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¿Quién escucha el lamento del planeta?

A medida que se acerca la hora cero del suministro de agua en Montevideo, y ante la llegada del fenómeno de El Niño, el tema ambiental surge como una prioridad absoluta. ¿Qué tanto están preparados los gobiernos de América Latina para evitar una catástrofe anunciada?

Por Fabiola Chambi

Paula Oliva no olvidará el día en que el agua se volvió salada. Hace un par de semanas la escasez de lluvias en Uruguay se tornó crítica, sobre todo en la zona metropolitana de Montevideo, que concentra más de la mitad de los 3,5 millones de habitantes del país. “Como tenemos filtro en casa, al principio no notábamos, ahora hasta con el filtro nos es imposible consumir el agua. Así que lamentablemente y en contra de nuestra voluntad, hemos tenido que empezar a comprar bidones, lo cual aumenta el presupuesto familiar un montón. Les digo a mis hijos que no puede haber derroche, se usa lo justo y necesario”, cuenta Paula.  Ella y su esposo Hugo Guerra confiesan cómo ahora gran parte de su vida gira alrededor del agua embotellada.

Pero, ¿cómo un país con una importante red hidrográfica y el primero en declarar el acceso al agua como derecho humano fundamental termina en este punto? Probablemente el expresidente uruguayo José Mujica dio hace algunos días la respuesta sencilla: “Nos dormimos todos (…) Compartamos la responsabilidad”.

La crisis de abastecimiento de agua potable en Uruguay  tiene sus antecedentes en una severa sequía de hace más de 70 años y en la falta de inversión en el sistema hídrico. Esto provocó que la represa de Paso Severino, que abastece al 60% de la población del país, llegara a sus mínimos históricos con 1,2 millones de metros cúbicos, cuando a diario se requieren 80.000. Debido a esta situación la empresa estatal Obras Sanitarias del Estado (OSE) decidió mezclar los embalses con el río de La Plata, que recibe aguas oceánicas saladas con un nivel elevado de sodio y cloruro. En resumen un agua que en esencia no es potable y puede ser dañina para la salud.

El 19 de junio el presidente Luis Lacalle Pou decretó “emergencia hídrica” para esa zona de la capital y entre algunas medidas inmediatas anunció la exoneración de impuestos a los proveedores de agua embotellada mientras siguen trazando alternativas, como dice el director del Sistema Nacional de Emergencia de Uruguay, Sergio Rico. Se trata de una medida urgente como sacar agua de otros ríos por medio de canales y tubos para alimentar la reserva existente en Paso Severino. “Esto tomaría unos 20 días, por eso ahora no podríamos decir que la semana que viene ya no tendremos agua”, explica el funcionario.  Una solución al problema inmediato, pero que solo abre una espera para la siguiente crisis.  

En efecto, como dice el propio Rico, “Ya venimos con un tema de déficit o sequía desde hace tres años que los veranos son muy secos y los promedios de precipitaciones están muy por debajo de lo normal y este invierno que recién comienza también viene con un pronóstico de menos cantidad de precipitaciones de lo normal”.

Inundaciones, olas de calor e incertidumbre

Pero la situación de Montevideo es solo un ejemplo de un  desarreglo generalizado en el mundo.  Mientras muchas partes sufren porque las lluvias no llegan, en otras caen con tanta fuerza que es imposible huir de los estragos. Los expertos indican que los cambios tan extremos en la meteorología mundial están en gran parte condicionados por El Niño y La Niña, aunque no son los únicos fenómenos. 

Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), “después de tres años, el episodio de La Niña —inusualmente persistente— ha llegado a su fin” y ahora el mundo debe prepararse para El Niño, que está asociado a un incremento de la temperatura de la superficie del océano en las partes central y oriental del Pacífico tropical, también a sequías y precipitaciones en diversas regiones. Tiene ciclos que van desde los dos hasta los siete años con episodios de entre nueve y 12 meses.

La OMM anunció oficialmente el 4 de julio el inicio del fenómeno de El Niño a nivel global y como una señal de que los gobiernos deben poner en marcha los “preparativos para frenar las consecuencias de este fenómeno en nuestra salud, ecosistemas y economías”. 

En la actualidad Perú con más fuerza, pero también Ecuador, se ven afectados por el denominado fenómeno de El Niño costero, causado por un calentamiento fuera de lo normal del mar frente a las costas del país. “Hay que diferenciar los ‘niños’ porque son varios y tienen diferentes características según la zona. Si se calienta solo Sudamérica hablamos de un niño costero que afecta directamente a Perú, Ecuador y de alguna manera también algo a Chile (…) Cuando hablamos de un ‘niño global’ ya es un calentamiento que abarca mucho más el área del Océano Pacífico ecuatorial y ese fenómeno afecta a todo el planeta”, explica el meteorólogo peruano y gerente de operaciones de la empresa Ambiental Andina, Jonathan Cárdenas.

Perú y Ecuador ya tienen antecedentes catastróficos. En el primero, en 2017 se registró más de un centenar de muertos y daños de infraestructuras que hasta ahora no se han podido reparar  totalmente. En el segundo, 1982 y 1997 fueron años de dolor por la devastación que causaron las lluvias torrenciales que dejaron miles de fallecidos y evacuados.

Lo preocupante es que según las previsiones meteorológicas habrá precipitaciones más severas a partir de octubre y noviembre cuando se inicie la temporada de lluvias. Según Cárdenas la tecnología ha ayudado a tener mayor certeza en los pronósticos climatológicos, pero no a largo plazo. 

