Por: María Camila Rodríguez
Daniel Lozano es un hombre invidente a quien la vida premió con una guía, un perro guía para ser más precisos. Su nombre es Lorenza, y si bien, al comienzo su relación no fue la mas amorosa, con el pasar del tiempo Daniel “logró conquistarla”, pues al cabo de unos días, en los que se debían acoplar el uno al otro, Lorenza comenzó a seguirlo, acción que fue resaltada por uno de los auxiliares de entrenamiento. Después de esto viene otro momento clave, y es que una vez Daniel comenzó a tomar a Lorenza de la trailla y arnés con la misma mano, hubo una conexión total en cuanto al rol que ésta última debía cumplir, ser un perro guía.
Daniel, menciona que el tener un perro guía implica varios aspectos que se deben tener en cuenta; el primero, se refiere a respetar la labor de estos peludos y, con ello hace alusión a no interferir en la concentración de los perros mientras están guiando al usuario, además, es importante respetar el estatus de dicha labor y finalmente tener en cuenta que el perro guía no es sólo una herramienta, lo que se puede ver reflejado en todos los ámbitos de la vida de Daniel en los que Lorenza ha tenido incidencia, pues, como el lo menciona ésta le transmite su energía, y su presencia es una bendición en su existir.