Por: Angie Nathaly Rozo
Miradas indecentes, chiflidos, comentarios vulgares e incluso manoseo, son algunos de los abusos que soportan cientos de mujeres bogotanas día a día, ya sean en las calles, en el transporte público o en sus lugares de trabajo y estudio. Hoy es común ver este tipo de actitudes machistas, cuando por ejemplo el conductor de un carro le pita a una chica en falda, o cuando un hombre pasa y dice cosas como “mamasita”, “cosita rica”; o piropos que en vez de “halagar” intimidan y producen asco.
Según un estudio realizado en 2019 por la Secretaría de la Mujer de Bogotá a 1300 mujeres en la localidad de Kennedy, el 51% ha vivido situaciones de acoso. La edad promedio de las encuestadas fue de 11 a 17 años, cifra que da mucho que pensar: estamos hablando de menores de edad, de niñas que víctimas de acoso en las calles de sus barrios, infundiéndoles miedo a la hora de salir de sus casas.
A pesar de que el acoso sexual fue establecido como delito gracias a la Ley 1257 de 2008, cada año se presentan muchos más casos, de una práctica que se está naturalizando a través de pensamientos machistas. También es frecuente que a las jóvenes, en nuestras casas, nos digan cosas como “no uses faldas cuando salgas muy tarde”, “trata de no salir sola”, o “utiliza ropa que te cubra más”. ¿Desde cuándo el tipo de ropa, la hora en que salimos, solas o acompañadas, le da el poder a un hombre para someter a una mujer a comentarios vulgares y miradas lujuriosas?
Es desconcertante cómo las personas escuchan o ven cuando las mujeres son agredidas con obscenidades en las calles y manoseadas en los buses, haciendo oídos sordos, volteando la cabeza, e incluso no faltan a quienes les produce gracia las expresiones de horror en la cara de las víctimas.
El 22 de enero de 2018, el diario El Tiempo compartió un reportaje realizado por CityTv que demostró que el 64% de las mujeres colombianas ha manifestado ser víctima de acoso callejero, al igual que, un promedio de 6 mujeres al día ha denunciado ser víctima de este tipo de acoso.
Bogotá necesita ciudadanos más empáticos que no se hagan los “locos” frente al acoso callejero, al igual que ciudadanos respetuosos que no alienten este tipo de acciones y que, por el contrario, les pongan freno, porque no hay nada más espantoso que vestirse con algo con lo que uno se sienta bonita, para tener que aguantar groserías y miradas acosadoras que solo nos hacen sentir inseguras y temerosas de salir a las calles solas.