Por: Danniela Rodríguez
Un poderoso terremoto de magnitud 8,8 sacudió la península de Kamchatka, en Rusia y puso en alerta al Pacífico entero, desde Japón hasta Ecuador. Colombia, aunque no enfrentó un impacto directo, tuvo que activar sus protocolos ante el riesgo de un posible tsunami.
El epicentro del temblor se registró frente a la costa oriental rusa, una zona conocida por su actividad sísmica dentro del llamado “Cinturón de Fuego del Pacífico”. Este es un enorme anillo tectónico donde se acumula el 90 % de los terremotos del planeta. El sismo no solo se sintió con fuerza en Rusia, sino que también generó preocupación inmediata en otras regiones costeras.
Japón activó su sistema de alertas de tsunami y evacuó zonas enteras; en Hawái, se decretó estado de vigilancia y en Chile, Perú y México, las autoridades monitorearon de cerca el comportamiento del mar. Las imágenes aéreas de Kamchatka mostraban pequeñas inundaciones costeras, pero hasta el momento no se reportaban víctimas fatales.
Aunque Colombia está al otro lado del océano, las autoridades no dudaron en actuar con rapidez. En un comunicado emitido en la madrugada, la Dirección General Marítima (Dimar) y la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) informaron que se había activado una alerta de tsunami para toda la costa Pacífica del país.

Esto no significa que una ola gigante estuviera en camino, pero sí que las condiciones del océano podrían volverse inusuales: oleaje fuerte, corrientes intensas e incluso variaciones en el nivel del mar que podrían ser peligrosas para embarcaciones, pescadores o habitantes de zonas costeras bajas.
La alerta llevó a que se ordenaran evacuaciones preventivas en sectores costeros de Nariño y Chocó, especialmente en comunidades cercanas a playas. También se suspendió el tránsito de embarcaciones menores y se recomendó evitar actividades en el mar.
El mar colombiano, al menos hasta media tarde del martes, se comportó con relativa normalidad. Las autoridades, tras horas de monitoreo, rebajaron la alerta a una advertencia por oleaje elevado. No se registraron daños ni incidentes mayores, pero la activación del protocolo dejó en claro que: cuando se trata del océano, la distancia no es garantía de seguridad.
Aunque el epicentro estaba muy lejos, un terremoto de tal magnitud puede generar un tsunami transoceánico. Se vio en 2004 con el tsunami del Índico y en 2011 con el de Japón. En ambos casos, las olas cruzaron continentes en cuestión de horas.

Kamchatka, el lugar donde ocurrió el terremoto, no es un nombre común en los noticieros colombianos. Pero para la comunidad científica, es uno de los puntos más activos del planeta. Ya en 1952 y en 1737 se registraron allí terremotos de magnitud superior a 9, acompañados de tsunamis que arrasaron poblados.
Esta vez, el sismo fue de 8,8 y aunque no causó una devastación masiva, recordó al mundo que la Tierra sigue moviéndose. Lo más inquietante es que estos fenómenos suelen ser impredecibles. Se pueden monitorear y calcular probabilidades, pero no hay forma de saber con certeza cuándo ocurrirá el próximo gran sismo.
El país cuenta con el Sistema Nacional de Alerta de Tsunamis, liderado por la Dimar, que trabaja en coordinación con el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, ubicado en Hawái. Este sistema recibe información en tiempo real de estaciones sismológicas y boyas oceánicas que detectan cambios de presión en el mar.
En la práctica, sin embargo, muchas de las comunidades costeras siguen siendo vulnerables. Algunas no cuentan con rutas claras de evacuación, otras carecen de señalización o puntos de encuentro y aunque en municipios como Tumaco o Guapi existe cierto conocimiento sobre tsunamis, en otras zonas hay desinformación o desconfianza frente a las alertas oficiales.

Lo cierto es que este tipo de eventos sirven como simulacro no planeado. Activan a las autoridades, prueban la eficacia de los sistemas de alerta y sobre todo, nos obligan a recordar que la prevención salva vidas.
Mientras en Colombia la situación se estabilizaba, en Japón la evacuación de más de 2 millones de personas mostraba otra escala del impacto. Allí, las autoridades tienen protocolos casi automáticos, estaciones de megafonía en cada barrio y sistemas de alerta que llegan al celular en cuestión de segundos. Pero incluso con toda esa tecnología, el miedo al mar sigue siendo profundo.
En países como Perú, Ecuador y Chile, se mantuvieron alertas de vigilancia durante gran parte del día y en algunos puertos se suspendieron actividades. El terremoto de Rusia fue un recordatorio de que el océano Pacífico es un sistema interconectado, donde lo que pasa en un extremo puede generar reacciones en cadena al otro lado del mundo.