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Chile, sin términos medios

La derrota del gobierno izquierdista en el plebiscito para integrar la nueva constituyente trae dos enseñanzas. Una, que la inseguridad, al apoderarse de la agenda política, inclinó la balanza hacia la ultraderecha. Y dos, que la ausencia de una opción de consenso sigue haciendo estragos, como en otros países de América Latina.

Por Cristian Ascencio*

Un nuevo terremoto sacudió a Chile el domingo 7 de mayo. El Partido Republicano, representante de una derecha ultraconservadora similar a la de Bolsonaro en Brasil o la de Vox en España, ganó holgadamente las elecciones del nuevo Consejo encargado de redactar una segunda propuesta constitucional. Paradójicamente, un partido que no quería cambiar la Constitución se pone ahora a la cabeza del proceso. No es la única paradoja: De pedir en 2020, con un 80% de los votos, cambiar la constitución de la era de  Pinochet, los chilenos pasaron en septiembre pasado a rechazar la primera propuesta por mayoría absoluta. Y tras votar en la primera oportunidad por constituyentes marcadamente de izquierda, los mismos electores decidieron en la segunda elegir constituyentes de la derecha más radical. 

¿Qué explica todos estos cambios?, ¿qué quieren los chilenos?, ¿solo rechazar siempre a quienes están en el poder de turno?

Noam Titelman, doctor en Métodos de la Investigación Social por la London School of Economics e investigador del Centro de Sistemas Públicos de la Universidad de Chile, sostiene que la principal fuerza electoral en la última década “es la de un voto de identidad negativa, un voto contra la política y contra el establishment. Un voto que existió en su momento contra Sebastián Piñera, presidente de derecha, y ahora contra Gabriel Boric, de izquierda.

El sociólogo Alberto Mayol es uno de los pensadores más consultados en Chile desde los terremotos sociales por los que ha pasado ese país en la última década. Sostiene que no es extraño que después de una crisis en que la ciudadanía se vuelca a votar por la izquierda, si ésta no logra dar respuestas, se incline hacia el otro lado. 

Mayol explica además que la crisis anterior estalló por demandas de acceso a derechos, distribución de la riqueza, etcétera. Mientras tanto, en el escenario actual “hay una sensación de predominio del desorden, del caos, de la violencia”, que hace que parte de la ciudadanía migre hacia la ultraderecha. “Más que buscando una solución, buscando un culpable, porque la ultraderecha crece mucho cuando configura un enemigo a quien temer”, explica.

Y en este escenario es muy probable que la próxima propuesta de Constitución tenga un estilo conservador. El presidente Boric lo resumió todo en una declaración que a la vez es un mea culpa de su sector: “Quiero invitar al Partido Republicano a no cometer el mismo error que cometimos nosotros. El proceso anterior fracasó, entre otras cosas, porque no supimos escucharnos entre quienes pensábamos distinto”.

Y es que en la anterior Asamblea Constituyente la izquierda tuvo el control sin contrapeso, por lo que escribieron sin mayor discusión una propuesta con sus anhelos más extremos. Estos no se sintonizaron con la mayor parte de la ciudadanía y dejaron por fuera a grandes capas que habían votado por la izquierda. Entre ellos la “plurinacionalidad” (reconocimiento de varias naciones dentro de Chile) y la creación de sistemas de justicia diversificados.

Ahora la pelota está en el otro lado de la cancha. Los republicanos, partido del líder ultraconservador José Antonio Kast, tienen 23 de los 51 escaños y con la derecha tradicional suman 34.

El Partido Republicano aplicó una fórmula simple para ganar la simpatía ciudadana: prometió mano dura contra la inseguridad y la migración irregular, asuntos que la opinión pública percibe como sus peores problemas. Para Constanza Schneider, investigadora del Instituto ResPublica, también influyó la baja aprobación del Gobierno de Boric. “La agenda del Gobierno está completamente desconectada de los problemas que aquejan hoy a la familias chilenas, por lo tanto es natural que la ciudadanía, que identifica a la derecha con temáticas como el orden, la estabilidad y el progreso socioeconómico, se haya volcado a apoyar a coaliciones de ese sector”.

Titelman, amigo del presidente desde sus tiempos de dirigente universitario, reconoce que temas como la seguridad pública y la inmigración dominaron las últimas elecciones “y esa es una cancha en la que en general la derecha se siente más cómoda”. Todo esto a pesar de que un texto constitucional tiene poco que ver con medidas contra la delincuencia.

