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Lula: apostando duro

El presidente brasileño coquetea con Rusia y China, le lava la cara a la dictadura de Maduro y promete soluciones económicas difíciles de cumplir. ¿Dónde quedó el líder que alguna vez encarnó la moderación en la izquierda de América Latina?

Por Suhelis Tejero*

En su tercer período al frente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva no ha dudado en radicalizar sus posiciones. A sus 77 años, el mandatario parece apurado por dejar su legado. Está en la recta final de su carrera política y sabe que no tiene nada que perder.

El presidente que, con su imagen de centroizquierdista moderado, tranquilizó a muchos al evitar la reelección de Jair Bolsonaro,  ha protagonizado eventos que revelan una postura más radical.  Se trata de una nueva fase de la diplomacia ‘marca Lula’, esta vez mucho más arriesgada. De hecho, algunos analistas no dudan en calificar como errores, entre otros, sus declaraciones sobre la guerra en Ucrania, sus esfuerzos por blanquear al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela y la promesa de ayudar a resolver los entuertos económicos de Argentina.

Lula parece empeñado en aprovechar la reconfiguración geopolítica mundial para proyectar a Brasil al primer plano. Con dos polos enfrentados —Occidente y el eje de Rusia y China— y una América Latina ambivalente, el presidente brasileño ve la oportunidad de dejar atrás la hegemonía norteamericana al jugar la carta alternativa. Para Lula no parece haber dudas: América Latina, con Brasil a la cabeza, debe hacerse un espacio junto a potencias mundiales como China y Rusia.

Se trata de una apuesta muy arriesgada. Para Froilán Ramos, analista y profesor de la Universidad Católica de la Santísima Concepción de Chile, el Lula de la actualidad no se podría entender sin lo que está sucediendo en Ucrania y sin la influencia cada vez mayor de China en el mundo y, en especial, en América Latina. “Eso permite entender cómo algunas posturas políticas latinoamericanas tienden a ser más osadas, aventuradas y radicales dentro de este contexto. Ya no sienten esa relación comercial hacia Estados Unidos, y el contexto en el cual nos encontramos es de un reordenamiento de fuerzas. Hay polos y potencias importantes, pero están en un proceso de reordenamiento”, señala Ramos.

El asunto tiene raíces muy personales. Marco Bastos, analista político brasileño, recuerda que Lula tiene una idea de sí mismo que le lleva a perseguir quimeras. Recuerda que cuando el mandatario fue enviado a prisión pronunció un discurso en el que decía “yo no soy un hombre, soy una idea”, una frase que lo retrata muy bien. 

Pero, para muchos, Lula parece creer que las sociedades son las mismas de hace casi dos décadas, cuando gobernó Brasil por primera vez. “El ‘Lula 3’ quizás piense que el mundo sigue en los años 2000 cuando él era presidente, pero han cambiado muchas cosas. No solo la manera en que la sociedad se organiza, el mundo digital, la revolución virtual, sino también el propio mundo geopolítico”, afirma Ana Claudia Santano, profesora de derecho constitucional en Brasil. 

Bastos coincide con su colega e incluye a su gobierno y su partido político. “Las condiciones económicas han cambiado y la izquierda latinoamericana muy voluntarista —con la excepción de Gabriel Boric— no se dio cuenta de que su ciclo político victorioso ya pasó”.

Y Lula habría abandonado su rol moderado en la izquierda latinoamericana por otras dos razones: su paso por la cárcel, que, para muchos, lo dejó inundado de rencor, y la propia polarización que vive Brasil tras el mandato del extremista de derecha Jair Bolsonaro. “La polarización en Brasil no es política, es peor que eso. Es afectiva, de identidad. El bolsonarismo y el peronismo, por ejemplo, no son ideologías políticas, sino identidades políticas”, reflexiona Bastos.

Del grupo antibélico a la “narrativa construida”

Lula regresó a la escena mundial con la idea de liderar un club de mediadores para terminar la guerra en Ucrania, una movida que representó el primer revés diplomático del mandatario brasileño.  El problema es que su planteamiento, basado en sus propias palabras en “dialogar con ambos lados del conflicto en busca de la paz”, implicaba aceptar la base de los argumentos de Rusia. Una impresión que confirmó al atribuir en declaraciones polémicas cierta culpa a Ucrania por la invasión, al señalar a Occidente de estar interesado en alargar el conflicto, al negarse a participar en las sanciones contra Rusia y también a enviar armas a Ucrania en el marco de la alianza occidental.

