Desesperadas, gritaron ella y su prima para anunciarle a sus familiares que el cielo raso de su habitación les había caído encima. No podían abrir la puerta.

Todo se movía, todo estaba fuera de control…


Las niñas de trece años gritaban cada vez con más intensidad, y uno de sus tíos no vio otra salida que romper la puerta para sacarlas de allí, corrieron hacia la salida, y aunque lograron llegar a la calle, se encontraron con la catástrofe de sus vecinos, pues sus casas se desplomaron como resultado del movimiento telúrico. Su casa fue de las pocas en la cuadra que quedó en pie.

“Eso fue muy fuerte para mí, era la primera vez que vivía algo tan terrible. La verdad, nos marcó mucho”.

Ana Zamudio pudo ver el dolor de la pérdida. Un vecino suyo, que era miembro del cuerpo de bomberos del municipio, fue uno de los primeros en fallecer tras el desplome de la edificación, igual suerte corrieron sus compañeros.

Ese 25 de enero, la pequeña Ana y su familia pasaron la noche en la calle. Para esta ocasión no hubo quién les auxiliara o los recatara, pues las sedes de las autoridades competentes de Armenia estaban bajo los escombros. Hasta al día siguiente, llegaron los helicópteros de rescate.

Ana hoy tiene 33 años, y ahora que puede recordar la situación desde otra perspectiva, acepta que la ayuda que se le brindó a los sobrevivientes fue enorme, pues a los que no sufrieron muchos daños, el Estado les entregó entre 4 y 8 millones de pesos, y a los que lo perdieron todo, se les dio un subsidio monetario y una casa.

“Todas las ayudas fueron efectivas” admite, pero aún así, reconoce que después del terremoto, todo se volvió un caos.

Hay algo que me genera un poco de dolor, y es que el Gobierno departamental como tal, se enfocó en arreglar las edificaciones de la ciudad, pero se le olvidó tratar el Tejido Social. Hoy, después de 20 años, vemos cómo, por falta de oportunidades, la mayor parte de la juventud está inmersa en la droga y el suicidio”.

Afirma que desde la catástrofe natural, la ciudad se encuentra inmersa en una crisis económica exorbitante por los altos niveles de corrupción, “somos uno de los departamentos con más desempleo en el país, no debieron haberse preocupado tanto por lo material, sino por arreglar los conflictos sociales que quedaron después del sismo”.

La crisis aumentó días después. Según su testimonio, personas inescrupulosas llegaron de otras ciudades y se hicieron pasar por damnificados, con el objetivo de reclamar una vivienda de las que estaba otorgando el Gobierno, otras, saqueaban los supermercados, se llevaban los electrodomésticos y todo lo que fuera de valor.

Recuerda que los niveles de seguridad aumentaron, o por lo menos en su barrio, donde todas las noches sus vecinos, en brigada, se ponían al cuidado de la cuadra. Se ubicaban en las esquinas con palos y machetes, para evitar que los vándalos les robaran lo que aún les quedaba.

¿Por qué se deterioró el tejido social en la departamento luego del terremoto?

Cuenta Ana que una vez pasó el terremoto, algunas edificaciones se cayeron y muchos quindianos se quedaron sin hogar, entonces se formaron campamentos en algunos espacios públicos, como canchas de fútbol o la plaza del pueblo. En difíciles condiciones y poco dignas, vivieron allí durante casi cinco años.

Ella cree, que aquellas condiciones comenzaron a deteriorar el tejido social, y responsabiliza al Gobierno municipal el hecho de no haber prestado atención en esos albergues temporales, pues a partir de ello, muchas familias vieron un sustento económico en el microtráfico de estupefacientes, una oportunidad de negocio, que, aunque ilegal, les ayudó a cubrir sus necesidades.

“No se hizo nada, creo que la mayor parte de la juventud se dañó viviendo en esas circunstancias, y empeoró, cuando no encontraron oportunidades laborales, ni educativas”.

Aún, después de 20 años, cada que hay un movimiento sísmico, siempre recuerda ese momento. “Esta tierra, a pesar de todos esos sucesos, es una tierra pujante, perseverante, y de alguna manera, Armenia es un milagro. El haber sobrevivido me ayudó a ver lo que hoy en día es la ciudad y eso lo agradezco. Sí, falta mucho trabajo, y la corrupción nos tiene un poco deteriorados, pero de alguna manera, es un orgullo para mí decir que soy sobreviviente”.

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