Con ello, es posible que así como la luna de miel con la Asamblea Constituyente anterior duró poco, al pasar de estos meses las promesas republicanas también choquen con la compleja realidad. Y esa realidad es que un texto constitucional por su misma naturaleza no puede esfumar el problema de la delincuencia, ni mucho menos, de un momento a otro.

Alberto Mayol añade que el nuevo proceso ni siquiera tiene fuerza. “Podría aprobarse (la próxima propuesta), pero se aprobaría solo por indiferencia, por salir del tema; ya no hay una esperanza, como lo había con la Convención Constitucional, de que se crearía una carta relevante para la historia de Chile”. Según el sociólogo, la próxima propuesta “triunfará de una manera triste o caerá de una manera trágica”.

Entre tanto, la nueva encuesta de la consultora Cadem arrojó que un 40% de los chilenos votaría a favor del texto constitucional que salga del nuevo proceso, mientras que un 36% la rechazaría. Cabe destacar que en la última elección de consejeros el 20% de los chilenos votó nulo o blanco. Es decir que solo asistieron a las urnas porque era obligatorio.

También quedó de manifiesto otro fenómeno en las últimas votaciones: la casi extinción del centro político. Los partidos de centro y centro-izquierda, que comandaron al Chile postdictadura, que lograron reducciones récord de la pobreza y convirtieron a ese país, que venía de una de las dictaduras más largas del continente, en un ejemplo para la región, no sumaron más del 15% de los votos. Parecería que los chilenos quieren los extremos. De hecho, el ultraconservador Partido Republicano por un lado, y el Partido Comunista por el otro, obtuvieron la mayoría de los votos. 

“La verdad es que el centro político está desfondado”, dice Noam Titelman. “La situación de la centro izquierda es especialmente complicada porque luego de haber liderado al país por décadas, con la Concertación, están al borde de no alcanzar el mínimo de votos para sobrevivir”, agrega.

No es un fenómeno solo de Chile. Ya en Perú el izquierdista radical Pedro Castillo y la derechista dura Keiko Fujimori disputaron la presidencia en las elecciones de 2021, en un caso que terminó en un quiebre institucional. Y Colombia también decidió en 2022 entre candidatos de izquierdas y derechas sin términos medios: el vencedor Gustavo Petro y Rodolfo Hernández (a quien muchos catalogaron como un Trump criollo).

¿Está la institucionalidad chilena preparada para estos vaivenes? Schneider, de ResPublica, sostiene que “definitivamente hay señales, ya que el sistema político está trabado, no se han podido producir las grandes reformas y a nivel de gobierno hay una desconexión con la ciudadanía”. 

Para Titelman, a pesar de ese estrés, Chile aún cuenta con instituciones fuertes como el Servicio Electoral, que tiene autonomía y legitimidad, lo que no es tan común en el resto de la región. Pero el riesgo está en que la gente empiece a buscar un liderazgo autoritario que rompa con la institucionalidad. “Este péndulo entre izquierda y derecha no ha pasado sin dejar huella”.

En tanto, para Alberto Mayol justamente este péndulo revela un proceso más complejo, en el cual la institucionalidad ya está debilitada. “La historia institucionalista de Chile es muy fuerte y probablemente sea lo único que hoy día sostenga (a las instituciones); probablemente eso explica parte del voto hacia los republicanos: una búsqueda desesperada por alguien que ofrezca una institucionalidad más firme, más parecida al pasado”.

Sobre si lo que está ocurriendo en Chile es parte de un fenómeno mundial, Titelman explica que efectivamente hay aspectos que se repiten: “Detrás de esta ola de partidos de ultraderecha está, por ejemplo, la temática de la migración, que ha ganado fuerza en el debate público”. Mayol agrega que tanto las posturas radicales como las protestas sociales responden a fenómenos mundiales. “Nunca entre 2011 y esta fecha se habían generado tantos escenarios disruptivos, de protestas, en tantos países”. Un escenario en el que la búsqueda de consensos, que evite los extremos, brilla por su ausencia.

Cada semana, la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS publica análisis sobre hechos de coyuntura de las Américas. Si le interesa leer más información como esta puede ingresar a este enlace.

*Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS y del #CONNECTASHub. Fue editor en el periódico El Mercurio de Antofagasta. Integró la primera promoción del Programa de Formación Intensiva de Editores organizado por CONNECTAS. Participó en reportajes colaborativos transnacionales reconocidos, como “Las mujeres carne de cañón del Narcotráfico”, “El nuevo éxodo latino” y “Las últimas prisioneras de los nazis en América Latina”.

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