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[Crítica] Furia asesina: una película en donde el trauma se convierte en territorio de caza y resistencia

En Furia asesina (You Can’t Run Forever), Michelle Schumacher entrega un thriller de supervivencia en un Estados Unidos rural. Bajo su aparente estructura genérica, esconde una pulsión más profunda: la de una adolescente que, acosada por un asesino, se enfrenta a UNA amenaza externa y a los fantasmas que la habitan. La película, protagonizada por J.K. Simmons, inquietante y feroz, se despliega como una cacería en el bosque, como una metáfora del duelo envuelta en ansiedad y la necesidad de reconstruirse desde el miedo.

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Miranda (Isabelle Anaya), arrastra una tragedia que la ha dejado marcada. Su ansiedad no es solo una pieza de su personaje, sino la lente a través de la cual se filtra la realidad. Cuando el asesino aparece, no lo hace como un monstruo sobrenatural, sino como una figura que encarna el caos, la violencia sin sentido, el trauma que acecha sin previo aviso. Schumacher no busca reinventar el género, sino utilizarlo para explorar el dolor psicológico.

La cinta entrelaza la memoria y la tensión, pues Furia asesina habla sobre el sufrimiento a muchos niveles, y el bosque, el escenario principal, además de un espacio físico, es un territorio simbólico donde se juega la posibilidad de redención, como un espacio fértil donde repuntar la respiración en un acto ritual de resistencia. La cámara intenta conducir la tensión hacia el asesino, pero en ocasiones se vuelve contemplativa, porque acompaña a Miranda en su tránsito de víctima a sobreviviente, en un viaje que recuerda que el miedo también puede ser una forma de amor hacia la vida.

La actuación de Simmons es confiable: su presencia impone, pero también sugiere una humanidad destruida, como si el mal que encarna fuera el resultado de una fractura más profunda. El guion, coescrito por Schumacher y Carolyn Carpenter, evita el exceso de explicaciones y apuesta por la tensión sostenida, por el silencio como espacio de interpretación, y aunque las imágenes no brillan por su composición, la idea funciona.

Furia asesina no es una película perfecta, se acerca más a una de clase B, su estructura narrativa es predecible y algunos diálogos caen en lo funcional, pero su fuerza reside en lo que no dice, en lo que deja que el espectador intuya y lo que es capaz de hacer la ira reprimida para entrar en un proceso de autodestrucción, y encontrar en medio de un bosque alguien común que de la nada se convirtió en un asesino en serie.  Juzguen ustedes.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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