Por: Brayan Stiven Vásquez Corredor
Frente a la Plaza de Toros La Santamaría, un colectivo de 32 activistas desplegó un pendón con la leyenda Trabajamos por la liberación social y liberación sexual. Minorías sexuales, ¡únete! Un manifestante con casco azul y máscara blanca alzó un cartel que declaraba 28 de junio. Día Internacional Homosexual. ¡Sí a la vida! Solo recorrieron 900 metros hasta la Plaza de las Nieves, mucho menos de lo planificado, pero su paso firme y silencioso marcó un precedente histórico en la lucha contra la discriminación y por la igualdad de derechos LGBTI.
A comienzos de los años ochenta, Colombia vivía inmersa en un ambiente conservador donde la homosexualidad era estigmatizada y, en muchos casos, criminalizada. Bajo la dictadura moral imperante, cualquier expresión pública de afecto entre personas del mismo sexo se consideraba una ofensa a las buenas costumbres.
La Iglesia mantenía un rol preponderante en la esfera pública, y los movimientos por los derechos humanos apenas comenzaban a organizarse y a visibilizarse en torno a causas como la paz o la reforma agraria. En este escenario, el sector social homosexual carecía de espacios seguros de encuentro y de organizaciones con vocería.
Entre los asistentes figuraron figuras clave del naciente activismo homosexual colombiano: Manuel Velandia Mora y León Zuleta Ruiz asumieron roles de liderazgo, mediante consignas y en la coordinación de la logística del recorrido. A ellos se unieron Jaime Sarrázola, Fernando Alviar y Gildardo Ramírez, así como activistas llegados desde Medellín, algunos provistos únicamente de una cámara fotográfica para documentar el acontecimiento.
Para permitir la participación de quienes temían represalias, Velandia propuso el uso de máscaras blancas, a la vez que pintaba rostros con triángulos rosas y plasmaba el número de cédula de cada activista, convirtiendo el anonimato en un acto de protesta. El triángulo rosa, recuperado de los campos de concentración nazis, se erigió en símbolo de resistencia y orgullo.
La paleta de colores fucsia, blanco y negro, escogida para ese momento, antecedió a la bandera arcoíris que no existía formalmente. Cada detalle, desde la confección de pancartas hasta la selección de consignas como ¡Ni guerrilleros, ni antisociales, simplemente homosexuales! estaban pensadas para desmontar estereotipos y reivindicar derechos fundamentales.
“Fue la primera vez que hablamos con micrófono en mano delante de un público. Dijimos somos homosexuales y tenemos derechos, y la ciudad nos escuchó”, recuerda Velandia Mora, rememorando la emoción de aquel instante decisivo.
La guerra alcanzó la intimidad: gais, lesbianas, bisexuales y trans fueron perseguidos y agredidos. El Registro Único de Víctimas reconoce a 2.130 personas LGTBI como víctimas, de las cuales 1.961 perdieron sus territorios y 125 fueron asesinadas o desaparecidas.
Huellas de identidad: la poética del cuerpo como campo político
“A mí la política tradicional no me gusta, pero era amigo de Piedad Córdoba, entonces me dijo: ¿por qué no sentamos un precedente de que haya un candidato marica?”. Con esta frase inicia el relato de Manuel Velandia Mora, activista obligado a exiliarse en España en 2007. Doce años después, regresó para convertirse en la primera víctima homosexual reconocida por la Ley de Víctimas.
Tras un ataque con explosivo en su casa durante la campaña al Congreso y las constantes amenazas paramilitares que cercaban su entorno, Velandia comprendió que su vida corría peligro. El único candidato que no tenía nada que esconder vio cómo las intimidaciones se intensificaban: en una ocasión ingresaron a la sede de campaña y, como único botín, sustrajeron la torre de su computador.
Pocos días después, en horas de la madrugada, lanzaron una granada contra su habitación. Afortunadamente, Velandia había instalado unas rejas metálicas de pequeños cuadros pintados del mismo tono que la cortina para no romper la estética; el explosivo rebotó contra esa barrera y acabó perforando el piso.
