El silencio de diciembre nos invita a preguntarnos por lo esencial: ¿hemos amado?, ¿hemos perdonado?, ¿hemos sembrado paz? La Navidad no es solo una celebración, es la oportunidad de mirar la vida a la luz del Evangelio y permitir que Cristo restaure lo que se ha debilitado.
La reconciliación, la gratitud y el amor profundo son tierras fértiles donde Dios hace florecer lo nuevo. Cuando permitimos que Jesús transforme nuestro corazón, el año que viene se convierte en una oportunidad para vivir con más fe, más esperanza y más fraternidad.
Que esta Navidad nos encuentre renovados, más cerca de Cristo y más dispuestos a construir paz. Que el nuevo año sea fruto de un corazón que ha dejado entrar la luz de Dios y se atreve a vivir desde el amor.








