Por: Faryd Anthuan Valencia Rey Integrante del semillero de investigación Soundterra UNIMINUTO
La apertura estuvo a cargo de la banda distrital James Holguín Cuarteto, que presentó una combinación de jazz tradicional con melodías modernas. De esta forma, el evento comenzó con ritmos influenciados por New Orleans, ciudad que ha marcado la historia del género, y Bogotá no se quedó atrás en traer ese estilo estadounidense al escenario del festival. Incluir la representación del origen del jazz permitió que los sonidos clásicos se alzaran una vez más en esta nueva edición y reforzaran la expansión cultural del género, que es considerado no solo música, sino también una cultura que circula entre ciudades y países.
Es necesario precisar que el jazz no es lo mismo que el blues. Según el portal Jamboree, ambos estilos comparten puntos de encuentro, pero no son idénticos. Sus diferencias se observan en estructura, estilo y evolución. El primero en surgir fue el blues, nacido en el sur de Estados Unidos (EE. UU.) a finales del siglo XIX, en comunidades mayoritariamente afroamericanas. Su origen está ligado a canciones de trabajo, espirituales y cantos de campo. Reflejaba emociones y experiencias cotidianas, abordaba distintos temas, pero sobresalía la denuncia de injusticias y la resiliencia, al punto de ser reconocido por su profundidad expresiva y por la capacidad de transmitir una amplia gama de sentimientos.
El blues, nacido en comunidades afroamericanas del sur de EE. UU., es sencillo, emotivo y con una estructura fija de 12 compases, centrado en la voz y la guitarra, y sirvió como base para géneros como el rock, R&B y soul. El jazz, por el contrario, surgió en Nueva Orleans a inicios del siglo XX con influencias del blues, el ragtime y la música clásica. Se caracteriza por su complejidad armónica y rítmica, con una estructura más flexible (32 compases) y un fuerte énfasis en la improvisación colectiva. Posteriormente evolucionó en corrientes como swing, bebop, cool y free, donde predominan los instrumentos de viento, el piano y la percusión.
Entre los momentos más destacados de la jornada estuvieron las presentaciones de Antonio Arnedo y Camila Bañados. El músico bogotano sorprendió al público con un espectáculo que fusionó blues y jazz clásico, con gran diversidad instrumental y cambios rítmicos que oscilaron entre lo pausado y lo vertiginoso, lo que mantuvo la atención de los asistentes en cada pieza. Por su parte, Camila Bañados, la única mujer y cantante de la jornada, ofreció un matiz distinto con una propuesta melancólica y melodiosa que, sin apartarse del jazz, se acercó también al rock alternativo.
Ambas presentaciones aportaron dinamismo al festival. Sin embargo, lo que diferenció a esta edición de otros festivales al Parque fue su ubicación en un espacio distinto al habitual y el hecho de que estuvo abierto a todas las edades, además de permitir el ingreso de mascotas. A diferencia de otras versiones, en las que solo se permite el ingreso de mayores de 14 años y se restringen animales, para el Instituto Distrital de las Artes (Idartes) Jazz al Parque está orientado al encuentro intergeneracional y comunitario. El evento se convierte así en un espacio familiar que promueve la participación ciudadana más allá del público adulto y se distingue de otros festivales dirigidos a públicos específicos. Por ello, se ha consolidado como un espacio multidisciplinario en el que confluyen arte, literatura y sostenibilidad, fortaleciendo su carácter de evento familiar que cada año se celebra en la ciudad.
El cierre del primer día estuvo a cargo de Tigran Hamasyan, agrupación proveniente de Armenia. Su propuesta se inclinó hacia un jazz con influencias del rock japonés, evocando el estilo de openings de anime como Naruto Shippuden. La presentación incluyó melodías lentas que aumentaban en intensidad a medida que avanzaban, con un especial protagonismo del piano. De esta manera concluyó la noche del sábado 6 de septiembre y también la primera jornada del festival.