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La Agenda 2030: entre teorías conspirativas y poca acción global

La ONU avisó que la Agenda 2030 “está cerca de convertirse en el epitafio del mundo que pudo ser”. Pero ¿qué tanta responsabilidad tienen la propia organización, los gobiernos y los grupos ultraconservadores que ven en ella una conspiración más?

Por Suhelis Tejero*

Este mes, la Organización de Naciones Unidas (ONU) advirtió que la promesa de lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Agenda 2030 corría un serio riesgo de fracasar. La declaración, bastante alarmante, representa un nuevo revés para las metas que el mundo acordó en 2015 y que ahora lucen más lejanas.

Pero, además, el anuncio pone el foco en la responsabilidad de la ONU y los gobiernos para satisfacer las necesidades de los ciudadanos y concretar las reformas necesarias para lograrlo. Para remate, abre la discusión sobre el desafío que pueden representar las nuevas narrativas ultraconservadoras, que ven en la Agenda 2030 una amenaza y una conspiración mundial, y no lo que en realidad es: una hoja de ruta para el desarrollo global.

Los ODS no salieron de la nada: fueron la respuesta de la ONU y de los gobiernos al fallido resultado de los Objetivos de Desarrollo del Milenio que debieron alcanzar en 2015. Si bien la pobreza se redujo en los términos acordados para ese año, los países no fueron capaces de mejorar el acceso a la educación, salud, igualdad de género o medio ambiente.

Por eso, hace ya ocho años, surgió un acuerdo más amplio, con 17 objetivos y 169 metas para lograrlos. Desde el fin de la pobreza y del hambre, pasando por la calidad de la educación y del empleo, la igualdad de género y el desarrollo sostenible, hasta la lucha contra la corrupción, los ODS han implicado una supervisión continua de la ONU a todos los países para determinar hasta qué niveles han cumplido sus compromisos.

De ahí que la ONU, apenas a siete años del fin del acuerdo, alerte que solo un 15% de las metas están en camino a completarse para 2030. El secretario general de la organización, Antonio Guterres, concluía que si los países no actúan ya, “la Agenda 2030 podría convertirse en el epitafio de un mundo que podría haber sido”. Resulta difícil ser más claro y contundente.

Según los expertos, la ONU tiene una responsabilidad limitada en este inminente incumplimiento. Para Gustavo Yépez, profesor de la Universidad Externado de Colombia, la organización desempeña un rol bastante particular porque tiene un nivel de relacionamiento estrecho con los países y un papel vinculante, pero con una capacidad coercitiva bastante escasa. Sin embargo, “cumple un papel bien interesante en la medida en que la ONU trata de ser un catalizador de las transformaciones sociales y que se produzcan de una manera suave”, destaca.

Pero, ¿cómo está nuestra región con la Agenda 2030? La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) reportó este año que el subcontinente está en camino de cumplir un tercio de los ODS y, aunque luce un tanto mejor que el escenario global explicado por la ONU, “estamos lejos de donde deberíamos estar”, aseguró la institución.

Los temas que peor llevamos en Latinoamérica son justamente los más apremiantes: el fin de la pobreza, la reducción de las desigualdades, el logro de ciudades y comunidades sostenibles, la acción climática y las mejoras en temas de paz, justicia e instituciones sólidas. La región solo podría alcanzar en 2030  las metas relacionadas con la salud, políticas industriales y productivas, así como el uso de energías renovables. 

Los expertos consideran que los bajos niveles de institucionalidad y la alta inestabilidad política afectan el cumplimiento de los ODS en América Latina. Ahí la ONU parece tener poca responsabilidad.

Al respecto, Yépez explica que países desarrollados como Finlandia, Dinamarca y Alemania, que tienen mejores posibilidades de cumplir buena parte de la Agenda 2030, han mantenido esfuerzos permanentes y por eso han avanzado con mayor rapidez. En cambio, en América Latina esa persistencia se ha diluido debido a la inestabilidad política que ha provocado cambios inesperados de gobiernos en varios países. “Cuando llega el siguiente gobernante no le da la misma prioridad o cambia las políticas y eso limita las reformas”, señala Yépez.  

El director del Centro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible para América Latina (CODS), Juan Camilo Cárdenas, señala otra situación que afecta a nuestros países: la desigualdad, una de las más profundas del mundo. “Para los 17 ODS tenemos que pensar en cómo generar una distribución justa de los beneficios de los avances del desarrollo”, resalta.

Cárdenas ve el tema de la desigualdad en Latinoamérica desde varias perspectivas. No solo habla del impacto que en cada país tiene ese problema en cuanto al acceso a la riqueza, a la justicia, a la educación y a la salud. También señala que la desigualdad es transversal en la región. Se refiere a los contrastes de desarrollo existentes entre los países que colocan, por citar un ejemplo, a Haití y a Chile en extremos bien lejanos el uno del otro. 

