El ser humano ha buscado justificar sus construcciones sociales con respectos a sus beneficios personales, y la historia es un constante testigo de ello, entre guerras, matanzas e ideologías que les ha costado la vida a millones, regodeándose en sus supuestas victorias que el tiempo muestra como atrocidades de la humanidad en otras generaciones.
La actualidad no escapa de esa realidad violenta que la humanidad tomó como propia, apretando el puño hacia arriba como una maldición para la eternidad y solo modernizando las maneras de eliminar al contrario mediante la creación de enemigos en todas partes, siempre y cuando no estén a favor del discurso, ya que como dijo el filósofo francés Edmond Thiaudière, “La política es el arte de disfrazar de interés general el interés particular”.

Desde el análisis de ese conflicto de intereses, tomando como punto de partida una posición crítica e inteligente, acompañada de una capacidad impresionante para desarrollar una narrativa cinematográfica con formas reales, cercanas y tomadas desde la veracidad y la constante generación de miedo de los gobiernos, uno de los 3 mejores directores de su generación (para mi) como lo es el estadounidense Paul Thomas Anderson, logra algo brillante como necesario para la actualidad de un mundo adormecido entre demasiada información irrelevante e ideas impositivas de ideologías de exterminio, disfrazadas de democracia.
One battle after another o como se le llamó para el mercado latinoamericano Una batalla tras otra, es un llamado a la reflexión profunda de una realidad distorsionada, donde la única manera de afrontarla es dejar de sentir para no afrontar los cuestionamientos del mundo hoy en día y sus barbaries, basándose libremente en la novela Vineland de Thomas Pynchon de 1990.

Una batalla tras otra cuenta la historia protagonizada por los ganadores del Óscar y del BAFTA Leonardo DiCaprio, un maravilloso Sean Penn y un como siempre, elocuente Benicio Del Toro, además de la gran sorpresa de Regina Hall, con la contundente Teyana Taylor y Chase Infiniti, logran armar una historia impactante, redonda, resaltando una historia necesaria que fomente un cuestionamiento que está presente en cada secuencia y en cada acción de un guion que le llevo 20 años escribir a su también, director.
Bob (DiCaprio) es un revolucionario venido a menos que vive en un estado de constante paranoia cannábica y que sobrevive fuera del sistema a lado de su enérgica e independiente hija, Willa (Infiniti). Cuando su malvado némesis (Penn) regresa después de 16 años y Willa desaparece, el antiguo radical hace todo por encontrarla, mientras que padre e hija enfrentan una batalla contra las consecuencias de su pasado.

La cinta arranca desde el marco de la migración y su cruda actualidad desde las fronteras de Los Estados Unidos, delineado las subtramas y presentando de manera magistral a sus personales, sus perfiles y el desarrollo de sus motivaciones, las cuales están en constante desarrollo durante los 2 horas y 50 minutos de duración que pasan “volando” y se muestran sin apuro, justas y con una destacada profundidad mientras se adentra en temas como el nacionalismo, las fuentes de poder, las construcciones ideológicas de supremacía blanca, el racismo, las políticas estadounidenses y la violencia desmedida hacia esta población que solo huye de una lado para otro, sin ser tierra de nadie.
Anderson toma referentes para construir una tensa calma durante el primer y segundo acto, ayudada de narrativa como Contacto en Francia (1971), el humor y el drama de Huida de Medianoche (1988) o la desolación de Running up Empty (1988), entregando por completo el peso dramático a sus personajes y no a sus consecuencias, ya que cuando muchas películas hacen que su clímax, sea su punto más alto, Una batalla tras otra no para nunca, gracias a que todos sus apartados son potentes y consolidados.

La exploración de los personajes de Anderson es algo impactante como en su inolvidable Magnolia (1999), la imponente There Will Be Blood (2007), su cautivante El hilo fantasma (2017) o su fresca y maravillosa Licorice Pizza (2021), entre todas sus otras joyas, pero en esta, es capaz de armar algo todavía más complejo, desde la adaptación literaria, como ya teniendo en sus manos una maestría para las narrativas y sus historias, escribe con imágenes desde el plano general, los primerísimos, planos, cámaras al hombro, variados planos medios donde sus actores brillan o planos generales hacia al horizonte al mejor estilo del maestro John Ford, creando tensión y suspenso con las ondas de la carrera con algo de David Lynch y su Lost Highway (1997).

Impresiona como es capaz de crear tensión en lugares comunes y solo utilizando de trampolín la borrosa realidad actual para recrear los mensajes políticos sobre una inminente revolución y un llamado a despertar del letargo de la cotidianidad, convirtiendo a Una batalla tras otra, en una mecha cinematográfica en un mundo que está a punto de estallar y la conciencia con el sentido crítico sobre todas las cosas, son las mejores herramientas de lucha.
Anderson, también toma un concepto intrincado que se nombra desde su inicio, hasta su fin y es la “libertad”. Este concepto se transforma constantemente en la película y se lo apropian todos sus personajes desde perspectivas completamente distintas, ya que para Bob su “libertad” cambia desde que es padre, para Perfidia, su concepto cambia porque se ve amenazada desde la responsabilidad, pero para Lockjaw, sólo significa cumplir sus más profundos anhelos desde los privilegios del poder y cómo hacer que tengan más alcances, pero para Willa, la libertad es poder seguir con vida bajo los estamentos del estado y sus instituciones y para Sensei, es poder vivir sin ser perseguido. Entonces ¿Qué es la libertad en un estado de derecho?

Una batalla tras otra es una película técnicamente impecable, con un diseño de sonido notable mezclado en formatos IMAX 6-Track y Dolby Atmos, y la banda sonora fue compuesta por el gran Jonny Greenwood, de Radiohead dando tonalidades y texturas difíciles de olvidar en los crecientes momentos de tensión y suspenso, logrando que la cinta también explora géneros como la comedia negra, crimen y la acción. Otra joya de cine contemporáneo de Paul Thomas Anderson y hasta ahora de este 2025, para mí, de lejos, la mejor película del año. ¡Salud!