nacionales como internacionales, entre ellos la COC; la COC (Colectivo por la Objeción de Conciencia) contrató a un abogado en el Amazonas para que acompañara a Jóse en su proceso, que parecía no tener fin. Esta vez con su cabellera intacta, con su ropa de civil y una convicción y conocimiento fortalecidos, aunque contenido en la central del amazonas, nunca cedió ante los militares y su sistema.

Al parecer la información consolidada entre su abogado y los militares en Bogotá no había llegado al Amazonas y por eso se reportaba como desertor, título insultante tras todo el periplo que tuvo que pasar Jóse en Tolemaida, en tan solo dos días las personas que lo acompañaban desde los inicios de su caso, movilizaron sus recursos para que la jueza del Amazonas, quien lo había solicitado a indagatoria, lo dejase partir nuevamente hacía su vida normal, el proceso esta vez fue más largo, 60 días José vivió en el Amazonas, en este lapso de tiempo, fue llamado a rendir indagatoria ante la jueza, la cual evidenció la injusticia que se estaba cometiendo contra el joven que había perdido dos navidades y años nuevos en compañía de su familia. Las falsas firmas, huellas y testimonios “aceleraron” el proceso, esto entre comillas porque 60 días no son un periodo corto. Tras esos dos meses la situación militar de Jóse iba y venía como el mar, acompañado de Organizaciones Internacionales y hasta del Alto comisionado de la ONU en Colombia, el Ejército se vio forzado a dejarlo ir.

En esos 60 días José, aunque iracundo por verse nuevamente atrapado por las garras del Ejército y de ver como una persona que no ha cometido ningún crimen es buscado como el peor asesino del país, decidió, para distraer su cabeza, dedicarse a labores sociales, como voluntario en un ancianato conoció los maravillosos paisajes silvestres de Perú y Brasil, lo único que perturbaba su vista eran los militares que los custodiaban, casi similar a la Reina de Inglaterra y su guardia real, además de sus labores sociales, dio pleno campo a su vena artística por lo que en el calor infernal del Amazonas creó varias obras de arte que, aunque alivianaban un poco la carga, son el vivido recuerdo de lo que pasó en esa época de su vida. Liberado por segunda vez del yugo militar y sin correr el gasto de nada, él retorno al territorio capitalino en dónde siguió su vida cotidiana decidiendo contar su historia para que personas que pasen por una situación similar entiendan que “por ignorancia y temor se permiten este tipo de cosas y esto no debe ser así”.

| Nota del editor *

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