Instalado en San Sebastián (País Vasco, España), presentó de inmediato su solicitud de asilo y recopiló pruebas de persecución como fotografías, recortes de prensa y testimonios. Mientras tramitaba su estatus, trabajó acompañando a trabajadoras sexuales trans en la vía pública y dedicó sus días al artivismo, organizando performances, exposiciones fotográficas e investigando identidades sexuales y prevención de infecciones de transmisión sexual (ITS). Al tiempo completó cuatro másteres (Psicopedagogía, Enfermería y cultura de los cuidados, Fotografía contemporánea y proyecto de autor y Gestión de la política pública e interculturalidad) y dos doctorados (Educación, Ciencia y sociedad y Enfermería y cultura de los cuidados).
En junio de 2018, tras doce años de ausencia, Velandia regresó a Colombia. A los tres meses, la Unidad para las Víctimas le otorgó la primera certificación a un hombre homosexual bajo violencia motivada por el conflicto armado, hito conocido como Víctima Cero. Este fallo le brindó reparaciones psicosociales, y les abrió la puerta a más de 450 colombianos LGBT para que presentaran sus casos ante la ley.
Hoy, Velandia combina la docencia universitaria con la consultoría en derechos humanos. Sus investigaciones alimentan manuales de la Unidad para las Víctimas y protocolos de ONG internacionales, mientras sus performances y exposiciones se exhiben en festivales de arte queer. Su historia demuestra que la justicia puede nacer del exilio, la resistencia y el coraje.
En lo corrido del primer semestre de 2025, se ha registrado el asesinato número 47 de una persona LGBTIQ+ en Colombia, según datos del Observatorio de Derechos Humanos de Caribe Afirmativo. La cifra, correspondiente únicamente a los primeros seis meses del año, evidencia una continuidad de los niveles de violencia letal que enfrentó esta población durante todo el 2024.
De acuerdo con el Informe de Derechos Humanos 2024 de Caribe Afirmativo, entre el 1 de enero y el 31 de diciembre del año pasado fueron asesinadas 164 personas LGBTIQ+ en el país, lo que representa un aumento del 2,50 % en comparación con los 160 casos reportados en 2023. Los grupos más afectados fueron mujeres trans y hombres gais, quienes concentraron el 49 % del total de víctimas.
En materia de amenazas, se documentaron 1.438 casos durante 2024, una disminución del 38,44 % frente al año anterior (2.335). Sin embargo, los analistas del informe advierten que esta reducción puede deberse al subregistro y al temor generalizado de las víctimas a denunciar. La violencia sexual, por su parte, presentó un incremento del 63 %: los casos pasaron de 422 en 2023 a 689 en 2024. Las mujeres bisexuales (44 %) y los hombres trans (31 %) fueron los más afectados por este tipo de agresiones.
En cuanto a actos discriminatorios, el informe contabilizó 657 casos, lo que significa una reducción del 41 % frente al año anterior. Estos hechos afectaron principalmente a hombres gais, mujeres lesbianas y personas trans. La violencia policial también se mantiene como un patrón estructural: durante 2024 se registraron 150 casos, apenas cinco menos que el año anterior, con énfasis en agresiones contra personas trans y bisexuales.
Un dato llamativo del informe es la ausencia de registros sobre personas no binarias en los sistemas oficiales durante todo 2024, lo que señala una deficiencia institucional en la recolección de información y visibilización de identidades de género diversas.
Estas cifras se producen en un contexto en el que, a pesar de los avances normativos en materia de igualdad y derechos para personas LGBTIQ+, persisten las violencias por prejuicio en múltiples niveles: social, institucional, estructural y armado. En el país, al menos 2.130 personas de esta población están reconocidas como víctimas del conflicto armado, de las cuales 1.961 fueron desplazadas y 125 asesinadas o desaparecidas, según el Registro Único de Víctimas.
Desde 2014, con el caso de Manuel Velandia —reconocido como la primera víctima LGBTIQ+ del conflicto armado por parte de la Unidad para las Víctimas—, más de 450 personas han iniciado trámites de reconocimiento y reparación. Sin embargo, organizaciones defensoras insisten en que estos procesos avanzan con lentitud y sin una política clara de enfoque diferencial que garantice verdad, justicia y reparación integral.
A 41 años de la primera movilización homosexual en Colombia, ocurrida el 28 de junio de 1983 en Bogotá, la exigencia de garantías para vivir sin violencia sigue siendo central. La conmemoración de estas fechas no solo remite a la memoria histórica, sino también a la urgencia de medidas efectivas que protejan la vida y la integridad de las personas LGBTIQ+ en el presente.