En esta edición de El Árbol Rojo, vivimos una de esas conversaciones que permanecen vibrando aun cuando la emisión termina. La invitada fue Lucille Dupin, cantautora, productora y escritora bogotana, cuyo proyecto artístico está profundamente atravesado por la literatura, el feminismo y la fuerza simbólica del esoterismo. Desde el primer momento, la conductora Natalia Montejo abrió un espacio íntimo donde arte, palabra y música se encontraron sin fronteras.
La charla comenzó con una pregunta que parecía sencilla pero que nos llevó directo al corazón del proyecto de Lucille: ¿por qué su nombre artístico? Allí emergió la figura de George Sand, escritora francesa que desafió su época, y cuyo espíritu de libertad terminó inspirando a Lucille a tomar un nombre que honra a todas las mujeres que han debido escribir desde el anonimato. Desde ese punto, la conversación se convirtió en un viaje por la historia literaria, los símbolos y las luchas femeninas, hilado con la naturalidad de quien vive la palabra como materia vital.

Lucille compartió cómo la literatura ha estado presente en su vida desde niña, y cómo su formación en Filología la llevó a pensar las letras con una precisión casi artesanal. Para ella, escribir canciones es crear “cápsulas narrativas”: pequeñas historias condensadas en imágenes, metáforas y atmósferas que cada oyente completa desde su propia experiencia. Su manera de explicar el proceso creativo —ese juego entre la música que marca la emoción y la palabra que construye el sentido— hizo evidente que su obra es un tejido fino entre disciplinas.
Uno de los momentos más conmovedores del programa se dio cuando Lucille leyó esta vez sin melodía la letra de “Rosas”, una de sus canciones más íntimas. La recitación fue, en sí misma, un acto poético: una conversación con su abuela, una evocación delicada del tiempo, la memoria y el agua como símbolo de vida. La forma en que explicó cada imagen permitió comprender cómo su música está habitada por rituales, arquetipos y afectos profundamente personales.
A lo largo del programa también habló de su vínculo con el tarot, el esoterismo y la figura de la bruja como símbolo de autonomía femenina. Explicó cómo estos lenguajes atraviesan sus discos Sibila e Indiana, y cómo su obra se articula alrededor de presagios, elementos, arcanos y mitologías que sirven como mapas sensibles para comprender su propio proceso de transformación.
La conversación avanzó hacia uno de los ejes más potentes de su trabajo: la presencia de las mujeres. Lucille insistió en la importancia de narrarse desde lo femenino, no desde la mirada masculina que históricamente ha contado nuestras vidas. Habló de cómo su proyecto busca ser plataforma y refugio para otras mujeres, y compartió el impacto que sus canciones han tenido en oyentes que atraviesan procesos de sanación o resistencia. Fue un momento de profunda honestidad que resonó con la misión del programa: un arte que abraza, acompaña y denuncia.
Para cerrar la tarde, Lucille leyó un fragmento de su canción “Crecer”, una metáfora sobre el dolor y la belleza del proceso vital. Su lectura fue la despedida perfecta para un encuentro donde la literatura y la música no fueron lenguajes separados, sino dos fuerzas que se entrelazan para dar sentido al mundo.

Redactado por Angie Molina, practicante y participante del Semillero en Investigación Él Árbol Rojo.
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…de pronto ahí está, delante de ti…” ¡El árbol rojo! “…rebosante de color y vida, tal como lo imaginabas…” Las voces de la escritura, en las hojas de “El árbol rojo”. Un programa del Taller de escrituras creativas “El Árbol Rojo”.








