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[Reseña] Querido trópico: la sensibilidad en el día a día

La película nos lleva por la evolución de los personajes de una manera sutil, casi documental con una ambientación en apariencia sencilla al situarse en una enorme y silenciosa casa donde parece que no sucede mucho, pero esta envuelve y absorbe a los personajes.

Por: Julieth Cicua

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En un mundo donde la división de clases es tan marcada, en especial entre las mujeres donde unas miran sobre el hombro con desprecio a las demás, ver una historia donde estos límites invisibles se rompen para mostrar la vulnerabilidad entre dos mujeres que se encuentran en medio de la soledad y el desarraigo, es tan refrescante como esperanzador.

Toda esta experiencia se refleja en la película colombo-panameña Querido Trópico (2024) de la directora Ana Endara, que tras su paso por diversos festivales, llega a salas colombianas. En esta película Mercedes (Paulina García) es una mujer migrante, pero perteneciente a la aristocracia panameña, quien empieza a tener episodios de algo que parece alzheimer, allí llega a su vida Ana María (Jenny Nava) una cuidadora colombiana embarazada, quien acepta el trabajo para mantener su estatus migratorio, pero esta labor se transforma de obligación a una amistad particular. 

Es emocionante como las protagonistas van develando poco a poco su naturaleza al público mientras se conocen entre sí y es que la enfermedad de Mercedes, de alguna manera, permite a ambas ser libres. Ana María se permite bajar la guardia, andar con menos precaución a pesar de su situación y Mercedes deja a un lado su coraza de mujer millonaria y prepotente para ser amable y cómplice de su cuidadora. 

Querido Trópico nos lleva por la evolución de los personajes de una manera sutil, casi documental con una ambientación en apariencia sencilla al situarse en una enorme y silenciosa casa donde parece que no sucede mucho, pero esta envuelve y absorbe a los personajes. Primero en su color verde agua que impregna la decoración y el vestuario de Mercedes, mientras crea una atmósfera asfixiante, no sólo por el calor, sino porque parece imposible huir de allí.  De hecho a medida que Ana María es integrada en el mundo de Mercedes el color rojizo de su uniforme va disminuyendo hasta llegar a un tono lila, la fusión de dos mundos.

Y el silencio de su diseño sonoro permite que el espectador se integre en la cotidianidad de este singular dúo; en la normalidad de esta tragedia, dado que no hay música para apelar a la lástima o las lágrimas ya que solo se va a escuchar la lluvia, los objetos de uso diario, la televisión, la respiración, la frustración de cada personaje en escena y la inminente soledad de una persona que va olvidando quién es.

Es satisfactorio como la directora panameña Ana Endara dota a la película de un escenario en el que es fácil sumergirse, gracias al seguimiento de las situaciones en un estilo documental sin descuidar el mensaje profundo acerca de dos mujeres solitarias que anhelan tener una familia o al menos comprensión para el momento tormentoso y confuso que atraviesan, pero se encuentran con la soledad de no pertenecer, ser un estorbo, imaginar un mundo diferente juntas, para poder sobrevivir. 

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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