Por: Danniela Rodríguez
No hay una gran celebración, ni campañas masivas en medios. Pero mientras muchos atraviesan esta fecha como un día cualquiera, cientos de hombres y mujeres en campo, como Iban Sánchez, en los páramos de Guasca, Cundinamarca, están recorriendo trochas, escuchando el canto de las aves, guiando a un grupo de estudiantes o simplemente cuidando que el bosque no desaparezca en silencio.
El Día Mundial de los Guardas Forestales nació por iniciativa de la Federación Internacional de Guardaparques (IRF), que desde 1992 busca visibilizar el papel de estos trabajadores en la defensa del patrimonio natural y cultural del planeta. Es también, una fecha para rendir homenaje a quienes han perdido la vida en ese oficio, muchas veces en condiciones precarias, expuestos a peligros que poco se cuentan: incendios forestales, caza furtiva, narcotráfico, minería ilegal o conflictos sociales por la tierra.
En Colombia su presencia es clave, en parques nacionales, reservas naturales y territorios comunitarios. Uno de ellos es Iban Sánchez, quien ha dedicado cerca de 18 años de su vida al cuidado de los bosques altoandinos y páramos del municipio de Guasca. Pero su historia no se resume en rondas de vigilancia: Iban también es intérprete ambiental, sabedor local, observador de aves y fotógrafo de naturaleza.
“Más allá de patrullar el territorio, el amor y la propiedad que tengo por el territorio es lo que me hace estar siempre atento, a buscar su cuidado y no permitir que otras personas alteren los ecosistemas y la fauna de esta zona”.

Lo que Iban hace y lo que muchos guardabosques hacen a diario, es traducir el lenguaje del bosque a quienes lo habitan o lo visitan. En sus recorridos no solo señala árboles o especies, sino que narra historias, rescata memorias culturales, alerta sobre transformaciones y siembra conciencia. Su mirada está entrenada para detectar huellas, cambios en el clima, la llegada de una especie migratoria o el avance de una amenaza silenciosa.
“Aquí en nuestro territorio, tenemos un buen porcentaje de bosques altoandinos y de páramos, en este caso en la Vereda la Trinidad, en conjunto con la Vereda la Concepción, son dos de las veredas más grandes que tiene el municipio de Guasca y las cuales tienen un porcentaje evaluable en conservación de bosque y de páramo, por esta razón algunas de las cosas más importantes son el cuidado y la conservación de la fauna silvestre, ya que se puede observar la visita frecuente del oso andino, la presencia del venado cola blanca, el águila de páramo, zorros, tigrillos y eventualmente el puma”.
Ser guardabosques no es como lo pintan en los folletos turísticos. No hay horarios fijos, ni zonas de confort. Tampoco hay garantías laborales plenas en muchos casos. Aunque existen guardaparques vinculados a Parques Nacionales Naturales de Colombia o a corporaciones autónomas regionales, también hay una gran cantidad que trabaja desde fundaciones, colectivos locales o desde la pura vocación, sin contrato ni salario fijo.

A nivel global, según la propia IRF, hacen falta más de un millón de guardas forestales en el mundo adicionales para cumplir los compromisos de conservación de aquí a 2030. En otras palabras, el planeta necesita más personas como Iban. Pero también necesita que se les reconozca, se les proteja y se les escuche.
El trabajo de Iban se centra especialmente en los páramos y bosques altoandinos, ecosistemas únicos en el mundo que, además de su belleza escénica, cumplen una función vital: son fábricas naturales de agua. Sin ellos, ciudades como Bogotá estarían en riesgo hídrico permanente. Sin embargo, estos territorios son también altamente vulnerables: la expansión agrícola, la minería, los monocultivos o el turismo descontrolado los están llevando al límite.
“Con amor y propiedad puedo decir que al vivir toda la vida en campo, ir a la ciudad se siente algo extraño, es por ello que desde mi labor y actividad como intérprete, lo que nos ha llamado mucho la atención es poder mostrar a los visitantes, esa importancia que tiene el páramo, un bosque y también más allá de eso, poder mostrar la importancia historico-cultural que tiene el territorio”.
La experiencia de guardabosques como él no solo es valiosa para proteger la biodiversidad. También es indispensable para construir una relación distinta con la naturaleza, basada en la escucha, el respeto y el entendimiento mutuo. En ese sentido, el saber local que Iban ha cultivado durante años es tan importante como cualquier herramienta científica.
La conservación depende también de quienes, como Iban, madrugan cada día a recorrer senderos de neblina, no por obligación, sino por amor y compromiso. El Día Mundial de los Guardas Forestales es, ante todo, una oportunidad para mirarlos de frente, agradecerles y preguntar cómo podemos cuidar a quienes nos cuidan.
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