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“Los estudiantes colombianos ven a la educación como una oportunidad única en la vida”: vicerrectora General Académica de UNIMINUTO

Lavaux, nacida en Toulouse, Francia, llegó a Colombia hace 22 años con poca experiencia profesional pero muchas ganas de aprender. Desde entonces, ha ocupado numerosas posiciones importantes en el ámbito educativo. En entrevista con UNIMINUTO Radio, nos cuenta cómo ha sido su proceso.

Con más de veinte años de experiencia en educación superior en los ámbitos nacional e internacional en alta dirección y gestión universitaria (directora de centros, decana y vicerrectora académica); además de formar parte del desarrollo de proyectos académicos como profesora y consultora, la creación y seguimiento de acciones de cooperación interinstitucional y sinergias a favor de la excelencia académica han permitido a Stephanie Lavaux, vicerrectora general académica de UNIMINUTO, convertirse en una de las voces más importantes de la institución.

Así pues, en diálogo con UNIMINUTO Radio, Stephanie recuerda su proceso y describe de qué manera llegó a enamorarse profundamente de la pedagogía colombiana siendo extranjera. Esto nos comentó:

¿Quién es Stephanie Lavaux?

Pues como ustedes pueden escucharlo, yo soy francesa; nací en un hermoso lugar de Francia y me crié y estudié toda mi vida en Toulouse. Toulouse es una ciudad que se denomina la ciudad rosada en Francia. Es la ciudad donde se fabrican los aviones de Airbus, es conocida en el mundo por esta particularidad. Yo soy hija única, mis papás y toda mi familia siguen viviendo en el sur de Francia. Entonces, para nosotros la familia es muy importante y tratamos siempre de tener la mayoría de encuentros, -bien sea- presenciales o remotos, posibles e imaginables. Yo soy politóloga de profesión, he estudiado toda mi carrera universitaria ciencia política con una especialidad en relaciones internacionales.

Ya llevo 22 años en Colombia, felizmente dos años y algunos meses formando parte de UNIMINUTO en el cargo de vicerrectora general académica, si bien anteriormente, toda mi carrera en Colombia la hice en educación superior. Yo soy profesora por vocación, profesora universitaria en ciencia política y relaciones internacionales. Tengo generaciones y generaciones de estudiantes y egresados que ahora son colegas.

He ido creciendo poco a poco, tuve la oportunidad de ser decana de una facultad de Ciencias Humanas, vicerrectora de otra institución de educación superior y finalizando el año 2020, ser la vicerrectora general académica; compartiendo con dos colegas vicerrectoras generales, Patricia Martínez, como vicerectora general de SEDES y Mario Cárdenas como vicerrector general de todos los asuntos administrativos y financieros.

¿Cómo fue la infancia de la pequeña Stephanie?

Muy feliz. Mi familia en Francia y en general, las familias francesas son familias pequeñas. Entonces, no tuve la suerte de crecer con hermanos, pero sí con primos hermanos; por lo que, con mis abuelos, -tanto paternos como maternos- hemos compartido muchos espacios. Es una niñez de una juventud muy feliz, muy estudiosa; mis raíces son portuguesas y en general está muy anclado cada uno de los valores del trabajo, esfuerzo y estudio. Así pues, siempre he disfrutado también de viajar mucho y conocer desde aspectos culturales y diferentes perspectivas, todos los tipos de territorio en Francia y en Europa. Ha sido una infancia muy feliz, la verdad.

Desde uno de los roles quizás más influyentes y con mayor responsabilidad dentro de nuestra institución. ¿Cómo es eso de que la educación sea para todo el mundo?

Considero que, cada persona laboralmente en su experiencia, -después de más de 20 años en estos roles aquí en Colombia- uno es el resultado de lo que ha sido como persona. Yo tuve la suerte de crecer en educación superior y de poderme formar hasta los más últimos niveles de formación en Francia gracias a una política de Estado en lo cual no hay barreras financieros, sino que hay valorización del talento intelectual; existe valorización del sistema universitario.

Ahora bien, dentro de mi familia, mis abuelos eran mineros en Francia por allá en las minas de carbón del sur del país. Mi mamá no tiene bachillerato; mi papá nunca tuvo estudios superiores, por lo que hago parte de la primera generación de universitarios dentro de mi familia y si se hubiese tratado de dinero, nunca hubiera podido estudiar. Corrí con la suerte de poder contar con un sistema universitario público, robusto, que detecta y valoriza los talentos para luego acompañar el proceso lo máximo posible. Así fue que encontré en esto una convicción profunda hacia mi llegada hace 22 años.

