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Consejos de una simple mortal

Por: Isabela Gonzáles.

Bogotá D.C. 2022

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Querida Muerte

Me corrijo: respetable Señora Doña Muerte, porque querida no es por nadie. Me contaron por ahí que vino usted a recogerme, y agradezco la gentileza de venir hasta acá sin ningún disimulo, me agrada la gente que actúa de frente; lamentablemente debo informarle que aún no termino de arreglarme para ir a dónde sea que quiera llevarme (en realidad acabo de despertar). Tengo entendido que en ese lugar hay muchísima gente de todos los tamaños, nacionalidades, edades y colores, y ando en busca de un argentino de ojos claros y tez dorada, así que probablemente esta sea mi oportunidad de encontrarlo; creo que usted entiende perfectamente que tal vez me tarde un poco en arreglarme para ir, usted mi señora también es una mujer y sabe que es necesario tomarse el tiempo para quedar hermosa si el propósito es encontrar a un argentino tan bello.

¿Cree usted que le guste el negro? O tal vez prefiera algo casual, no tan elegante ni preparado, sino al natural. La verdad no soy muy buena para elegir outfits, probablemente usted tampoco ya que siempre lleva esa capa negra, sucia y mal oliente. Me pregunto si ese es su uniforme de trabajo, y si cuando termina de recoger a todas las almas del día se arregla y perfuma para verse con algún pretendiente, aunque si le soy honesta, mi señora, dudo mucho que tenga usted pretendientes, ya que todos deben estar encantados con la, ella sí queridísima Doña Vida. Ella sí que es bonita, ¿no? y no huele mal; además su uniforme está muchísimo más lindo, que resalta sus curvas y su bella piel. Como consejo, debería usted hacer el reclamo, pues por qué a ella le toca el uniforme decente y a usted nada más que un trapo, sin embargo, supongo que lo merece, porque su trabajo es mucho más eficaz que el suyo. Viendo las estadísticas, Doña Vida le gana todos los días en su trabajo; mientras que usted apenas puede recoger unas cuantas almitas en el mundo, ella trae montones de almas, el doble y hasta más. Está claro que le falta mucho para ganarle a la Vida en todo sentido, pero tranquila mi respetada señora, que yo le puedo ayudar con unos cuantos consejitos, si me regala usted un poquito de su tiempo, igual vamos para el mismo lado, así que no hay afán.

Primero que todo déjeme recomendarle tomar una ducha diaria, ya que el mal olor espanta hasta al más feo de los demonios. Entiendo que, por su trabajo, en ocasiones tiene que ensuciarse y el hedor a muerto es difícil de quitar, pero existen alternativas como perfumes o cremas que la podrían ayudar con su situación. El siguiente paso es dejar de ser tan esquiva, déjese querer; ¿cuál es la gana de andar llevándose a la gente de formas tan feas? Lléveselas si quiera dignamente, nada de ahogamientos, ni incineraciones ni heridas de bala o crueles guerras. Mucho menos convencerlos de atarse una cuerda al cuello hasta llegar a sus brazos o empujarlos desde altos edificios. Si busca usted en Google, encontrará un montón de opciones para llevarse a la gente de bonitas y pacíficas maneras. Como siguiente consejo, cómprese usted ropita decente, que sea de su talla y de colores más vivos; algo que resalte su piel (cuando se le regenere), que realce sus virtudes y cualidades. Aunque usted no lo crea, es muy importante la apariencia física para ser agradable ante los demás, y eso se puede mejorar siguiendo los consejos que le acabo de dar.

Como último consejo mi querida Muerte, tómese un tiempo para usted. Puede empezar hoy mismo, como dice el dicho: “no dejes para mañana lo que puedes hacer hoy”. Siéntase libre de dejar su trabajo por un tiempo, a nadie le hace mal dejar de morir por unos dos o tres meses; y si le queda a usted gustando el tiempo libre, puede extender esas “vacaciones” hasta cuando le plazca. Consiéntase un poco ya que últimamente ha trabajado muy duro y nadie lo ha reconocido, dese sus gustos y viaje a donde quiera, eso sí, sin tocar a nadie. Apuesto que con tantos años no remunerados de trabajo, pedirle una prima al jefe no será cosa difícil y, por el contrario, será grande la suma que le darían para disfrutar. Si le parece de utilidad mi consejo, entonces en vez de llevarme, vaya usted en este momento a pedir sus vacaciones y cuando regrese de ellas me cuenta como le fue, y si le fueron de utilidad mis consejos.

Me despido cordialmente: Isabela

| Nota del editor *

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