El cine tiene la capacidad de mostrar mundos mágicos y lugares donde la imaginación puede construir un universo que deslumbra al espectador. Pero frente a escenarios más terrenales, él dramatismo tiende a subir de tono para hacerse más interesante, y por qué no, más emotivo, e imprimirle a una historia, por un lado, algo que puede ser débil en otro. Este no es el caso de F1 ya que tiene emoción, epicidad, glamour y grandes escenas, dignas de las mejores carreras de automovilismo del mundo.

Luego del gran éxito de Top Gun: Maverick, el director estadounidense Joseph Kosinski se sienta en un monoplaza de última generación para dar una demostración de espectáculo, velocidad y acción en F1, con planos que destacan su labor técnica y su alcance visual a bordo de un automóvil a más de 250 kilómetros por hora, con Brad Pitt (Sonny Hayes) y Javier Bardem (Ruben) que logran buena química en pantalla e impulsan los otros personajes que le suman bastante a la emoción y a la trama.

En un principio la película pareciera centrarse en Sonny, apodado el más grande de todos los tiempos. Fue el fenómeno más prometedor de la Fórmula 1 en la década de 1990, hasta que un accidente en la pista casi acaba con su carrera. Treinta años después, es un piloto nómada a sueldo al que contacta su antiguo compañero de equipo Rubén Cervantes, propietario de un equipo de Fórmula 1 con problemas y al borde de la quiebra. Rubén convence a Sonny para volver a la Fórmula 1 y tener una última oportunidad para salvar al equipo y ser el mejor del mundo.

Sonny también impulsa al novato Joshua Pearce (Damson Idris), su compañero de equipo, piloto estrella que está decidido a imponer su propio ritmo, que cae en conflictos tradicionales al mejor estilo de la entretenida Días de trueno (1990), Cars (2006), la destacada Ford vs. Ferrari (2019), o la más reciente y sorprendente Gran turismo (2023).
Aun así, frente a sus conocidas temáticas tomadas por otras películas, F1 sabe deslumbrar gracias a buenas secuencias que impactan y llevan al espectador a estar en el filo de su asiento, donde poco a poco la película se adentra en la forma del personaje principal: los monoplazas de la F1.

El aspecto técnico de la cinta impresiona, gracias a un prototipo de Sony, que básicamente tiene la calidad de la cámara Venice de Top Gun, pero reducida aproximadamente a un tercio de su tamaño. Solo el sensor y el objetivo están delante del conductor en este caso. El equipo también fue capaz de transmitir el vértigo, la velocidad y la tecnología de punta que muestra F1, y el universo del automovilismo y sus grandes premios alrededor del mundo.

Es para tener en cuenta los grandes nombres que están detrás de las cámaras, pues además de Joseph Kosinski, el gran director de fotografía Claudio Miranda, responsable de películas como El curioso caso de Benjamin Button (2008), Tron Legacy (2010) y ganador del premio Oscar por Life of Pi (2013). Otro nombre gigante en la industria es el del productor estadounidense Jerry Bruckheimer, que ha puesto su nombre en películas super taquilleras en la historia del cine, unas memorables, otras no tanto.

Otro rasgo importante de la película es que está plagada de estrellas de la F1 como Lewis Hamilton, multicampeón de la F1 y productor, al igual que Brat Pitt, en compañía de los reconocidos productores Chad Oman, Dede Gardner, Jeremy Kleiner, para un montaje impresionante de Stephen Mirrione, haciendo que el ritmo de la película sea tan vertiginoso como la misma competencia, con movimientos rápidos de cámara, siempre ubicando la tensión en el piloto y por supuesto, con homenajes a leyendas como Ayrton Senna o Juan Manuel Fangio.

A pesar de que F1 es emocionante, muy bien dirigida y con un montaje muy destacado, no es perfecta. El papel de Kate (Kerry Condon) fue apenas una conexión con el factor levemente emocional del protagonista, que casi pasa desapercibido, de no ser porque enfatiza en su importancia técnica con el equipo, como también el flojo desarrollo en el tercer acto del personaje de Joshua, su coequipero, o de Jodie (Callie Cooke) que parece solo estar para cumplir espacios sin mayores contratiempos, además de mostrar a una organización como la FIA (Fédération Internationale de l’Automobile) como un reloj y al presidente de la F1, Stefano Domenicali mediante un cameo.

F1 capta la emoción de las carreras y la adrenalina que este mundo les proporciona a los espectadores promedio, emocionados y fanáticos de las carreras. Una película casi definitiva, donde el automovilismo es el protagonista, sin grandes personajes, pero que permite un acceso desde la sala de cine, a la velocidad y toda la tecnología y la opulencia de este deporte que le da la vuelta al mundo todos los años, que ahora, deja un registro en el cine tan disfrutable para los fanáticos de las carreras y los que no lo son, con un Brad Pitt que acusa el paso del tiempo, como todos los mortales. Juzguen ustedes y disfruten de 2 horas y 36 minutos de F1.