Las reacciones en Occidente fueron tan feroces que Lula tuvo que matizar sus palabras y el asunto no prosperó, entre otras cosas porque el presidente ucraniano, Volodimir Zelenski, parte del principio de que cualquier conversación con Moscú debe pasar por el retiro de las tropas rusas de los territorios invadidos. Sin ello, ni una palabra. Zelenski, sin embargo, no cerró la puerta a la posibilidad de una mediación, y dijo hace poco que está interesado en tener una reunión con Lula porque “es necesario conseguir que el mayor número posible de países apoyen a Ucrania o no apoyen a Rusia en esta situación”.

La analista Santano considera que la postura de Lula sobre la invasión rusa “fue un error” que quedó en evidencia en la cumbre del G-7, que terminó sin un encuentro bilateral entre los presidentes de Brasil y Ucrania. “Claramente hubo una posición muy particular de Brasil porque Occidente sí está apoyando a Ucrania y con razón. No podemos culpar a la víctima por una guerra”, dice la experta.

Más recientemente, la diplomacia ‘marca Lula’ protagonizó otro capítulo polémico, esta vez en Suramérica, el territorio de influencia natural de Brasil. El mandatario hace unos días abrió de par en par las puertas para el regreso de Nicolás Maduro a los escenarios internacionales, en el marco de la cumbre de presidentes suramericanos en Brasilia, y aderezó el suceso con unas palabras que quebraron in situ al bloque subregional. “Ustedes saben muy bien cuál es la narrativa que han construido respecto de Venezuela, del autoritarismo, de la antidemocracia. Esa narrativa ustedes la tienen que deconstruir mostrando su propia narrativa para que la gente cambie de opinión”, expresó Lula.

La controversial declaración sobre un régimen tan cuestionado fue rechazada por dos de los otros nueve mandatarios que acudieron a la cita, convocada por Brasil. El presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou, sorprendido, recordó la falta de democracia, las violaciones de derechos humanos y el encarcelamiento por razones políticas en Venezuela. “Lo peor que podemos hacer es tapar el sol con un dedo”, le dijo al mandatario brasileño.

Por su parte, el chileno Gabriel Boric también se apuró a responder que la situación de los derechos humanos en Venezuela “no es una construcción narrativa; es una realidad, es seria y he tenido la oportunidad de verla en los ojos y el dolor de cientos de miles de venezolanos que hoy día están en nuestra patria”.

Santano cree que, en realidad, el discurso de Lula sobre Venezuela parecía estar dirigido a sus seguidores en casa. “Hay una parte de la izquierda más envejecida de Brasil que cree que Venezuela no es exactamente lo que dicen, que es una creación de los grandes países por cuenta del petróleo, lo que es un error”, asegura la analista política.

La experta cree que Lula habría podido optar por recibir a Maduro, pero sin defender en sus discursos al chavismo. “Esto nos pasará bastante factura en Brasil porque el año que viene hay elecciones locales y la extrema derecha sigue bastante viva”, asegura Santano.

Por su parte, Bastos considera que los errores diplomáticos de Lula vienen de la falta de un plan o estrategia para atender los asuntos en los que quiere mediar, pero también porque hace promesas que no puede cumplir. Al respecto, menciona su propuesta de abandonar el dólar como moneda de intercambio internacional y la reunión con su colega argentino, Alberto Fernández, a quien le ofreció negociar una línea de crédito a favor de su país en el banco de los Brics. El problema es que Argentina no pertenece al bloque conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica, y tampoco está en proceso de adhesión. “El banco no presta plata a países que no son miembros y Argentina no lo es”, recuerda Bastos.  

Pero no es la primera vez que Lula apuesta por quimeras. Los expertos recuerdan que en sus mandatos anteriores quiso intervenir —sin éxito— en la crisis nuclear entre Occidente e Irán y hasta en el conflicto entre Israel y Palestina por los territorios ocupados.

En ese contexto, ocurre el regreso a la presidencia de Lula, un político que, con una vida de película, está convencido de que su existencia va más allá de lo posible. Pero su tercera presidencia plantea dudas razonables sobre cómo terminará esta historia de radicalización para América Latina, una región que ha visto debilitados sus mecanismos de integración, mientras sus liderazgos, en una época de inestabilidad mundial, corren el riesgo de quedar en el lado equivocado de la historia.

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*Periodista radicada en España. Editora residente y miembro del Hub de CONNECTAS. Fue editora de la sección económica de Diario Libre y corresponsal de la agencia de noticias AFP desde República Dominicana. Ha laborado en medios venezolanos como El Universal, El Mundo Economía y Negocios, y desde ese país colaboró con la agencia española Europa Press y El Comercio de Quito, Ecuador.

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