
Cuando se habla de Habitante de Calle es común asociar esta figura con acciones como la drogadicción, el robo, la delincuencia y otras cuantas palabras con connotaciones negativas, no obstante entender este fenómeno va más allá de encasillar a los ciudadanos que viven en las calles dentro de lo bueno o lo malo.
Quiénes habitaron la demolida L de Bogotá, encontraron fácil robar autopartes no solo por la cercanía a la calle 10a y Caracas sino porque en inmediaciones a esta zona, el comercio de autopartes ha primado. Era lo más sencillo y cercano que tenían. Del mismo modo se acentuó el consumo de sustancias psicoactivas por el expendio de estas dentro de la L y con ello se congregaron no solo habitantes de calle sino drogodependientes que encontraban en este lugar variedad y economía en los productos.

Para Hernando Zuleta, director del CESED (Centro de Estudios en Seguridad y Drogas – Universidad de los Andes), ‘los habitantes de calle pueden ser instrumentalizados por mafias diversas; hay varios ejemplos en donde ellos roban para alguien más,’ y agregó que esto no es más que el denominado Crimen Compulsivo Económico, es decir, cometer un delito por conseguir la droga, que es finalmente robar o servirle a alguna mafia/banda delictiva.
Unas de las principales problemáticas es precisamente la instrumentalización de los habitantes de calle por parte de los ‘ganchos’ u ollas de la ciudad, no solo porque sean ellos quienes ayuden a distribuir las drogas, o por ser parte de una estrategia de control sino porque en el caso de la L, eran usados como barrera de disuasión, y con ello lograban minimizar el riesgo de ingreso de personas extrañas al lugar, explicó la Fundación Ideas para la Paz.
Sin embargo, se debe aclarar que no todo el que consume sustancias psicoactivas es alguien que cometa actividades delictivas. En ciertos casos –no todos–, los habitantes de calle, cuando son consumidores frecuentes de sustancias como el bazuco, resultan inmersos en la comisión de delitos como robo, atraco, para conseguir dinero, para poder adquirir su dosis de droga como argumentó Zuleta.
En el libro ‘La vida desde las calles’ se explica otra modalidad para conseguir dinero y por consecuencia conseguir drogas. Muchos de ellos hacen uso del retaque, “se trata de un truco, un ardid, un artificio, (…) el habitante de calle desarrolla una serie de habilidades y destrezas comunicacionales, orientadas a sensibilizar al otro por diversos medios y motivos”, es decir acciones como contar historias tristes, contar algún cuento, o sencillamente convencer al interlocutor.
De ningún modo se puede perder de vista la venta de dulces, canciones, poemas y hasta de caritas felices adhesivas dentro del transporte público, prácticas con la que muchos ciudadanos habitantes de calle sortean a diario la escasez de dinero para vivir o consumir.