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The french dispatch: Otro deleite visual de Anderson que se supera a sí mismo

Por: Daniel Rojas Chía

Es inquietante cuando tenemos en frente algo que promete calidad y disfrute, esa idea que hace que la expectativa esté en un punto muy alto y, de cierta manera, se crea temor en consecuencia al poder disfrutar de ello. Este es el caso de la última película de Wes Anderson The french dispatch que no deja nada para después sino la estética del reconocido director de cine norteamericano llevado a un punto todavía más alto, tanto como en su narrativa como en su imagen.

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Cada vez que se tiene la oportunidad de ver alguna de sus películas se encuentra con diferentes cosas ya definidas en su manera de hacer y ver el cine: la perfecta simetría de cada plano, la atención descomunal a los detalles y la grata sorpresa de ver actores y actrices de muy alta calidad así sea por minutos, pero que de igual manera resplandecen en la pantalla lo suficiente y al estilo de Anderson.

La cinta nos cuenta la historia de un grupo de periodistas y colaboradores de la revista The french dispatch, una publicación estadounidense donde su oficina de redacción se encuentra en una ciudad francesa ficticia del siglo XX. La cinta inicia con una secuencia homenaje al cine francés de Jacques Tati, con un plano fijo que muestra magistralmente a un mesero deambular por toda una edificación, sólo siendo visible a través de las diferentes ventanas.

El editor de la revista Arthur Howitzer Jr. (Bill Murray) en la que trabajan, entre otros, Herbsaint Sazerac (Owen Wilson), J. K. L. Berensen (Tilda Swinton), Roebuck Wright (Jeffrey Wright) y Lucinda Krementz (Frances McDormand), trata temas relacionados con el mundo de la política, las artes y también las historias de interés humano que tengan un impacto en el lector. 

Las historias en las que trabajan este grupo de periodistas incluye, entre otras, la de Moses Rosenthaler, personaje construido por un gran Benicio Del Toro, él es un artista sentenciado a pena de muerte, o la de un secuestro que involucra a un chef o las revueltas estudiantiles en las que participa el joven Zeffirelli (Timothée Chalamet).

Sorprende constantemente qué va salir en el plano a continuación, como si fuera una sorpresa visual todo este maravilloso rompecabezas que Anderson y su gran director de fotografía Robert Yeoman nos enseñan durante una hora y cuarenta ocho minutos. Allí existe una calidad visual impresionante acompañada del ya definido estilo cinematográfico.

Este multiestelar electo también cuenta con Adrien Brody, una maravillosa e impecable Léa Seydoux, Jeffrey Wright, Mathieu Amalric, Christoph Waltz, Edward Norton, Jason Schwartzman, Liev Schreiber, Elisabeth Moss, Willem Dafoe, Saoirse Ronan, Cécile de France, Jason Schwartzman, Henry Winkler y Bob Balaban.

El director nos conecta por medio de las diferentes secciones de la revista e invita a revivir cada una de manera mágica, jugando constantemente con la imagen que en ocasiones parece plana, como si fuera una imagen en 2d simulando las páginas de la revista y como si se estuviera transitando en ella. Es importante señalar que Wes Anderson es un amante del teatro y en todas sus películas se percibe ese aroma, en especial esta.

La puesta en escena de cada situación hace querer quedarse unos instantes más para descubrir nuevos detalles que ofrece el plano, pero de inmediato se encuentra con el otro de la misma mejor manera que el anterior. 

Las historias, más allá de ser parte de la construcción hacia la revista o como diferentes medios, la han definido; “la película es una carta de amor al periodismo” que desarrolla diferentes aspectos en sus personajes dentro de sus recuerdos y percepciones encontradas desde la misma capacidad del ser humano, ya sea desde el arte y, en ocasiones, una industrializada construcción de belleza, el odio, el arrepentimiento, los ideales, la muerte y en esos escasos pero brillantes momentos de lucidez en la existencia.

Una de las muchas cosas para destacar son las construcciones de atmósferas también reconocibles y tan familiares en el cine de este director, pero tan potentes en esa línea que cruza constantemente entre una realidad aparente y los sueños, haciendo que sus personajes transiten por sus pensamientos de manera constante y haga del espectador una especie de conciencia para poder llevar toda su atención a la siguiente secuencia.

The french dispatch es sin duda una maravilla del cine contemporáneo y gran película de su director que suma otro brillante título al lado de: Los excéntricos Tenenbaum, Vida acuática, Viaje a Darjeeling, El fantástico señor Fox, Moonrise Kingdom entre otras.

Es una oportunidad para disfrutar y dejarse fascinar por las imágenes tan elaboradas que propone el director norteamericano para que los sentidos hagan lo demás. Personalmente hace varios meses esperaba ver esta película y no decepciona para nada, así por pasajes parezca pretenciosa y demasiado artística logra salir adelante en todos sus aspectos consolidando aún más su estética.      

| Nota del editor *

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