Las lágrimas no cesan. En muchos casos la impunidad sigue presente. Muchas familias esperan todavía una respuesta por los llamados falsos positivos. Y si bien, se registra un alto número de militares detenidos con penas que oscilan entre 37 y 52 años, las mamás -en especial- y las familias en general, mantienen la tristeza que inspira la ausencia definitiva de sus hijos, hermanos, sobrinos… Pero, en paralelo, la impotencia ante la insuficiencia de los esfuerzos.
En este Espacio de Opinión, tres madres víctimas:
Beatríz Méndez Piñeros, quien perdió a un hijo y un sobrino, en 2014. Dos chicos que murieron en las goteras de Bogotá, en un supuesto enfrentamiento con soldados, en hechos que jamás se confirmaron.
Zoraida Isabel Muñoz Badillo, es la mamá de un joven que tras prestar servicio, soñaba con seguir la carrera militar. En ese trámite, su hijo fue engañado como miles más, e igual fue asesinado.
Gloria Astrid Martínez, también perdió a su único hijo, quien le contó lleno de esperanza que conseguiría un trabajo con ingreso suficiente para que ella dejara de trabajar. Pero no fue así. Murió camino a una ilusión.
Todos los años pasados han sido insuficientes. La historia tantas veces repetida queda perdida entre anaqueles. No ha sido suficiente la acción del Colectivo de Abogados, ni de la Comisión Colombiana de Juristas, de la unidad de Derechos Humanos de la Fiscalía, según la narración de las madres víctimas. Por el contrario, ellas comparten la impotencia que produce el traslado de los jueces, la inasistencia de los victimarios, la prolongación interminable de unos hechos que poco a poco quedan en el olvido en medio de las lágrimas de las víctimas sobrevivientes.
Mujeres sencillas que esperan una respuesta, una disculpa, una indemnización, una palabra de consuelo. Y no, como lo afirman ellas mismas, la revictimización constante.
El audio del programa, a continuación: