Por: Marcela Gómez Gómez, Diego Gómez Guarín y Daniela Méndez Zamudio, integrantes del Semillero en Música y Comunicación Sound Terra de UNIMINUTO Bogotá Calle 80.
Una parte del Parque Simón Bolívar se convierte cada año en una ciudadela de la cultura, que se asemeja en concepto a un culto religioso a donde peregrinan los adeptos del movimiento. Cuando buscamos el sentido etimológico de lo que es un festival nos encontramos con una palabra que refiere al culto apasionado y en principio religioso: Festus.
En el lugar se encuentran diversas congregaciones, cada una con una interpretación del Rock. Al tiempo decimos cultural cuando nos percatamos que el rock, más que un género es un entramado de filosofías por el valor estético de sus colores y sus vestuarios, su aporte ideológico en su lírica y actitud, además de su apuesta ontológica que emerge en su configuración cultural.
Decimos cultura, que se deriva de cultivo; y su historia y sus frutos generan distintos puntos de vista en el contexto del festival, y como si de cultivo selectivo se tratase, las congregaciones del Rock pretenden modificar el fruto tal y como ellos consideren que es más bello y bueno. Modificar el Rock para que sea más colorido o más nutritivo, o simplemente dejarlo tal y como está en su estado natural, imperturbable.
Son muchas las alegorías para describir todo lo que el Rock significa y los desafíos que encuentra en el camino. Dentro de esta ciudadela se vivió a flor de piel cada propuesta, desde las más orgánicas y establecidas hasta las más experimentales y transgresoras. A continuación, se relata cómo se vivieron estos momentos en cada uno de los escenarios de Rock Al Parque 2022.
Desde 1995 este festival ha sido una tradición para los amantes del Rock, un espacio único para visibilizar este género. En escena, tanto las bandas como los amantes del género sienten la libertad de expresarse, compartiendo entre músicos y asistentes toda la energía en medio del pogo, gritos de admiración, señas representativas y movimientos de cabeza a ritmos que apasionan.
Después de tres años ausente, se presenció la primera de dos jornadas del festival de Rock más emblemático en Bogotá, repartido este año en dos fines de semana.
En el escenario Bio, a partir de las dos de la tarde, el primer día se disfrutó de los ritmos del metal, con seis bandas nacionales y una proveniente de Suecia, además de la emoción del inicio tan esperado del festival. El domingo, en su segundo día, acompañados de lluvia, frío y capas de colores que adornaron el público, se presentaron propuestas alternativas en torno a las músicas fuera y dentro del género en sus variaciones, en una demostración de diversidad musical.
Una agrupación que causó curiosidad fue Boca de Serpiente, que si bien está conformada apenas por dos personas, logran un mundo de sonidos que dan la ilusión de ser una banda con más integrantes e instrumentos, fenómeno que sus integrantes, más que a lo técnico, le atribuyen al momento indicado cuando se encontraron hace quince años, pues la conexión entre ellos, entenderse de la manera que lo hacen y la entrega que ponen en el escenario, le atribuyen el éxito como agrupación.
Incursionaron en el proceso para participar en Rock al Parque en 2019, y sin tener éxito para pasar los filtros, lograron fortalecerse para una próxima postulación, lo que los trajo a presentarse en 2022, por lo que se sentían muy agradecidos y lo dejaron saber en escena.
En la parte sureste del parque la emisora Radiónica, la principal patrocinadora del evento, dejó su huella artística con la disposición del escenario Lago Tarima Radiónica a las agrupaciones que tienen una lectura distinta del Rock y que cruzan las fronteras que el género mismo ha establecido.
El clima lluvioso no fue impedimento en ninguno de los escenarios instalados, tanto que el público brincó sobre el barro y el césped mojados al ritmo de la música sin darle importancia sin temor a ensuciar sus zapatos. El Alcalde Morcilla abrió el domingo con las nubes haciendo pogo hasta que se cayeron pasada la una de la tarde.
Aquel domingo estaba guardado para los artistas más exóticos del género como Lao Ra que se paró ahí en Lago y se apoderó del escenario, mientras el show de luces y su voz hipnotizaban al público. Después de una remarcable interpretación, en entrevista dejó una reflexión, refiriéndose a que la escena del Rock tiene que comenzar a abrirse. Este fue un discurso que tenía preparado, construido sobre las críticas que le llegaron por ser convocada al evento. Qué significa el rock y cuál es la línea que lo define, teniendo en cuenta que el género quiere romper lo definido, Lao Ra se despidió de la sala de prensa dejando claro su postura.
Por otro lado, Plaza, el escenario principal, retumbó con la variedad de ritmos y subgéneros musicales durante las primeras dos jornadas del evento. Los artistas llenaron de euforia al público entusiasta con sus interpretaciones e interacciones.
El Rock y el Metal en todas sus variedades, a juego con las coloridas imágenes que los representaban, sumado a la energía tanto de los artistas como de los asistentes hicieron del evento una gran experiencia audiovisual.
A diferencia del primer día, en el que se mantuvo el clima cálido, en el segundo día bastó con que la sicodelia de Balthvs llenara de energía el parque Simón Bolívar para que cesara la lluvia.
Colectivo Blues de Cali en escena.
El primer fin de semana cerró con las presentaciones de Kumbia Queers, Francisca Valenzuela y Miranda, dejando al público con ansias para volver a la siguiente jornada de música. Las expectativas están plantadas de cara al próximo fin de semana de festival.