La Navidad nos llama a crear un espacio de silencio que permita escuchar la voz de Dios. En medio del ruido de la vida, ese silencio se vuelve un acto de adoración y un camino hacia la paz interior. Allí descubrimos que Dios sigue naciendo en quienes abren su corazón.
Ese silencio también nos invita a reconciliarnos con quienes hemos herido o nos han herido. La Navidad es tiempo de perdón, de abrazar con misericordia y de dejar que el amor de Cristo limpie nuestro pasado. La reconciliación es un regalo que sana y renueva.
Que esta Navidad sea un tiempo para la solidaridad y la compasión. Que cada gesto de amor nos acerque al corazón de Jesús y haga brillar su luz en nuestra vida. Donde hay perdón, Dios habita; donde hay paz, Cristo nace.








