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San Gil, donde los accidentes pasan y nadie se entera

“Es que así pasan las cosas en este país y mucho más, en los pueblitos pequeños donde las autoridades son más corruptas que los mismos políticos”. Comentó Alejandra Ortiz, quien dos años atrás había sido víctima de un grave accidente que por poco le arrebata la vida.

Por: Saray Puentes Gutiérrez

Durante la charla, Alejandra admite no recordar mucho sobre aquellos días de su fatídico paseo a San Gil en Santander pues, como consecuencia del traumatismo severo su memoria se vió seriamente afectada. Sin embargo, quien sí recuerda los instantes de angustia es su esposo Alirio, ya que, desde que recibió esa llamada el 22 de enero del 2019, supo que las vidas de ambos cambiarían para siempre.

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Una semana antes del accidente; Alejandra, su hermano Santiago, el abuelo Juan y la señora Azucena estaban planeando ir a Santander para pasar vacaciones en familia, ya que todos necesitaban un merecido descanso de sus obligaciones. No obstante, el único que se opuso al viaje fue Alirio, ya que consideraba que era mejor dejar el paseo para después, aunque, de todas formas, la mujer no escuchó las advertencias y terminó yendo apresuradamente.

“Yo estaba en el aviario que tengo en la casa dándole de comer a mis pajaritos, cuando mi cuñado me llama diciendo que atropellaron a Alejandra y que estaba muy mal en el hospital. En ese momento recordé el mal presentimiento que tuve cuando me contó del viaje y mis insistencias para que ella no fuera”, dice Alirio con la mirada perdida reconociendo que hablar del tema le genera sentimientos encontrados.

El hombre quedó en shock luego de recibir la noticia, y con gran preocupación salió corriendo a avisarle a su madre que tendría que viajar de urgencia al municipio de San Gil ya que, su prometida Alejandra se debatía entre la vida y la muerte en un hospital deplorable y de mal servicio. Alirio, alistó en una pequeña maleta camisetas limpias, pantalones cómodos, algunos implementos de aseo personal y el poco dinero que tenía en su billetera. Antes de dejar la casa, su madre le dio la bendición y con los ojos aguados le aseguró a su hijo que rezaría por la vida de Alejandra.

Alirio trabajaba en un local de servicio técnico de aparatos electrónicos en el barrio Galán. Así que, tan pronto salió, lo primero que hizo fue dirigirse hacia allá, pues debía avisarle a su jefe que se ausentaría por varios días.

  • ¿Sabe que me dijo el desgraciado?
  • ¿Qué cosa?
  • Que, si me iba, era mejor que no volviera porque a él no le servía que los empleados se le fueran sin permiso y con excusas baratas

Con rabia, Alirio cuenta que en ese momento estaba en el estricto periodo de prueba de tres meses antes de conseguir el contrato definitivo y que, por lo tanto, no podía pedir permiso ya que perdería su trabajo. Aun así, la preocupación era más grande y conteniendo la ira, se retiró del sitio y se preparó para la larga travesía que le esperaba apenas pusiera un pie en la Terminal de Transportes del Salitre…

Apenas llegó, compró un tiquete para el último bus de la tarde y así, fue como Alirio emprendió un largo camino de 7 horas, no sin antes rezarle a Dios y avisarle a su familia para que nadie se angustiara. Eran aproximadamente las 7:30 de la noche cuando la flota finalmente se detuvo en San Gil, con prisa pidió un expreso en moto (lo cual significaba un enorme sacrificio para él pues no le gustaban esos aparatos) que lo llevara a un hotel decente y luego al hospital del pueblo, sin embargo, era muy tarde para la hora de visitas, así que prefirió quedarse en la habitación y llamar a su cuñado Santiago para que le contara qué había pasado con Alejandra.

En una breve conversación, Santiago le comentó los detalles del accidente además de decirle con quién estaba Alejandra en ese preciso momento. Al día siguiente, Alirio fue al centro de salud esperando recibir apoyo o un mínimo de consuelo, pero desafortunadamente solo encontró rechazo, pues la señora Azucena (madre de Alejandra) y don Juan no querían que Alirio se enterase de lo que estaba sucediendo. Cabe mencionar que, el hombre se enteró cuatro días después del siniestro gracias a Santiago quien fue el único que se ocupó de decirle.

