El mar, el imponente e inexplorado espacio azul donde habitan criaturas que han motivado libros como Moby de Herman Melville, o películas icónicas como Jaws (1975) de Steven Spielberg que habla sobre el poder de la naturaleza y su fuerza por medio de un tiburón enorme en las costas de Amity Island.
Cintas como Megalodon (2013) que toma un animal prehistórico para matar personas, o la mística El secreto del abismo (1989) de lo mejor del director James Cameron, con Terminator 1 y 2. Pero utilizar la vulnerabilidad del ser humano cuando está bajo el agua, es un recurso numerosamente utilizado.

El director australiano Sean Byrne regresa al ruedo luego de The Devil’s Candy (2015) con Animales peligrosos, la historia de Zephyr, (Hassie Harrison) una surfista inteligente que es secuestrada por Tucker (Jai Courtney), un asesino en serie obsesionado con los tiburones. Cautiva en su barco debe averiguar cómo escapar antes de que su captor ejecute un ritual de alimentación a los tiburones con el cual muestra su desequilibrio mental.

Es innegable la elegancia de Byrne para mostrar la belleza del océano y la presentación de los personajes con naturalidad, así sean clichés de una comedia romántica, pero necesarios en construir el personaje que pudiera conectar con una muestra gratis de Thriller que, sin duda, puede ser mejor en el primer acto, pues la cinta entra en un declive desde el segundo momento, que choca contra el mar estrepitosamente en el tercero.

Animales peligrosos intenta ser diferente desde la calidad visual que le imprime Shelley Farthing-Dawe, director de fotografía, que termina convertida en un producto genérico y actual, donde la violencia se convierte en la única herramienta que le aporta ritmo, y lo peor, es violencia por violencia, que nada le aporta a la narrativa ni a la trama, lo contrario de la muy buena adaptación de Camina o Muere (2025), novela de Stephen King.

Lo que parecían buenos personajes, se quedaron en la superficie, esperando ser carnada de esa audiencia que solo disfruta el espectáculo de la sangre sin preguntarse la razón o las motivaciones que promueven debates o juicios sobre lo que tienen enfrente, ya que personajes tan trastornados como Tucker, nunca profundizaron ni aclararon su perspectiva del mundo para construir mejor a un villano, un asesino más en la dualidad que se proponía con el poder de la naturaleza, que solo alcanzó para ser predecible y compañera de películas tan olvidables como Terror en lo profundo (2011) o Miedo profundo (2016) de nombres casi similares ¿coincidencia?

Una película que invita al cuestionamiento sobre salir de la jaula que cada uno se hace con sus vivencias y sus experiencias, que no termina por traducirse en redención o en romper la jaula, solo en mostrar que hay personas muy enfermas allá afuera, esperando qué pescar, y el único animal peligroso es el ser humano.