Les damos la bienvenida a todos a la temporada 11 de nuestro programa El Colibrí, bajo la dirección del profesor Fernando Gutiérrez.
En esta emisión se presentó a las nuevas integrantes del programa; en la producción general Andrés Ramírez, en la producción musical, digital y poética Manuela Rodríguez y por último en la producción de “El lirio de La Paz” Lizbeth Cortez.
Además, se presentó la pieza radial “Una nueva Vida” la cual había sido realizada por Fernando Gutiérrez, se discutió la creación y el mensaje que este deja para el cuidado y amor hacia las personas de la tercera edad.
Luego se dio paso a la presentación de la pieza especial y remix “La convención de los árboles”, creada y producida por Valeria Sarmiento, dando en el equipo de radio una enseñanza importante por el cuidado medioambiental. A su vez fue la entrada a la productora del Lirio de La Paz, Lizbeth Cortez.
Y por último se le dio también la bienvenida al programa y al semillero, a Andrés Ramírez y también a Manuela Rodríguez, contaron las expectativas acerca de esta nueva experiencia en su vida, Manuela interpretó el poema “Un perro ha muerto” de Pablo Neruda.
Los esperamos en nuestra próxima emisión y todos los viernes que las 4 de la tarde, en los 1430 AM y del streaming https://www.uniminutoradio.com.co/alaire/.
UN PERRO HA MUERTO
Mi perro ha muerto.
Lo enterré en el jardín
junto a una vieja máquina oxidada.
Allí, no más abajo,
ni más arriba,
se juntará conmigo alguna vez.
Ahora él ya se fue con su pelaje,
su mala educación, su nariz iría.
Y yo, materialista que no cree
en el celeste cielo prometido
para ningún humano,
para este perro o para todo perro
creo en el cielo, sí, creo en un cielo
donde yo no entraré, pero él me espera
ondulando su cola de abanico
para que yo al llegar tenga amistades.
Ay no diré la tristeza en la tierra
de no tenerlo más por compañero,
que para mí jamás fue un servidor.
Tuvo hacia mí la amistad de un erizo
que conservaba su soberanía,
la amistad de una estrella independiente
sin más intimidad que la precisa,
sin exageraciones:
no se trepaba sobre mi vestuario
llenándome de pelos o de sarna,
no se frotaba contra mi rodilla
como otros perros obsesos sexuales.
No, mi perro me miraba
dándome la atención que necesito,
la atención necesaria
para hacer comprender a un vanidoso
que siendo perro él,
con esos ojos, más puros que los míos,
perdía el tiempo, pero me miraba
con la mirada que me reservó
toda su dulce, su peluda vida,
su silenciosa vida,
cerca de mí, sin molestarme nunca,
y sin pedirme nada.
Ay cuántas veces quise tener cola
andando junto a él por las orillas
del mar, en el invierno de Isla Negra,
en la gran soledad: arriba el aire
traspasado de pájaros glaciales,
y mi perro brincando, hirsuto, lleno
de voltaje marino en movimiento:
mi perro vagabundo y olfatorio
enarbolando su cola dorada
frente a frente al Océano y su espuma.
Alegre, alegre, alegre
como los perros saben ser felices,
sin nada más, con el absolutismo
de la naturaleza descarada.
No hay adiós a mi perro que se ha muerto.
Y no hay ni hubo mentira entre nosotros.
Ya se fue y lo enterré, y eso era todo.
Tomada de página Poesí.as: https://www.poesi.as/pn744018.htm
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