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Lula o Bolsonaro: que gane Brasil

La ventaja del candidato socialista sobre el presidente, menor que la pronosticada por las encuestas, deja a Brasil ante una segunda vuelta llena de incertidumbre. ¿Quiénes tienen la clave para definir al próximo presidente del país más importante de Latam?

Por Fabiola Chambi*

El gigante sudamericano de más de 214 millones de habitantes se convirtió en el centro de la atención mediática mundial ante el resultado de la primera vuelta. En efecto, el domingo 3 de octubre el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), alcanzó el primer lugar con el 48,4 por ciento, por encima del actual mandatario Jair Bolsonaro, del Partido Liberal (PL), quien tuvo el 43,2 por ciento. Ese margen, más estrecho de lo esperado, ha conseguido que en las calles de Brasil los días normales ahora transcurran en medio de la ansiedad, mientras un cronómetro imaginario avanza en cuenta regresiva hasta la segunda vuelta, el 30 de octubre, cuando por fin quedará en claro quién gobernará por los próximos cuatro años.

Todos, expertos y no expertos, opinan sobre el futuro del país más decisivo para la región. Pero las percepciones ciudadanas representan mejor la realidad de una campaña basada más que todo en lo que los candidatos quieren olvidar de su pasado, lo que ha dado como resultado una confrontación de insultos y no de propuestas. Por ejemplo para Caio de Paula Bastos, un joven profesional que reside en Río de Janeiro, “hay una polarización muy grande, es un Brasil dividido y lo que pueda pasar es incierto. Mi miedo es que el lado que pierda no acepte el resultado y que pase algo como lo que ocurrió Estados Unidos”.

El gigante sudamericano de más de 214 millones de habitantes se convirtió en el centro de la atención mediática mundial ante el resultado de la primera vuelta. En efecto, el domingo 3 de octubre el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), alcanzó el primer lugar con el 48,4 por ciento, por encima del actual mandatario Jair Bolsonaro, del Partido Liberal (PL), quien tuvo el 43,2 por ciento. Ese margen, más estrecho de lo esperado, ha conseguido que en las calles de Brasil los días normales ahora transcurran en medio de la ansiedad, mientras  un cronómetro imaginario avanza en cuenta regresiva hasta la segunda vuelta, el 30 de octubre, cuando por fin quedará en claro quién gobernará por los próximos cuatro años.

Este último temor no es disparatado, sobre todo ante las reiteradas manifestaciones en ese sentido de Bolsonaro, aunque el tema no haya tenido mucha relevancia en las últimas semanas. Y por otra parte los resultados muestran que nada está dicho. Por eso Brasil se juega no solo el retorno de la izquierda o la continuidad de una derecha sólida, sino la prevalencia de la democracia y la institucionalidad. ¿Una gobernabilidad compleja?

El escenario planteado por las votaciones del domingo 2 de octubre sería más difícil  para Lula da Silva que para Bolsonaro, ya que el Congreso estará dominado por la derecha. Los números, según el analista y experto en marketing político Marco Bastos, dejan algunas reflexiones sobre ambos: Lula es más grande que la izquierda porque prevaleció en la primera ronda, mientras en la Cámara de Diputados, los partidos de izquierda no alcanzaron al 30 por ciento de los escaños. Y por otro lado, el bolsonarismo es una fuerza, no una moda y se compone de tres bases sólidas: el militarismo, el conservadurismo religioso y la alianza con las oligarquías regionales.

Las encuestas fallaron pues proyectaban una diferencia más holgada a favor de Lula. Por eso el derechista celebró los votos alcanzados como una gran victoria.

Es cierto que el gobierno de Bolsonaro recibió fuertes cuestionamientos por su manejo en la política internacional, la economía y sobre todo la gestión de la pandemia, reducida a una “gripezinha” –en sus propias palabras–. Pero el apoyo que consiguió en esta primera vuelta es indudable y da paso a varias interrogantes. “La gente vota con el bolsillo y con el corazón, con los dos. El bolsonarismo es un fenómeno de identidades políticas muy fuertes (…) Bolsonaro suena como un papá de los años cincuenta que no es políticamente correcto, que dice palabrotas, pero que viene a replantear una jerarquía perdida”, explicó Bastos a CONNECTAS.

Este respaldo a Bolsonaro también se interpreta como el “voto avergonzado”, dice Juliana A. F. Gonçalves, investigadora del Observatorio de Reformas Políticas en América Latina del Instituto de Investigaciones Jurídicas (UNAM). Explica que ese fenómeno responde a “ciudadanos que no se pronuncian públicamente pero sin decirlo siguen insistiendo en este proyecto político ideológico”.

Por otro lado, un Lula más emocionado y convencido de que volverá al poder dijo que esto es “solo cuestión de tiempo” porque “tengo 30 días más para hacer campaña y yo adoro hacer campaña”.

Campañas: ¿y ahora qué?

