Por: Daniel Rojas Chía
En 1962 una película musical irrumpió en los premios Oscar de ese año con 10 estatuillas, una de las mayores ganadoras en la historia de estos premios.
En esa ocasión los directores estadounidenses Jerome Robbins y Robert Wise presentaron un musical de antología, una de las primeras referencias sobre los problemas de la sociedad migrante en los Estados Unidos.
Luego de ser posicionada como una obra maestra del cine, es difícil pensar que alguien asuma el riesgo de rehacerla, que lamentablemente no contó con el mismo éxito de la anterior.
Steven Spielberg, una de las leyendas vivas del cine decidió aceptar el riesgo, que para muchos era completamente injustificado, que mantuvo la misma película, un remake con un presupuesto de 100 millones de dólares cuando en la taquilla mundial apenas pudo recaudar 73 millones.
A pesar de su fracaso financiero, West Side Story, versión 2022, logró un alto reconocimiento, que le significaron siete nominaciones a los Oscar 2022, entre ellos a mejor director y mejor película del año.
En un mercado plagado y deseoso de entretenimiento vertiginoso con un efecto de post pandemia, con gran cantidad de espectadores deseosos de ver algo de “acción” en la pantalla grande, un musical no parecía que encontraría mucho espacio ante las enormes taquillas de películas de súper héroes, pero el director norteamericano logró mucho más que un fracaso en el papel.
West Side Story cuenta la historia de dos adolescentes, María, una puertorriqueña y Tony; un estadounidense local, que pertenecen a bandas callejeras rivales llamadas los Jets y los Sharks en la Nueva York de los cincuentas-
La primera cinta de 1961 fue a su vez una adaptación de la famosa obra de teatro de Broadway que moderniza la historia de Romeo y Julieta de William Shakespeare.
Esta cinta inicia con un gran plano secuencia que introduce al espectador en una estética teatral, donde los personajes se posicionan un cuadro que continuamente recrea el movimiento coreográfico típico de los musicales.
Aunque el reconocido director de películas tan emblemáticas como Indiana Jones o E.T. utilizó la planimetría de la versión original de 1961, esto no evitó que dejara su sello personal, que gracias a la luz caracteriza detalles puntuales y la profundidad de campo que lo identifica.
Cada escena en esta adaptación no se modifica mucho en comparación de la original, pero se percibe como si fuera la primera, gracias al oficio de este legendario director de cine.
Cada encuadre tiene el tiempo suficiente para que brille en sus detalles: la luz y el fondo de los exteriores en continuo movimiento, todo esto llevado a cabo con una impecable fotografía, que permite que la historia no desentone para los espectadores poco acostumbrados al género, a quienes motiva constantemente, pues su actriz principal, la estadounidense Rachel Zegler interpreta magistralmente a una María llena de sensaciones y sueños que se transmiten con emoción al espectador.
También es el caso de Ansel Elgort que interpreta a Tony, que, aunque en mi opinión no es tan contundente en el desarrollo del personaje como el de María, genera buena recordación, que impulsa a la película.
Aunque la cinta ya tenía un claro desarrollo y un conocido desenlace, supo actualizarse a los problemas de ayer que son los de hoy, pues esta misma sociedad todavía se enfrenta a los mismos problemas raciales, nacionalistas y xenofóbicos de los sesenta.
Sin dudas, el musical de Steven Spielberg es una obra maestra de la repetición, completamente diferente a la vez, ya que muestra lo mismo de mejor manera.
Cuando se pensó que un clásico de esta magnitud era intocable, el director nacido en Ohio lo llevó a un nivel nuevo logrando con otro clásico del cine que ya de por sí, es un éxito por lo que deja en la retina.