Praderas, montañas, caballos y cantinas hacen parte esencial de un género cinematográfico que le ha entregado tanta belleza al cine, como el wéstern, que, con sus historias ha inmortalizado nombres como el del maestro Tom Ford, Sergio Leone, Anthony Mann o el gran Clint Eastwood, entre otros.

En esta ocasión, el multifacético actor Viggo Mortensen se pone detrás de las cámaras y protagoniza, al tiempo que dirige su segunda y bellamente elaborada película, luego de Falling (2020). Con paciencia, emoción en cada plano y una evidente intención de cine de autor, sus personajes tienen mensajes potentes que gritan resistencia en un contexto hostil y sin ley, al mejor estilo del viejo oeste.

La cinta se centra en dos personajes, uno es Vivienne Le Coudy (Vicky Krieps), una mujer independiente que se embarca en una relación con Holger Olsen (Viggo Mortensen), un inmigrante danés. Después de conocerlo en San Francisco, Vivienne accede a viajar con él a su casa, cerca del tranquilo pueblo de Elk Flats, donde comienzan una vida juntos. Sin embargo, la Guerra Civil y las decisiones de Olsen los separa, dejando a Vivienne sola en un lugar controlado por el poderoso ranchero Alfred Jeffries (Garret Dillahunt) y su psicópata hijo (Solly McLeod), Weston.

Hasta el fin del mundo se embarca en una historia sencilla, que gracias a sus actores se complejiza con una profundidad importante en cada arco, logrando enganchar la belleza de cada plano, gracias al gran trabajo del director de fotografía danés, Marcel Zyskind, que supo captar la línea del horizonte, al mejor estilo Ford.

Otros temas presentes en el wéstern como la corrupción del mejor acomodado, el racismo y el abuso hacia la mujer son evidentes en Hasta el fin del mundo. Este último está bien interpretado por Krieps, sus conflictos y el abuso sufrido, que arma un personaje con matices interesantes que impulsan la idea final, en un guion que muestra la cotidianidad de la época entre una historia de amor y la impactante fotografía, una historia feminista de fuerza y resiliencia, impulsada por una dirección que le permite al personaje desarrollarse por completo, con los hombres como vehículo y Vivienne como el punto de partida.

Mortensen encontró inspiración en una imagen de la infancia de su madre, un recuerdo que evocaba las historias que leía de pequeña, recuerdo que se convirtió en el germen de Vivienne Le Coudy, la protagonista de la historia interpretada por Vicky Krieps, la razón más fuerte de que la película se sienta tan personal, mientras el director propone que la cinta, mientras más avanza, se centra en la idea y el peligro de pensar diferente sin lineamientos estrictos.

Otro aspecto a resaltar es el vestuario, un silencioso testigo de la época, de su árida tierra y de sus personajes, que llevados por una banda sonora compuesta e interpretada por su director al piano, violín y violonchelo, Mortensen crea un paisaje sonoro de melodías íntimamente conmovedoras, a veces reservadas, meditativas y otras profundamente tensas como el leitmotiv, (tema musical dominante y recurrente en una composición) de los dos personajes principales, en especial el de Olsen.

Hasta el fin del mundo es una bella composición visual que se convierte en un deleite a los sentidos, con paisajes rodados en Durango, México, que llena a la película de una estética preciosa, casi épica, con una historia profundamente personal, que, sin duda, vale la pena ver en una pantalla de cine. Una película que recuerda la belleza visual del séptimo arte. ¡Salud!