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[Opinión] Entre sombras y susurros se vivió en Bogotá la premier de Exorcismo: el ritual

Bogotá se vistió de oscuridad para recibir la premier de esta nueva película de terror protagonizada por Al Pacino.

Por: Danniela Rodríguez

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El escenario fue Cine Colombia del centro comercial Titán Plaza, que por un par de horas dejó de ser un complejo de entretenimiento para convertirse en una especie de portal, que nos transportó a los pasillos helados de un convento en los años 20, donde se libró una batalla entre lo humano y lo demoníaco.

No fue una premier multitudinaria, pero sí uno de esos eventos que se saborean distinto: con más misterio que espectáculo, más tensión que alfombra roja.

Desde temprano, se notaba que algo diferente estaba por ocurrir. El personal del cine se movía con un ritmo más medido, más cuidadoso. Afiches de la película adornaban los pasillos, y los asistentes, una mezcla de cinéfilos curiosos, amantes del terror y periodistas culturales, caminaban con temor y emoción. Algunos se percataron de que a lo lejos se veía la representación de una mujer poseída y atada a una cama, la protagonista de esta película.

A diferencia de otros estrenos, se respiraba un aire de respeto por la historia que íbamos a presenciar. Algunos comentaban en voz baja que la cinta estaba inspirada en un caso real. Otros simplemente, se sentaban en silencio, como si la sala fuera una especie de templo.

Exorcismo: El ritual no es otra película más sobre posesiones. Al menos no lo pretende. Está basada en el caso documentado de Emma Schmidt, una mujer estadounidense que en 1928 fue sometida a un exorcismo que duró 23 días, llevado a cabo por los sacerdotes Theophilus Riesinger y Joseph Steiger. El suceso, lejos de ser leyenda urbana, fue registrado en documentos eclesiásticos y reseñado por la revista Time en 1936.

En la película, Al Pacino interpreta a Riesinger, un sacerdote mayor que carga con el peso de la duda y la desesperanza. Su contraparte es Dan Stevens, un joven sacerdote que lo acompaña en el exorcismo, que está envuelto en una crisis de fe. La dirección está a cargo de David Midell, que opta por una narrativa pausada, introspectiva, más cercana al drama psicológico que al susto fácil.

Desde la primera escena, el público se sumió en un silencio colectivo. La película comienza sin prisa, con una atmósfera contenida que poco a poco se va cerrando sobre los personajes. La banda sonora, tenue y disonante, jugó un papel fundamental, tanto que más de uno en la sala apretó el apoyabrazos sin darse cuenta.

A medida que avanzaba la cinta, no hubo gritos exagerados ni risas nerviosas, solo respiraciones contenidas y miradas fijas. Algunas escenas, especialmente las de manifestaciones demoníacas, generaron incomodidad. Pero lo que realmente inquietó fue el tono sobrio, casi documental, con el que se retrata el deterioro físico y emocional de la joven poseída, interpretada por Abigail Cowen.

El horror, en este caso, no está en los efectos especiales ni en los sobresaltos, está en lo que no se dice, en las dudas que carcomen a los sacerdotes, en las preguntas que flotan sin respuesta sobre el bien, el mal, la fe y el abandono.

Al salir de la sala, las conversaciones eran en voz baja. Nadie estaba seguro de qué sentir. Algunos mencionaban que el ritmo era demasiado lento. Otros, que la película no busca asustar, sino inquietar. Alguien dijo que era más una película sobre la fe que sobre demonios.

Lo cierto es que Exorcismo: El ritual no va a complacer a todos los públicos. No es una cinta pensada para quienes buscan gritar o saltar de la silla, pero que puede dejar una marca en quienes se atreven a mirar más allá de los símbolos del horror y entrar en los conflictos sobre la fe, el abandono, el dolor, el perdón.

La película llegará oficialmente a las salas de Cine Colombia este 31 de julio. Estará en cartelera en todo el país y se espera una recepción variada, como suele ocurrir con el cine de género.

No es una cinta para todos, pero sí una oportunidad para ver otra cara del terror: una que no se apoya en el artificio, sino en el peso de lo real. Bogotá tuvo el privilegio de ser parte de esa experiencia antes que el resto del país, y quienes asistimos, salimos con una certeza: no siempre hay que creer para temer.

| Nota del editor *

Si usted tiene algo para decir sobre esta publicación, escriba un correo a: jorge.perez@uniminuto.edu

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