Con la presión del tiempo, las estrategias de ambos partidos deben ser capaces de consolidar el respaldo que les permita asegurarse el triunfo en el balotaje.

“Los votos de Lula y Bolsonaro son fijos y hay que tomar en cuenta que el porcentaje de abstención en las urnas fue el más alto de todas las elecciones, con un 20,9 por ciento, lo que significa que más de 32 millones de brasileños no acudieron a votar. Son personas indecisas o que no creen en el panorama político actual, por eso las campañas deberían estar orientadas a ellos”, explica Gonçalves.

Pero en este escenario también hay dos nombres claves: Simone Tebet y Ciro Gomes, los candidatos que quedaron en tercer y cuarto lugar en la primera vuelta con el 4,2 por ciento y 3 por ciento, respectivamente. Ese codiciado 7,2 por ciento total del voto centrista podría inclinar la balanza hacia la Presidencia aunque, por lo mostrado hasta ahora, ambos tienen más cercanía programática con el partido de Lula. De hecho, los dos candidatos confirmaron su apoyo al expresidente, aunque está por verse si sus votantes siguen ese camino. En otras palabras, si sus votos son realmente endosables.

A pesar de la distancia significativa con los primeros lugares, Simone Tebet, senadora del Movimiento Democrático Brasilero (MDB), ha mostrado una propuesta seria que fusiona elementos de izquierda y derecha con énfasis en la institucionalidad democrática. Eso la aleja de Bolsonaro, aunque también ha criticado a Lula por el entorno de corrupción que lo ha marcado.

Gomes, que fue ministro de Lula, se distanció de éste en 2018 cuando el expresidente fue imputado y apresado por corrupción, aunque luego el Supremo Federal de Brasil anuló las sentencias. Durante la campaña para primera vuelta se mostró crítico tanto con Lula como con Bolsonaro, pero para la segunda vuelta asume una posición de apoyo a “lo que es más próximo” ideológicamente.

Para Flávia Mantovani –reconocida periodista del diario Folha de Sao Paulo–, las tendencias indican que la mayoría de votos se trasladarían a Lula, aunque nada es seguro. “Es muy difícil para Bolsonaro”, dice,  “porque tiene la misión de convencer a los electores de Lula de cambiar su voto y hay que pensar que la segunda vuelta tiene 30 días de carrera electoral y la política brasileña en los últimos años ha sido marcada por un embate muy fuerte entre ambos partidos”. Por eso se debe considerar la alternativa. “Hay una resistencia bastante grande al PT y Bolsonaro como es presidente, tiene la máquina del gobierno a su favor. Creo que también  hay espacios para sorpresas dramáticas”, añade Mantovani en entrevista con CONNECTAS.

Por otro lado, ninguna de las campañas puede dejar de lado el voto evangélico, que abarca al 31 por ciento de la población, es decir, cerca de 70 millones de personas. De ese total la mitad apoya al presidente Bolsonaro y solo un 32 por ciento a Lula, como refiere France 24.  En 2018, este apoyo jugó a favor de la victoria del líder del Partido Liberal y ahora parece que nuevamente apostará a esa carta. No es una sorpresa que Bolsonaro haya elevado el protagonismo de su esposa Michelle Bolsonaro, declarada evangelista, y se prevé que siga en ascenso. 

Sin embargo, hay que leer en forma  adecuada del voto evangélico, porque, como explica el analista político Bastos, existen varias corrientes. “Los evangélicos no son solamente una cosa, hay grupos que comulgan con una visión más conservadora de lo que es el cristianismo y otros no. El apoyo a Bolsonaro se juega en este escenario”.

Pero no se puede dejar de lado que la religión desempeña un papel relevante en la política de hoy. “Es un tema que no debe ser ignorado porque hay riesgo de que en un futuro el país pueda ser dominado por el fundamentalismo cristiano”, añade Gonçalves.

Esta campaña electoral no permite hacer un pronóstico seguro, mas aún cuando los sondeos de la primera vuelta demostraron una lectura equivocada del electorado. O como diría el consultor mexicano Roy Campos: Las encuestas sirven para todo, menos para saber quién va a ganar”.

Los 156 millones de personas que participaron en la primera vuelta ahora deben decidir  entre dos propuestas altamente antagónicas y no del todo convincentes, en un ambiente de desconfianza hacia los resultados, al menos en uno de los bandos. El carioca Caio de Paula Bastos, por ejemplo, reconoce que no votó por Lula ni por Bolsonaro y tampoco ha decidido a cuál de los dos apoyar en el balotaje. Las certezas —por lo menos para el ciudadano de a pie— aún están lejos de esa visión de país próspero con bienestar económico y salud democrática en el que esperan vivir.

Cada semana, la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS publica análisis sobre hechos de coyuntura de las Américas. Si le interesa leer más información como esta puede ingresar a este enlace.

* Miembro de la mesa editorial de CONNECTAS

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