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[Crítica] Tokio, el inicio: el comienzo de una idea que no se consolida

Es de aplaudir que en el cine colombiano se tomen riesgos, más con un género poco bien explorado como el terror y el suspenso. La directora Martha Sandoval y Diego Alejandro Espinosa, se embarcan en la tarea de desarrollar una intriga que no sale de los cánones tradicionales del género, pero que intenta proponer una línea de tensión que por momentos funciona.

La película narra la historia de Tokio, una niña de nueve años que se ha mantenido al margen de los demás desde la muerte de su padre, con su mundo girando en torno a su madre Stella (Carolina Orozco), y a su muñeca, con la que pasa su tiempo. Su hermana mayor, Sofía (Sofia Zuluaga Córdoba), intenta acercarse a ella, pero la relación no es la mejor.

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Tokio, el inicio, toma elementos clásicos del terror y los encamina a un personaje en especial con una particularidad: su mirada.  En la casa comienzan a suceder cosas poco comunes. Stella sufre de insomnio y extrañas pesadillas, mientras que en su hogar se percibe una presencia oscura que parece acecharla. Tokio (Isabella Muñoz González), reacciona con hostilidad ante cualquier persona que intenta acercarse a su madre.

Epifanio (Julio César Pachón), padre de Tokio que muriera meses atrás, parece tener una conexión inexplicable con ella, generando una atmósfera entre lo real y lo sobrenatural, donde un grupo de universitarios se ven involucrados en sucesos inexplicables.

“Por donde tú la veas, es una historia feminista, de mujeres. En muchas investigaciones o en muchos relatos uno se da cuenta de que hay más brujos que brujas. Y esta película narra cómo un hombre puede someter tanto a una mujer, la obsesión que desarrolla por controlar a una mujer, que se desenvuelve muchas veces en feminicidio”, dice la directora Martha Sandoval.

Bajo esa premisa, la intención de observar y ser parte del mal, es evidente, además de cómo la violencia de género trasciende generaciones y se hereda de muchas formas. También es evidente que los personajes femeninos son las mayores afectadas en la historia y los hombres, prácticamente son un relleno dentro de los estereotipos que proponen la directora y el director: el problema es cómo se lleva a cabo esta intención en la imagen.

Tokio, al inicio presenta una construcción que solo por momentos se siente fluida, con muchos planos lejanos o en cámara subjetiva, como si otra persona observara desde lejos, y eso no ayuda mucho en un guion lleno de vacíos y falta de profundidad en los personajes, que cuando mueren tienen la misma importancia que cuando estaban vivos.

Considero que uno de los factores que el cine colombiano no ha logrado consolidar, es cómo la narrativa visual se acopla con la historia y con la intención que necesita, como en UNO (2024), donde el lenguaje está acorde con la intención; o el maravilloso ritmo que logra Estimados señores (2024), solo por nombrar lanzamientos recientes y que sobresalen.

Tokio, el inicio, intenta desarrollar un tema con recursos que en ocasiones no son adecuados, con elementos destacables como la descripción a Mesitas del Colegio en Cundinamarca, que ofrece un bello contexto con tomas aéreas que se adentran en la zona, pero la introducción de sus personajes es débil y no sorprende, esto hace que todo el peso de la película recaiga en Tokio, impulsada con su mirada, pero con un guion que no termina por definir la trascendencia de cada personaje, que solo funcionan como consecuencia de un momento específico, sin influir en la trama. 

La ópera prima tras dos décadas de audiovisual de parte de su directora Martha Sandoval propone una película arriesgada y tal vez, demasiado arraigada a lo que ella llama “una historia feminista”, y tal vez eso impidió que no se desarrollara ninguna de las ideas por completo. Lo que sí es seguro, es que este es el inicio y siempre hay mejores segundas partes. Juzguen ustedes.

| Nota del editor *

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