Por: Paola Andrea Álava Flórez
Como amantes del terror, muchos esperábamos que El Conjuro 4: últimos ritos hiciera un cierre magistral a una de las sagas más queridas del género. Sin embargo, lo que llega a la pantalla es un filme irregular: capaz de ofrecer destellos de brillantez, pero también de perder la tensión en momentos clave.
El gran atractivo sigue siendo Ed y Lorraine Warren, interpretados con la misma entrega que los convirtió en íconos modernos del horror. Ellos son el corazón de la saga y aquí, nuevamente, cargan con el peso de la historia. La película también regala momentos emotivos, especialmente al explorar el origen de Judy y su relación con Tony, que aporta un tono tierno y familiar en medio de la oscuridad. Esa conexión emocional recuerda que, en el fondo, EL Conjuro siempre giró en torno a la familia, más que a los demonios.
El problema llega cuando hablamos del terror. Últimos Ritos no consigue sostener la atmósfera inquietante que caracterizó a sus predecesoras. Las apariciones demoníacas son planas, incluso caricaturescas como Annabelle convertida en una parodia de sí misma y los sustos, en lugar de sorprender, se vuelven previsibles. A esto se suma un guion que se enreda explicando lo que ya conocemos, ralentizando el ritmo y diluyendo la tensión. La familia afectada apenas tiene relevancia en la trama, lo que resta fuerza al conflicto central.
Para resaltar: el cierre funciona como un emotivo adiós a los Warren, con un aire nostálgico que agradecerán los seguidores fieles. El guiño final con personajes de películas anteriores reunidos en una boda es un detalle entrañable que refuerza esa sensación de despedida.
En conclusión, El Conjuro 4: Últimos Ritos se siente más como un drama familiar con pinceladas románticas que como una auténtica película de terror. Para los fans, será un cierre aceptable que honra a sus protagonistas; para quienes buscaban miedo puro y renovado, quedará como un título más en la vasta biblioteca del streaming.
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