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Un pedagogo que le apuesta a la revolución (Parte final)

Hugo Martínez y su colectivo tienen como propósito “construir un mundo al tamaño de nuestros sueños”.

Por Daniela Ovies

Según Hugo uno de los más grandes problemas de los colombianos es que no tienen identidad. Los de clase alta se creen de Estados Unidos, los de clase media se creen Argentina y los de clase baja desearían ser de México. Para los indígenas “el guache en las comunidades muiscas fueron guerreros guardianes protectores del territorio y la guaricha es la princesa muisca, la llamaban la virgen, era el bastión”. Después de un tiempo, Hugo se quedó solo pues el centro de pensamiento no tenía las manos suficientes.

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En ese momento le hablan unos compañeros de la Universidad Pedagógica “Peda” sobre una mina en Potosí, hicieron un acompañamiento a la comunidad cansada de la mina que no la beneficiaba en nada. El tope fue cuando una de las volquetas atropelló a una señora y dos niñas que quedaron huérfanas.

La Escuela de Educación Popular Guaches y Guarichas en este momento maneja dos sedes, una en el barrio El Amparo en la localidad de Kennedy y otra en el barrio Alamos en la localidad de Engativá. La sistematización de este proyecto es la tesis del pregrado de Hugo. Él respira y recuerda su indignación: “Yo me debía haber graduado el año pasado”, pero le dijeron que debía llevar mínimo dos años en la investigación y lo hace porque siente que es necesario que los estudiantes sepan que ya hay pilotos de los proyectos de educación popular.

Hugo ahora le apuesta a la educación popular porque, según él, es un diálogo de saberes y la educación comunitaria reproduce el sistema. Solo educando se va llegar a la revolución, “nuestra intención es que la gente encuentre la forma de ver el mundo por medio de la educación, pero se dé cuenta que la educación es el camino para el cambio social”. Mientras hablamos, estamos en el parque “donde se reúne el parche”, salen los niños del colegio a recibir la clase de educación física, deja de mirarme y los observa a ellos mientras me habla. Esa acción solo afirma que su esperanza está en el futuro, es decir la juventud y vitalidad de dichos menores.

El colectivo tiene tres direccionamientos: educación popular, educación ancestral y educación ambiental. El término de educación es porque los integrantes están convencidos que no sirve de nada saber algo si no hay acción, la acción es necesaria o si no, no sirve de nada. Es por eso que los talleres y las reuniones de cada 8 días están acompañados con la idea de compartir saberes y con el accionar, movilizarse, hacerse notar en el territorio.

La escuela de Kennedy y Engativá han tenido varios procesos e inconvenientes ideológicos entre los organizadores del colectivo. Dice que eso de incluir a todos en el papel se ve muy bonito, pero que el hecho de no tener una ideología política en un futuro tiene consecuencias.

El proceso no se perdió porque Hugo trabaja como docente en La Unidad Educativa el Futuro del Mañana, allí tuvo la oportunidad de pedir que los chicos hagan el servicio social con el colectivo, varios han llevado sus familias, vecinos, amigos, pero lo más valioso para Hugo es que algunos muchachos se gradúan y continúan en el proceso. Actualmente varios son educadores populares y el grupo focal los capacita con la idea de desjerarquizar los saberes. En este momento hay 11 educadores y alrededor de 35 estudiantes.

Quiere enseñar cómo es la lógica, eso les instruye a sus estudiantes, “porque con ellos no van a tener compasión allá, el sistema por sí mismo tiene grietas” habla de entrar al sistema y desde adentro afectarlo.

Frunce el ceño cuando recuerda el término “sea objetivo”, dice que no puede serlo porque antes de ser profesor lo atravesaron una serie de situaciones y de vivencias, las cuales lo llevan a reflexionar acerca de su inspiración y motor de vida. Retrocede unos años, recuerda de nuevo el barrio La Vega “tenía que ver cómo mis compañeros iban cogiendo el costal y la bicha”, en su rostro refleja el dolor al contar que su mejor amigo y la familia manejaban la “olla” del barrio y que después de unos años volvió a preguntarlo y le dijeron que lo habían matado.

“Darte cuenta que vuelves al barrio y siguen en las mismas, es muy duro”. La historia de Hugo ha estado marcada por su infancia, sin embargo, su motivo para luchar ha sido mostrarle a la comunidad el contexto en el que está envuelto “lo que hacemos es subversivo al organizar y empoderar a la gente, pero nadie lo nota”. Se ve la esperanza que quiere sembrar en los demás, el cariño y la alegría que emana cuando cuenta que varios de sus estudiantes le dicen que quieren estudiar Ciencias Sociales.

Hugo pretende que su vida valga la pena y varios testimonios se lo reafirman, es curioso ver que no le tiene miedo a la muerte, pero es consciente que primero debe sembrar la semilla de la duda “no voy a perder mi vida en 2 minutos sin haber hecho nada, si va a pasar que sea cuando haya sembrado la semilla”.

| Nota del editor *

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