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Impacto humano en el Parque Nacional Marino Las Baulas de Guanacaste

Playas aledañas como Tamarindo, que experimentan un boom turístico y son muy populares para actividades como el surf, también generan una gran cantidad de contaminación lumínica, ruido y desechos, que amenazan no solamente a las tortugas marinas, sino a la gran diversidad biológica presente en la zona.

Por: Katiana Murtillo – Latinclima.org

Es así como esta sobrevivencia tan selectiva a nivel natural se ve aún más impactada por actividades humanas, como la contaminación lumínica y por desechos, principalmente plásticos de un solo uso. Por ejemplo, las tortugas baula confunden a las bolsas plásticas con medusas, su principal fuente de alimento, y este error les resulta fatal. 

Asimismo, pese a que las luces brillantes, incluso las de color blanco, están prohibidas dentro del parque porque desorientan a las tortugas y complican su desove, playas aledañas como Tamarindo, que experimentan un boom turístico y son muy populares para actividades como el surf, también generan una gran cantidad de contaminación lumínica, ruido y desechos, que amenazan no solamente a las tortugas marinas, sino a la gran diversidad biológica presente en la zona. Porque entre la gran variedad de organismos vegetales y animales, se encuentran también diversos tipos de mangle y aves costeras, monos, cocodrilos y dos tortugas marinas más: la lora (Lepidochelys olivacea) y la negra (Chelonia agassizii).

Y es que la franja terrestre de Tamarindo divide a dos sectores del parque nacional que son playas de desove: Playa Grande y Langosta, y está separada de la primera por un estuario natural, que es a su vez es parte de un sitio Ramsar o Humedal de Importancia Internacional, convención internacional que promueve la conservación de aves migratorias y ecosistemas de humedal. El parque se ubica en el cantón de Santa Cruz de Guanacaste y tiene una extensión de 175 km2, 7,7 km2 en el sector terrestre, y 171,36 km2 o 12 millas náuticas en el sector marino. 

Un muestreo internacional de macrobasura en playas de arena, realizado entre septiembre de 2021 y enero de 2022 en 9 países de la costa del Pacífico, impulsado por la Red de Científicos de la Basura del Pacífico (ReCiBa Pacífico), arrojó como resultado 21,816 ítems de basura, de los cuales el 62.4% fueron plásticos. 

Muchas de esas playas son también sitios de anidación y, específicamente en Costa Rica, donde se incluyó Playa Grande entre los sitios de muestreo, se registró un valor de densidad de 2.0 ítems/m², por encima de todos los países excepto Colombia, lo cual se relaciona con actividades como el turismo y la sedimentación arrastrada por los ríos, especialmente en los periodos de mayores precipitaciones.

De acuerdo con Díaz, pese a que la playa parece limpia, pequeños plásticos (mesoplásticos) de entre 5 mm y 25 mm, que arrastran las corrientes marinas, se mezclan cada vez más con la arena formando parte integral de la duna (el área donde anidan las baulas en la playa); y el plástico, como polímero, a mayor exposición al sol tiende a quebrarse en piezas cada vez más pequeñas de 5 mm (microplásticos), lo cual es un problema en un lugar con muy poca sombra y condiciones climáticas muy secas. Una alta densidad de pequeños plásticos, y ahora microplásticos, en la duna puede influir en la temperatura, elemento crucial para la incubación de las tortugas marinas.

Y no pocas veces guardaparques e investigadores han tenido que liberar a tortugas marinas recién nacidas porque quedaron atrapadas en desechos plásticos o enterrar a las que no lograron sobrevivir. 

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