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Rappi: pedal, sudor y plata

William Herrera sube una pendiente o loma, como se le llama popularmente a una calle parada, para llegar a su casa en el barrio Granjas de San Pablo, ubicado en el sur de Bogotá. Es tan parada está calle que ningún carro puede subir por ahí, solo motos de alto cilindraje que se arriesgan y las personas que se desplazan a pie para llegar a sus hogares, recorrido que hace todas las noches casi a las 12:30 de la madrugada, o las 11:00 pm si el trabajo está malo. William es un “Rappitendero” y siempre sube con su bicicleta y su morral de Rappi.

Por Julián David Grandas 

Tiene 26 años y desde hace algo más de un mes trabaja con la plataforma digital de domicilios Rappi.  Cursó un tecnólogo de Entrenamiento físico en el SENA con el cual no ha conseguido un empleo estable. Por eso tomó la decisión de poner a trabajar esa bicicleta que tenía arrumbada en su casa y darle un uso productivo. Pero de unos días para acá dice que el trabajo se bajado mucho, esto debido a que muchas personas están interesadas en trabajar con esta aplicación.

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Esta empresa nació en el 2015 en Bogotá, los fundadores son tres jóvenes emprendedores que tuvieron una idea de negocio algo parecida a la de Globo en España. La revista Dinero la más importante en temas de negocios afirma que: “Rappi luego de consolidarse en las principales ciudades colombianas ha logrado internacionalizarse con su inicio de operaciones en varios países de la región. En el ecosistema del emprendimiento, son consideradas como ‘unicornio‘ aquellas nacientes compañías que logran el valor de los US$1.000 millones durante su proceso de levantamiento de capital”.

Son las 9 de la mañana y William ya está despierto, se alista para desayunar. Luz, su mamá, le preparó algo de afán pues también debe estar pendiente de su nieta Tatiana, una bebé de 2 años. Tatiana es hija de Marcela hermana de William. Ella trabaja en un almacén de ropa. Mientras tanto William acaba de desayunar y se está un rato en la casa. Juega con su sobrina, antes de salir a pedalear y pedalear. A eso de las 10 AM toma su cicla y se va.

Al ver que la situación laboral está algo apretada, William decidió irse a trabajar con Rappi por recomendaciones de un amigo, pues el dueño de la casa no da espera para pagar los servicios y el arriendo. “Es fácil, pagan bien y usted es su propio jefe y puede salir a la hora que se le dé la gana a trabajar”, esas fueron las palabras que le dijo su amigo. Lo que olvidó decirle es que no pagan ni salud, ni pensión, tampoco hay vacaciones, ni primas de fin de año. Quizás por eso es que Rappi se ha ido valorando fuertemente en las bolsas de valores internacionales.

William toma la Caracas hacia el norte y emprende su día de trabajo hasta llegara Chapinero. Ya en el sector su celular empieza recibir mensajes de texto deseándole un buen día de trabajo. Los mensajes nunca faltan, los pedidos a veces sí. Después de estar rodando un rato por chapinero la pantalla de su teléfono se ilumina y entra su primer pedido: “este pedido es perfecto para ti”, dice la aplicación. Un domicilio de una pizza que debe recoger a unas cuadras y debe llevar a casi tres kilómetros. Para eso tiene 20 minutos o el cronómetro de la aplicación se pondrá en rojo. Entrega su pedido a tiempo. Esta vez no hay propina. “Muchas veces me cuadro algo extra con las propinas que me dan. A veces me dicen quédese con las vueltas”.

Según William trabajar con Rappi es como un “videojuego”: se debe ir ascendiendo niveles para ganar más. Son tres niveles en total. En el primero solo se hacen pedidos que se paguen con tarjeta de crédito, un porcentaje de ese dinero será la ganancia del trabajador al cual se le consigna cada 10 días. Después de haber hecho 15 pedidos exitosamente, se entra en el segundo nivel, el cual te da la posibilidad de entregar pedidos que sean pagados en efectivo por los clientes, ese dinero se lo quedan los rappitenderos y es descontado de su cuenta bancaria. Por último, en el tercer nivel se deben comprar los productos para las personas en las tiendas que estén afiliadas a la aplicación. Estos productos varían desde comida, ropa, medicamentos y demás. Estos se deben entregar en la puerta del cliente.

Se acercan las dos de la tarde y William almuerza en la calle algo que le empacó su mamá.  

La polémica:

Una protesta de trabajadores de Rappi se desarrolló en las oficinas de Chapinero el 19 de octubre: reclamaban que les habían bajado la tarifa de entrega $700 pesos. Las motos y las bicicletas se unieron para hacer el reclamo, todos decidieron desconectarse de la aplicación hasta que se les arreglara la tarifa. Ese día William estaba por esos lados cuando vio pasar la protesta, le dijeron que se uniera pero él no quiso ya que asegura que le va bien. “Los primeros días me ganaba por ahí $15.000 pesos diarios, ya después fui cogiendo experiencia y en mi primer pago a los 20 días me hice $500.000”. Estas ganancias fueron a punta de sudor y sacrificio pues trabajó más de 14 horas diarias. Pero como la empresa dice: “ustedes son sus propios jefes”. Así que a pedalear y pedalear.

Muchas personas han criticado este modelo de negocio, uno de ellos es Santiago Villa, columnista de El Espectador, quien asegura en una de sus columnas que: “Un negocio como Rappi sólo puede prosperar en un país con serias fracturas laborales y económicas, como en Colombia -o incluso en España, donde se inventó esta idea-. Por supuesto que los creadores del negocio no son responsables de dichas fracturas, ni lo son probablemente la mayoría de sus usuarios -aunque quizás sí unos pocos-, pero hay que ver de qué manera se benefician. Ya no tienen que ir al supermercado ni invertir su valioso tiempo en tareas cotidianas. Alguien cuyo tiempo vale menos, muchísimo menos, lo hará por ellos”.

William no quiere trabajar siempre en esto, dice que para eso estudió, y que es un trabajo para desvararse de plata, la cual parece desaparecer al mismo tiempo que la recibe. Su celular vuelve a iluminarse, señal de que es hora de trabajar. A pedalear y pedalear. Recoger una hamburguesa en la séptima con 45 y llevarla hasta la 63 con Caracas. Un recorrido largo, esta vez tampoco hay propina. Cada vez se aleja más de casa hasta llegar a la 85, lugar conocido por sus bares y restaurantes. Algo grato para los tenderos de Rappi.

Se calcula que la empresa tiene aproximadamente 11.000 rappitenderos, de los cuales algunos pueden llegar a ganarse hasta dos millones de pesos mensuales, dicen sus representantes.  El día de trabajo estuvo bueno, $60.000 pesos son una buena recompensa para él.

Son casi las 10:30 de la noche y William está cansado, es hora de regresar a casa para descansar. Pero él nunca se regresa por la misma ruta sobre la Avenida Caracas ya que es muy peligrosa por los lados del centro. Entonces prefiere hacer un gran desvío hasta la 30 y meterse entre calles, “es mucho más seguro y ya me conozco el camino”, así que a pedalear y pedalear para llegar a dormir.

Cuando llega a las calles de su barrio se tiene que bajar de la bicicleta: se encuentra de frente con esa loma parada. Está cansado, fue un largo día de trabajo, tiene que cargarla en la mano, así que empieza a subir a pie. La subida es dura, más con la cicla y ese morral enorme color naranja. Hace el esfuerzo y sube. Sube y sube. Sube tanto como las acciones de Rappi en Wall Street en New York.

| Nota del editor *

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