La escalada conspirativa

Mientras la Cepal advierte que se “requiere un nivel de acción colectiva sin precedentes” para cumplir la Agenda 2030 en América Latina, la realidad es que el discurso popular se está resquebrajando. Desde las redes sociales ha surgido una versión distorsionada de la Agenda 2030 que, lejos de unir voluntades, divide los esfuerzos. Y ya en algunos países esa mirada conspirativa ha dado el salto al mundo real.

Esa narrativa afirma que la agenda es un plan de la ONU para imponer un “nuevo orden mundial” con el cual controlar los recursos de la tierra, confinar a las personas (que supuestamente estarán marcadas con un chip), feminizar a los hombres a través de los fertilizantes usados en los cultivos, diezmar a la población, legalizar el aborto y también imponer la denominada “ideología de género”. 

Tanto a Cárdenas como a Yépez les preocupa sobre todo el efecto que pueden tener versiones como esas en la credibilidad de la propia Agenda 2030, porque erosiona el soporte de la opinión pública y amenaza todavía más el cumplimiento de los ODS.

Lo que es aún más grave, ya algunos políticos han comenzado a utilizar el discurso ultraconservador de los supuestos peligros de la Agenda 2030, lo que ha masificado la desinformación a niveles insospechados. Los guatemaltecos han visto bastante de eso en la actual carrera por la presidencia de su país. Por un lado, la candidata Sandra Torres ha dicho que el consenso por los ODS atenta contra las familias y  la soberanía. “Jamás voy a dejar que nos impongan una agenda internacional. La agenda de Guatemala la pondremos nosotros los guatemaltecos. Creo en la vida, la familia y en la libertad religiosa. No a la Agenda 2030. Yo voy a proteger a todas las familias guatemaltecas”, dijo Torres en un mensaje publicado en la red social TikTok.

Y también Zury Ríos, hija del dictador Efraín Ríos Montt y candidata presidencial, señaló que, como madre, rechaza la Agenda 2030. “Creo en la vida desde el momento de su concepción. Creo en la familia como está establecida en la ley y creo que nosotros tenemos que tener una agenda para Guatemala y para los guatemaltecos que defienda nuestros principios y nuestros valores cristianos. Los niños no se tocan, los niños se cuidan con principios y con valores”, expresó durante la campaña electoral.

A Cárdenas le resultan curiosos esos discursos construidos en torno a la Agenda 2030 porque los ODS poco tienen que ver con conspiraciones o con políticas de uno u otro espectro ideológico. “Es interesante porque cuando uno mira los 17 objetivos, uno podría pensar que no hay un sesgo hacia el espectro de izquierda o derecha. Ahí hay de todo”, señala.

A su juicio, es difícil argumentar que los 17 ODS hayan sido el resultado de una agenda política particular. Resalta que hay objetivos, como el 16 –referido a la paz, justicia e instituciones– y el 8 –sobre crecimiento económico– que harían muy felices a los militantes de la derecha. Pero hay otros en los que la izquierda estaría satisfecha, como el ODS 10 que busca reducir la desigualdad. También hay metas, como la de luchar contra la pobreza, en las que existe un acuerdo entre todas las ideologías.

El director del CODS expresa que la Agenda 2030, como ocurre con otros planes, es un insumo buenísimo para alguien que quiera generar ruido mediante estrategias de manipulación. “Poder generar viralidad de discursos conspirativos es facilísimo. En el covid-19 llegamos a tener gente que realmente creía que la vacuna era una estrategia de Microsoft para que Bill Gates nos pusiera un chip para controlarnos”, sostiene.

Por su parte, Yépez recuerda que desde hace años hay un negacionismo sobre el calentamiento global que ha escalado hacia temas políticos y hasta religiosos. Esa escalada, cree el experto, tiene que ver con una mayor polarización y con las cada vez mayores dificultades que enfrentan las personas para diferenciar entre un hecho y una opinión, lo que está ocurriendo sobre todo entre los adolescentes. “Los Estados y las organizaciones tienen que comenzar a hacer esfuerzos importantes para evitar estas situaciones, y la educación es muy importante para lograrlo”, señala.

Está claro que el panorama que enfrenta la Agenda 2030 ya no solo proviene de las dificultades propias de las reformas sociales, sino también de la arremetida ultraconservadora que quiere ponerle la lápida, aún antes de nacer, al ideal de lograr mejores condiciones sociales en la región.

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*Periodista radicada en España. Editora residente y miembro del Hub de CONNECTAS. 

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