Hay grietas que revelan intereses por un género cinematográfico como el terror, que buscan entre la memoria y el mito formas para mostrar el miedo, como El día de la bestia (1995), El exorcista (1973), El bebé de Rosemary (1968), The witch (2015), Bárbaro (2022), entre otras, títulos que muestran aspectos que el director de Terror en Shelby Oaks, el estadounidense Chris Stuckmann, intenta plasmar en este largometraje.
Esta ópera prima que no teme abrazar los lugares comunes del horror, que reviste con referentes que le quitan su voz propia. La película, producida por Mike Flanagan, presentada en grandes festivales del género del terror y lo sobrenatural como Sitges y Fantasia, se presenta como una carta de amor al cine de terror clásico, pero también como una muestra de los dolores no resueltos y las ficciones que destruyen.

La trama sigue a una mujer que investiga la desaparición de su hermana, miembro de un colectivo paranormal llamado The Paranormal Paranoids. Lo que comienza como una búsqueda racional se transforma en una espiral de obsesión, donde los límites entre lo real y lo imaginado se desdibujan.
Aquí, Stuckmann no sólo homenajea el found footage (técnica narrativa que utiliza material audiovisual encontrado o preexistente, a menudo presentado con una estética amateur o de documental casero, para contar una historia) y el horror psicológico, sino que los utiliza como dispositivos para explorar el caos dentro de cada persona hasta desencadenar lazos siniestros.

La película se mueve entre lo espectral y el dolor personal, con ecos de The Blair Witch Project (1999), o Lake Mungo (2008) y Hereditary (2018), en su forma de convertir el duelo en un paisaje sobrenatural. Terror en Shelby Oaks no busca un sobresalto evidente, pero tiene muchos. Su verdadero terror reside en lo que no se dice, en los silencios ACUMULADOS como polvo en una casa abandonada. La cámara, a veces nerviosa, a veces contemplativa, se convierte en testigo de una descomposición emocional que recuerda que el miedo más profundo no proviene de lo que vemos, sino de lo que intuimos, pero en esa buena idea narrativa, decae por parecerse tanto a tantas otras películas del género.

Terror en Shelby Oaks se convierte en una metáfora del archivo emocional y colectivo de todo lo sobrenatural que se cree, los fantasmas que se heredan, las historias que se cuentan en la infancia. En ese sentido, la cinta se convierte en un espejo oscuro con heridas colectivas.
Es una película desigual y llena de altibajos narrativos forzados, cuyo ritmo decae en su segundo acto, pero su ambición emocional y su atmósfera densa la elevan por momentos, sin lograr conectar ni enfatizar con ninguno de sus personajes.

Terror en Shelby Oaks es una película sobre el acto de recordar y el dolor que se esconde detrás, con muchas referencias a las grandes cintas de terror de la historia, armada y hecha por fragmentos, de sombras, de ecos. Una cinta poco memorable de parte de un youtuber que quiso hacer cine y resultó en una muestra evidente de su gusto, con un ejercicio limitado a recapitular cosas vistas que no crea historias con las imágenes heredadas. Juzguen ustedes.