Y es que inicialmente, sería solamente durante un año que vendría a Colombia; sin embargo, encontré en Colombia los mismos “gérmenes” que percibí en aquellas generaciones de estudiantes cuando yo estudiaba. Es decir, unas personas ávidas de conocimiento; ávidas de tener rutas para ir creciendo en un entorno de alta valorización, -nuevamente- tanto intelectual como de voluntad de movilidad en lo social; de voluntad de poder irradiar también hacia su propia comunidad y su propia familia los conocimientos que se van adquiriendo durante una trayectoria universitaria.

Entonces, encontré dentro del estudiante colombiano en general, esta fuerza de voluntad; estas ganas de seguir aprendiendo en un contexto que, tras ser valorizado, le brinda las llaves y herramientas para poder crecer y poder tener un mejor futuro. La realidad y la única respuesta es que me enamoré de todos los estudiantes colombianos; de toda esta juventud colombiana que está muy hecha “para adelante” y que, además, ve en la educación superior realmente una forma para llenarse intelectualmente; para llenarse de oportunidad de vida y poder irradiar a su círculo cercano y más lejano en términos territoriales y comunitarios. Los jóvenes estudiantes colombianos, logran retribuir a la sociedad, aquello que desde su experiencia personal valorizada ha podido tener.

Eso fue lo que me llevó a UNIMINUTO, poder tener la suerte de hacer aquello no solamente en Bogotá, sino en todo el territorio nacional y así extender una educación de calidad; una educación superior, flexible, responsable y que permite esta movilidad educativa y formativa que tanto anhelamos en estudiantes que están apasionados y ven en su paso por UNIMINUTO no solamente una identidad misional y un apego emocional, sino también un espacio de reconocimiento y valorización.

Todo mi trabajo como vicerrectora general académica hoy ha desembocado en ser la institución de educación superior número uno en el sector privado en Colombia; -en volumen- en la diversidad de lo que somos y en todo el territorio que abarcamos; de poder extender estas experiencias a lo largo y ancho del territorio nacional en toda la diversidad de nuestra comunidad sobre todos los niveles de formación. Eso ha sido mi motor, ir mano a mano con todos los equipos de todas nuestras rectorías para transformar los sueños de todos nuestros estudiantes en realidades, para ellos; para sus familias, comunidades y territorios.

¿Usted llega a Colombia a estudiar o a ser docente?

A trabajar, a tener esta gran primera experiencia profesoral internacional. Llegué el 7 de agosto del año 2000 sin saber que el 7 de agosto era festivo en Colombia y era una fecha tan específica para el país. El 8 de agosto
estaba ya dictando mi primera clase en la Universidad del Rosario gracias a un programa patrocinado por la Embajada de Francia en la época; llegué de cooperante científica para un programa de un año, ya había terminado mis estudios y mi primer grupo de estudiantes tenía básicamente la misma edad que yo; aprendimos y nos reímos todos mucho juntos.

Colombia del año 2000 era un país sometido al horror, al dolor y a todo lo que pudo generar la guerra en aquel momento. ¿Qué le dijeron en Francia sus familiares cuando tomó la decisión de venir?

En realidad esto nunca lo he dicho a nadie, porque está dentro de la esfera de lo íntimo; pero cuando yo anuncié a mis papás que me iba, -además- todo de una manera tan repentina, (la embajada me avisó aproximadamente con una mes y medio de anticipación) nunca en mi vida he visto a mis papás tan pálidos como ese día. Si bien Francia uno suele irse muy joven de la casa, puesto que es una costumbre que forma parte de la cultura francesa; si bien yo ya no vivía con ellos y era bastante independiente, se pusieron pálidos ya que la reputación de Colombia en Europa y Francia era mucho más difícil de lo que hoy en día lo es. Se hablaba mucho de una realidad de secuestros; una realidad de violencia muy fuerte y de ninguna libertad de tránsito por las carreteras.

De hecho, por aquella época, si que había mucho secuestro de extranjeros; por lo que teníamos un marco de seguridad aquellos que contábamos con un contrato con la embajada; era todo muy riguroso. Así pues, lo que hice para pasar esta palidez y esta angustia de mis papás, (puesto que evidentemente en la época nos llamábamos todo el tiempo; si bien no existía Skype) fue decirles: “Los invito”, y en la primera navidad donde pudieron, vinieron aquí a pasar al rededor de diez días conmigo; nos fuimos a conocer Boyacá; nos fuimos a conocer el Eje Cafetero; terminamos en Cartagena y llegaron iluminados.

La palidez se transformó en amor real por este país y una confianza total en que este país me hacía muy feliz; por lo que -claramente- a ellos les hizo muy felices verme tan feliz. Eso no lo hubiera podido lograr con únicamente discursos, sino a través de viaje experiencial, de vivirlo y sentirlo en persona.