A pesar del malentendido con los familiares de su prometida, Alirio pudo ver a Alejandra quien estaba recostada en una pequeña e incómoda camilla y con varios pinchazos por los cuales se le canalizaba el suero y la medicina, al verla tan débil fue inevitable sentir miedo, ya que él no se imaginaba la vida sin ella. Para el joven, fue escalofriante ver a su casi esposa sin memoria, con el cuerpo entumecido y sin habla pues no podía emitir palabra alguna, salvo algunos sonidos o quejidos ininteligibles que nadie podía entender. Alirio, se quedó en blanco por un instante, y dejándose llevar por el llanto y la impotencia se recostó sobre la camilla preguntándole al Señor ¿Por qué? ¿Por qué ella? mientras el nudo en la garganta se hacía más fuerte y le impedía calmarse.

Durante la charla, Alejandra admite que lo último que recuerda momentos antes del accidente es que ella y su abuelo salieron a dar una vuelta entre San Gil y el Socorro e iban caminando por la berma al lado derecho de la carretera, cuando de repente, escucharon una moto que venía rapidísimo. Posteriormente, su próxima memoria es de ella mirando el techo de una clínica, estando completamente entubada y sin ganas de vivir por el gran dolor que sentía en su cabeza.

Mientras Alirio estuvo en el hospital, trató de preguntarle desesperadamente a los médicos y las enfermeras por el estado de salud de Alejandra, con la esperanza de hallar respuestas contundentes al accidente y pronóstico de la mujer. Pero, a pesar de sus esfuerzos, nadie le dió soluciones concretas pues aparentemente, la joven estaba bien de salud y podría ser dada de alta en las próximas horas. Por lo tanto, a las tres de la tarde, Alejandra había sido dada de alta por los incompetentes médicos del hospital de San Gil, quienes en ningún momento le realizaron exámenes especializados a la paciente para determinar qué afectaciones había en el cráneo, el cerebro y las partes comprometidas por el traumatismo.

Según la historia clínica, era completamente absurdo darle de alta a una paciente en tal riesgo, teniendo en cuenta que Alejandra llegó al Hospital con un trauma craneoencefálico y múltiples fracturas en los huesos de los pómulos, el mentón, y la parte frontal del cráneo, también tenía roto el tabique de la nariz y lo más preocupante, un coágulo de dos centímetros que se había formado bajo el hueso parietal aumentando la posibilidad de un derrame cerebral. A raíz de esto, no habían pasado más de 48 horas, cuando Alejandra empezó a tener una serie de fuertes convulsiones que, de no haber sido por la rápida reacción de sus familiares, le hubieran provocado la muerte.

Cuando regresaron al hospital, varios de los encargados se excusaban diciendo que allí no tenían los aparatos adecuados para realizar exámenes más especializados y tanto fue el descaro, que seguían insistiendo en que Alejandra estaba perfecta de salud.

Alirio, recuerda esos días como los peores de su vida, puesto que no podía dormir, ni comer, ni vivir tranquilo hasta no encontrar respuestas, pues ninguno tenía claridad sobre los hechos de ese día y misteriosamente, don Juan no había dicho nada al respecto. Pero, para su suerte, Alirio encontró un periódico con un paupérrimo e inconcluso informe que revelaba unos pocos detalles sobre la noticia que conmocionó al pueblo por pocas horas. En ella se narraba que a la altura del kilómetro 7, un policía (no se especificó el nombre ni el cargo) en moto había atropellado a una joven en medio de la carretera (el accidente había sido al lado de la berma, pero no en medio de la carretera como lo hizo ver la noticia) que conecta el Socorro con San Gil.

Esos datos, le brindaron a Alirio una luz en el camino para continuar investigando qué pasó. En este orden de ideas, el hombre pidió otro expreso en moto que lo llevara al lugar exacto que anunciaba la noticia. Afortunadamente justo allí se encontraba una finca que contaba con una cámara de seguridad que posiblemente grabó cómo fue el accidente. Con una calma que no sentía, el joven se apresuró a buscar a los dueños de la casa cuando repentinamente, un perro lo mordió en la parte trasera del muslo debajo de la entrepierna. En medio de la confusión, el susto y el terrible dolor, Alirio salió corriendo en dirección a la entrada de la casa, pidiendo ayuda a gritos a los campesinos que estaban en el lugar.

La puerta de la casa se abrió y una señora seria pero preocupada, salió preguntándole a Alirio si necesitaba algo, el hombre, brevemente le contó el motivo por el cuál necesitaba las grabaciones (la situación de Alejandra) y también le preguntó a la dueña si el perro que lo había mordido tenía alguna enfermedad (a lo cual respondió que no). La señora Enriqueta, le entregó el DVR con las grabaciones de la fecha del accidente, sin embargo, Alirio no descubriría qué fue lo que realmente pasó hasta llegar a Bogotá con una copia de las cintas.