Sin embargo continúa la tendencia hacia el aumento de temperatura. Los expertos califican la primera semana de julio de 2023 como la más calurosa en la historia del planeta, con días que marcaron récords de incremento de más de 17 grados centígrados superando al anterior de agosto de 2016 que llegó a 16,92 grados centígrados. 

“Si el planeta, y eso dicen los científicos, supera 1,4 o 1,5 grados de incremento la temperatura global, habremos pasado al nivel de ya no retroceso, no vamos a poder revertir nada de estos efectos por el calentamiento global y el cambio climático y lo único que nos va a quedar es que tendremos que adaptarnos a esta nueva realidad”, añadió el experto meteorólogo Cárdenas. 

En la misma línea reflexiona Francisco Parra, director de la organización Climate Tracker América Latina enfatizando en la cuota de responsabilidad de la humanidad. “A través de la quema de combustibles fósiles y la deforestación estamos generando emisiones de gases de efecto invernadero que, llevadas al extremo como han sido hasta la fecha, han alterado el clima del planeta y la temperatura global. Según el IPCC, el panel intergubernamental de expertos de cambio climático de Naciones Unidas, las actividades humanas han provocado un calentamiento global de 1,1 grados centígrados por encima de los niveles preindustriales (…) Todavía no somos capaces de ni siquiera limitar ese aumento”.

El futuro para que el que no estamos preparados 

Recientemente el presidente de Colombia, Gustavo Petro, se reunió con su homólogo brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, para abordar el papel que juega la selva amazónica en el medio ambiente global y la mitigación de los efectos del cambio climático.

Desde su llegada al gobierno, Petro planteó una política climática ambiciosa en busca ser pionero en la transición hacia una economía sin carbón ni petróleo en América Latina. Pero dejar de lado la industria extractiva está generando fuertes críticas para el gobernante de izquierda. Por su parte, Lula anunció formalmente su compromiso para eliminar la deforestación ilegal como meta para 2030. Se trata del “Plan de Acción para la Prevención y el Control de la Deforestación en la Amazonia (PPCDAm)” que incluye un mayor uso de inteligencia e imágenes satelitales para rastrear las actividades criminales.

“La Amazonia desempeña un papel crucial en la crisis climática porque como es una vasta selva tropical alberga una gran cantidad de bosque, de biomasa, que captura grandes cantidades de dióxido de carbono que hay en la atmósfera por el proceso de la fotosíntesis. Sin embargo la deforestación acelerada, principalmente debido a la expansión de la agricultura y la ganadería, genera que se libere todo este carbono que está almacenado en los bosques y que la Amazonía vaya perdiendo esta capacidad para regular el clima global”, explica Parra.

Si bien datos oficiales del Gobierno brasileño indican que la deforestación en los primeros seis meses de este año fue menor a la de 2019, la emergencia sigue vigente. Por eso, añade Parra, “no solo esta región es clave para enfrentar el cambio climático, sino también lo son otros bosques que existen en América Latina, como el Pantanal y el Chaco, que merecen que les pongamos tanta atención como a la Amazonia”.

El 8 de agosto, la ciudad brasileña de Belem será sede de una cumbre para revivir el “Tratado de Cooperación Interamazónica” con la presencia de líderes de nueve naciones. Un escenario que podría ser solo otro cúmulo de discursos rimbombantes o una oportunidad en serio para asumir decisiones con inversiones y plazos urgentes.

Las temperaturas globales son actualmente 1,1 grados centígrados superiores a las del periodo comprendido entre 1850 y 1900, y El Niño las incrementaría en 0,2 grados centígrados. De ese modo quedarían muy cerca de rebasar el límite de 1,5 grados centígrados fijado en el Acuerdo de París contra el cambio climático.

Si bien actualmente hay más políticas públicas y mayor preocupación por el cuidado medioambiental, aún no son lo suficientemente fuertes para hacer frente a los extremos que están asediando al planeta. La crisis hídrica de Uruguay, por ejemplo, ha generado cuestionamientos políticos y también una reflexión profunda sobre lo que habrían podido evitar los gobiernos anteriores, e incluso si el actual hubiera tomado como prioridad crear una fuente alternativa de agua potable. 

Según el informe del Banco Mundial “Hoja de ruta para la acción climática en América Latina y el Caribe 2021-25”, para 2030, unas 5,8 millones de personas en la región podrían quedar en la pobreza extrema como efecto del cambio climático. Y en 2050, unos 17 millones se convertirían en desplazados climáticos.

No son solo datos al azar en un noticiero, en un tuit o en un cartel en la calle. Los efectos devastadores del cambio climático ya están presentes en la cotidianidad y esto debe mover el interés de los tomadores de decisiones, pero también de la población al momento de emitir su voto.  

Mientras tanto, el reloj sigue su marcha en Montevideo. Algunos expertos dicen que tal vez al final de esta semana el agua se agote por completo. Otros prefieren mantenerse más optimistas y confiar en que las soluciones gestionadas por el Gobierno llegarán a tiempo. Pero también están quienes no pierden la esperanza y rezan porque la lluvia caiga en abundancia.

Cada semana, la plataforma latinoamericana de periodismo CONNECTAS publica análisis sobre hechos de coyuntura de las Américas. Si le interesa leer más información como esta puede ingresar a este enlace.

*Miembro de la Mesa Editorial de CONNECTAS. Periodista. Corresponsal en Bolivia de la Voz de América (Washington), coordinadora del MediaLab en la Fundación para el Periodismo y docente universitaria. 

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