¿Por qué lo traigo a colación hoy? Porque como Vicerrectora General Académica, lo que tratamos de hacer ahora con todos los equipos académicos a lo largo de todo nuestro territorio, es decir a los estudiantes: “no nos crean bajo palabra”, estamos abriendo cada vez más espacios vivenciales y experienciales del aprender; no solamente haciendo, sino también viviendo, sintiendo y sirviendo.

Háblenos de ese proceso de enamoramiento hacia los estudiantes colombianos; porque realmente, además de pasión y amor, se requiere también de una comprensión y un don con la gente.

Hay algo que me a mí se me se me hace sencillo y es que cuando uno llega en un territorio desconocido, se llega cargado de humildad. Nunca se está cargado de superioridad, sino de humildad. Yo llegué con un buen nivel de español, sin embargo, tampoco era un español fluido ni nativo. Llegué a aprender de todo un sistema, una cultura. Llegué con todo el modelo francés de educación, que es uno de los más duros, puesto que no hay acompañamiento ni apadrinamiento alguno; no existe ninguna cercanía entre el profesor y el estudiante. Aquí, era un modelo muy distinto y esto facilitó este proceso de humildad.

Se tiene que aprender de los otros, de sus experiencias. No solamente el decano que me acogió, sino mi primera generación de estudiantes y todas las generaciones siguientes hasta el día de hoy, han sido una fuente de aprendizaje; de conocer cada vez más esta cultura, sus puntos buenos y también conocer sus puntos complejos. Todo esto entretiene esta pasión, entretiene este amor; y aunque la diversidad es muy grande, solamente ves estudiantes apasionados; estudiantes que se toman en serio realmente su proceso, que darían su vida por su país y para que este mejore y crezca para su familia.

Por tanto, diría que que esta adaptación fue para mí muy fácil, tenía todo por aprender. Estaba tan desarraigada de todo lo que conocía que, humildemente, me dediqué a construir día a día. Aquello y -por supuesto- la generosidad de los colombianos hizo de mi vivencia la oportunidad de compartir, probar y mostrarme a través de mucha generosidad.

¿En dónde se ve en un tiempo?

Ojalá en UNIMINUTO, yo soy muy leal a las instituciones con las cuales trabajo. Trabajé 20 años en la Universidad del Rosario y creo que, solamente en un largo tiempo se puede construir, todo debe ser tomado siempre como un gran proyecto. Uno no transforma vidas de un día para otro. Espero seguir en UNIMINUTO, donde más puedo servir y colaborar.

En esa lógica de vivir experiencias; de ir “aprendiendo con horas de vuelo”, envíenle un mensaje a esos estudiantes que vienen aquí a la emisora a vivir, sentir, servir y tener cantidad de experiencias en ese vivir haciendo, aprendiendo, sintiendo y sobre todo sirviendo.

Primero, yo creo que cada uno de nosotros debe hacer todo el esfuerzo posible para obrar, para ser un referente de inspiración para cualquier otra persona. Porque finalmente nosotros somos el puro producto de alguien que nos inspiró; son muchas personas que se van sumando desde las edades más tempranas hasta hasta las edades más avanzadas; somos el resultado de inspiraciones cruzadas y poder siempre decir: “lo que hago no lo hago para mí, sino lo hago finalmente para que otros puedan encontrar un camino” es muy importante.

Ahí es donde uno pone su ética. Yo, al ser politóloga y para manejar mi vida, me muevo entre varias éticas; éticas de responsabilidad, sin embargo, también existen éticas de convicción que más adelante se transforman en éticas de sabiduría. Así pues, esta mezcla de tres éticas en su vida personal y profesional, creo que es lo que debería tener toda persona respecto a su forma de actuar, de hablar y de interrelacionarse. Es importante poder resolver de la mejor forma posible en cada día, en todo el ejercicio de su vida y de su profesión.

De la misma manera, nunca perder la pasión; creo que lo que mueve a las personas es la pasión. Uno puede no saber hacer ciertas cosas; uno puede equivocarse, pero cuidar de la pasión es lo que permite a cualquier individuo irradiar también su entorno. Nunca abandonar, nunca bajar la guardia; nunca bajar las expectativas. En general, siempre hay un anhelo en el camino; siempre vamos a encontrar lo mejor si no bajamos los brazos.

Hay manera en medio de las dificultades; en medio del desconocimiento y la incertidumbre; hay una manera en medio de muchas cosas, de siempre encontrar el camino.

Escucha la entrevista completa de Stephanie Lavaux para UNIMINUTO Radio, aquí:

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