Según el Centro Nacional de Memoria Historica CNMH, 1789 casos de reclutamiento forzado, por parte de grupos armados ilegales, fueron atendidos entre 1958 y 2015.
Alejandra, una mujer que se aproxima a los cuarenta años, fue una de ellas, una mujer que nació en el Cauca dentro de un grupo subersivo y que a sus dieciseis años salió de las filas de uno de estos grupos.
¿A qué guerrilla pertenecía? Eso no es tan relevante, como si lo es el tema del reclutamiento forzado infantil, así lo expresa ella, quien a su vez afirma que ‘el tema es manipulado por los medios de comunicación que solo buscan el morbo, el amarillismo’.
Alejandra salió a los dieciséis años de lo que denomina ‘la selva’ y la trasladaron a Bogotá, donde no le creían que ella sabía leer y escribir. ‘Yo aprendí a leer y escribir leyendo al Ché, a Lenin, aprendiéndome los estatutos internos, porque eso lo debíamos saber’.
‘A nosotros también nos da miedo el qué dirán’, explica que su objetivo es borrar los imaginarios que hay sobre quienes estuvieron en la guerra. Admite que ellos también tienen imaginarios del rechazo que reciben al llegar a la ciudad. ‘Y aunque no lo crean yo tuve una infancia feliz, podía nadar en el río y crecí junto con los animales’.
Ahora, Alejandra trabaja, tiene un hijo y explica que su meta es que él esté lejos de la guerra pero sin ocultarle la realidad del país. Con emoción cuenta que la primera vez que salió a un centro comercial se compró su primer helado, desde ahí ‘creo que todos deberíamos tener el derecho a probar un helado’.