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El Árbol Rojo: conversación con el poeta y ensayista Aníbal Fernando Bonilla 

El poeta, periodista y ensayista ecuatoriano Aníbal Fernando Bonilla es, ante todo, un promotor del rescate de la memoria y la divulgación cultural. Ha combinado además el ejercicio del periodismo y la poesía durante toda su vida, pues son sus grandes pasiones.

Cuando al escritor Aníbal Fernando Bonilla (Otavalo, Ecuador) le preguntan sobre el origen y la inspiración de su escritura, no ahorra esfuerzos para traer a la palabra uno de los recuerdos más vívidos de su infancia. Su abuelo, maestro y director de escuela en su tierra natal, era también un apasionado de la lectura. Constantemente lo veía sentado, con el periódico de formato tabloide entre sus manos curtidas por la memoria, descifrando “las sábanas de letras” en las que se escribían las nuevas noticias del mundo que estaba sucediendo.  

En realidad, no se centraba en las secciones noticiosas del diario, confiesa Aníbal. La pasión de su abuelo eran las páginas editoriales, que recortaba y guardaba con meticuloso cuidado cuando los textos por una u otra razón le tocaban el alma. Esa imagen no solo alimentó su pasión por la literatura, sino también por la comunicación y el periodismo. No en vano estudió una licenciatura en comunicación social y luego se hizo magíster en estudios avanzados de literatura española y latinoamericana, y en escritura creativa de la Universidad Internacional de La Rioja, en España. 

Aníbal es columnista del diario El Mercurio, que circula en la ciudad de Cuenca, Ecuador. También escribió para El Telégrafo entre los años 2010 a 2016 y colabora con distintas revistas y medios digitales con críticas literarias. Sus publicaciones en libro van de la poesía al periodismo, en columnas de opinión que han terminado por convertirse en ejercicios ensayísticos breves. 

Es autor de los poemarios Gozo de madrugada (2014), Tránsito y fulgor del barro (2018), Íntimos fragmentos (2019), y de una recopilación de artículos de opinión titulada Tesitura inacabada (2022). Fue finalista del Premio Nacional de Poesía Paralelo Cero 2018 y del III Premio Internacional de Poesía de Fuente Vaqueros 2023. Ha visitado países como España, Nicaragua, Argentina, Uruguay, Cuba, Bolivia y Colombia llevando su voz y su poesía a eventos literarios. 

El recuerdo de su abuelo marcó la importancia de la literatura y de la comunicación en la vida de Aníbal. “Eso tiene una influencia directa para lo que ha sido mi vida”, dijo el poeta y ensayista ecuatoriano en su conversación con El Árbol Rojo. Aseguró que existe una interrelación entre la comunicación y la poesía, que incluso se ha estudiado y propuesto de manera formal desde vanguardias como la del Nuevo Periodismo, impulsada en Estados Unidos por Truman Capote y en América Latina por personajes como el Nobel Gabriel García Márquez.  

“Existe una relación muy directa. No nos olvidemos de géneros como la crónica, que siendo periodística termina siento literaria, porque los hechos reales hay que saber cómo los cuentas”, señaló. El mismo tono del periodismo es el que ha marcado su búsqueda poética, que, aseguró, tiene mucho de nostalgia y de soledad. Pero sin dejar de lado nunca la importancia de las formas por dar mayor relevancia al sentimiento o, en el peor de los casos, al sentimentalismo exagerado.  

Señaló que “lo que hace el poeta es plantearse un desafío” que va en doble vía. El primer sentido de ese reto, que es la escritura, corresponde a las decisiones y elecciones temáticas, la respuesta sensata a la pregunta sobre qué escribir. El segundo sentido es el reto estético o del ejercicio escritural en sí mismo, que implica decidir cómo contar o cómo hablar sobre aquello de lo que previamente se ha decidido escribir. “Lo que quiero decir, lo que quiero plantear, no debe ser desde el lugar común” expresó. ¿La razón? La labor de quien escribe y comunica es, en sus palabras, “dar sentido al propio sinsentido”. 

Algo que Aníbal también tiene claro es la fertilidad de América Latina para la literatura y la importancia que tiene la escritura de poesía en la región. En sus palabras, es un bien de la sociedad que la poesía en América Latina demuestre gozar de tan buena salud, pues es la única forma de resistir ante la intransigencia del sistema “en nuestros macondianos países latinoamericanos”.  

El sentido detrás de su opinión es que la poesía permite tramitar los sentidos propios y ajenos. “Hay realidades que nos afectan y nos agitan; esa afectación está trasladada en el poema”, dijo. A través de ese artilugio es que la poesía enseña a ser más sensibles; sensibilizar es la función social del poema. “Hay un compromiso y una responsabilidad de los poetas frente a su sociedad; es un compromiso ético y estético”, señaló. Al final, si todos los caminos conducen a Roma, todas las rutas nos llevan también a la palabra poética como punto de encuentro humano y social. 

Redactado por Gustavo Montes Arias, integrante del Semillero en Investigación El Árbol Rojo.

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…de pronto ahí está, delante de ti…” ¡El árbol rojo! “…rebosante de color y vida, tal como lo imaginabas…” Las voces de la escritura, en las hojas de “El árbol rojo”. Un programa del Taller de escrituras creativas “El Árbol Rojo”. 

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