Por: Katiana Murillo, LatinClima
Años previos a la pandemia, los tours de observación, que se realizaban de forma coordinada con el parque nacional, representaban para los pobladores mayores ingresos que los posibles productos del saqueo ilegal, según señala Díaz Chuquisengo.

“Ahora las presiones ambientales y sociales son distintas. Debido a la baja probabilidad de observación de la tortuga baula y, por ende, el bajo ingreso que eso representa para los pobladores locales, la administración del parque nacional se vio obligada a suspender la actividad de guiado poco antes de estallar la pandemia. Algunos pobladores han tenido que desistir del oficio del guiado y otros se han visto en la necesidad de trasladarse a otras playas de anidación cercanas que carecen de control de la afluencia turística”, afirma.
Y es que, pese a que el parque nacional se creó el 9 de julio de 1991 precisamente para contribuir a salvaguardar los principales sitios de anidación de la tortuga baula en el Pacífico Americano, existen amenazas que trascienden los límites del parque y han ampliado la drástica reducción en la población de tortugas anidantes como resultado del saqueo de nidos décadas atrás.
Cada tortuga hembra deposita hasta 80 huevos las siete veces en promedio que desova durante la temporada, pero solo una de cada mil tortuguitas que logran nacen y llegar al mar, sobrevive hasta alcanzar la edad adulta. Y no es sino hasta entre 15 y 25 años después que esta misma tortuguita regresa generalmente a la misma playa donde nació para continuar con su tarea de desove y el ciclo de supervivencia de su especie.