La Navidad es el tiempo en que Dios se hace cercano a través de un niño frágil. En ese gesto humilde, nos enseña a mirar la dignidad de cada persona, especialmente de quien sufre, espera o guarda silencio. Jesús está presente en cada rostro herido que pide consuelo.
Abrir el corazón significa dejar que la compasión transforme nuestras acciones. Cuando servimos, cuando acompañamos y cuando compartimos, permitimos que el amor de Dios se haga carne en nuestra vida. La Navidad se vuelve concreta cuando se convierte en solidaridad.
Que esta celebración nos impulse a ser presencia de esperanza para quienes viven en tristeza, soledad o necesidad. Que la luz de Cristo ilumine nuestras obras y renueve nuestra mirada. Allí donde nace el amor, Jesús vuelve a nacer.