Había transcurrido una semana desde que Alirio llegó a San Gil, y su rutina se resumía a despertar temprano antes de que fuera el horario de visitas. Generalmente, se dirigía a buscar testigos y seguir indagando en las historias clínicas, después, iba al hospital a visitar a Alejandra, darle la comida, ayudarle en lo que necesitara (lo cual era una labor difícil considerando las dificultades con el habla), conversar con los familiares de la joven y, por último, por las noches antes de dormir, intentaba recuperar el material del DVR que le dio la señora de la finca, pues, el viejo aparato no funcionaba correctamente y era casi que imposible extraer el material que contenía sin exponerse al riesgo de perderlo definitivamente.

Debido a esto, Alirio esperó hasta llegar a Bogotá para finalmente descubrir que mostraban las grabaciones. Cuando arribó a la ciudad, se sentía solo, triste, decepcionado, con rabia e insomnio, También, se hallaba sin trabajo y sin dinero porque el viaje lo dejó sin sustento y sin ahorro. No obstante, lo más importante era que Alejandra seguía con vida, a las puertas de una larga recuperación. Durante los siguientes días en la capital, Alejandra fue internada en el hospital de San Juan de Dios, en el cual recibía sus terapias y gracias al seguro, podían realizarle más y mejores exámenes que determinaran con certeza qué daños tendría la joven y qué terapias serían las más adecuadas.

El 8 de marzo, Alirio por fin recuperó las grabaciones, en las cuales se podía observar un fatídico accidente, en el que una moto de policía que venía con exceso de velocidad pierde el control al salir de la curva, de esta manera, la moto pasa a la berma de seguridad y alcanza a Alejandra quien es arrollada y arrastrada por al menos seis metros. El hombre quedó atónito, e inmediatamente comprendió todo, aunque el accidente sólo era la punta del iceberg, porque minutos después a pesar de que no se ve con claridad si se evidencia que el policía de la moto se levanta malherido y no revisa el estado de la joven, sino que al contrario, se acerca al abuelo de Alejandra y le dice algunas palabras (esto con el objetivo de evitar que la familia tomará represalias legales). Por tal razón, don Juan nunca quiso hablar del accidente, pues sabía que Alirio era una persona de hechos y que al enterarse de una situación de tal magnitud tomaría las medidas necesarias para que la injusticia no quedara impune.

A medida que Alejandra seguía con su recuperación, sus consultas médicas y las terapias, mientras que Alirio y el abogado Olarte (a quien habían contratado para una asesoría y quien después llevaría el caso al juzgado) seguían buscando pruebas. Asimismo, durante la investigación también encontraron una serie de inconsistencias legales en los informes del croquis policial, ya que, en este, se revela que la escena había sido manipulada, pues narra que el policía no venía con exceso de velocidad y que Alejandra supuestamente se había atravesado en la carretera lo cual, era completamente falso.

Alejandra menciona que lo anterior, solo puede mostrarnos la cantidad de corrupción que existe en estas instituciones, pues es abrumador ver que, el organismo que debería cuidarnos, lo único que hace es mentir e inventarse cosas por dinero o para favorecer a alguien.

En consecuencia, a inicios de 2020 y posterior a su recuperación, Alejandra y el doctor Olarte interpusieron una demanda por tentativa de homicidio ante la Fiscalía General de la Nación, en la que en primer lugar se citó a las concesiones (las cuales fueron un fracaso) y luego el juez se dispuso a dictar las medidas de aseguramiento correspondientes para ambos, en contra de la institución, así mismo, el oficial de tránsito fue sancionado con la pérdida de sus ascensos (pues se encontraba en cursos para escalar en el cargo), y también fue despedido de la institución.

Sin embargo, esta es una victoria parcial, pues actualmente siguen en el proceso judicial que no ha sido fácil para ninguno, ya que ambos esperaban más sobre la justicia colombiana, pues como lo dijo en un principio “Es que así pasan las cosas en este país y mucho más en los pueblitos pequeños donde las autoridades son más corruptas que los mismos políticos”. Haciendo referencia a la corrupción que carcome al país y sus instituciones siendo consciente de que este flagelo solo se esparce si uno lo permite de esa forma, como lo fue el caso de don Juan quien prefirió el dinero, a salvar la vida de su nieta.

Para Alejandra, las secuelas del accidente serán imborrables tanto para su cuerpo como para su mente, debido a que, ha perdido el sentido del gusto y el olfato, y por otra parte, ha tenido que someterse a varias cirugías para corregir las fracturas faciales.

Hoy en día, Alirio y Alejandra están felizmente casados, esperando la sentencia final del juez, por ahora, solo les queda seguir firmes en el proceso a pesar del desgaste físico y emocional que les trae recordar tan angustiosos instantes de incertidumbre.

| Nota del editor *

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