En medio del auge de la Inteligencia Artificial y su inserción cada vez más acelerada en todos los aspectos de la vida moderna, desde la educación hasta la industria, pasando por la salud y la comunicación, emergen voces críticas que claman por una mirada más humana, más social, más real.
Estas voces provienen, en muchos casos, de los territorios más olvidados, que algunos llaman lugares vulnerables. Sobre esto, Juan Carlos Celis, director de la Fundación PROCREAR cuestiona, de cierta manera, que la IA debería ser más humana, más relacionada con las problemáticas sociales y no tan pensada en crear ganancias económicas o faciltiar procesos mecánicos, “Hablan mucho que la Inteligencia Artificial ayude a poner más inteligencia en la cabeza de las personas, llenarlas de más datos pero yo tengo una reflexión sobre qué pasa si la IA nos absorve más el cerebro, qué pasa si ponemos la IA al servicio de lo humano”.
Mientras gigantes tecnológicos concentran el desarrollo y uso de la IA para maximizar ganancias y eficiencia, en territorios urbanos golpeados por la pobreza, la violencia o el abandono del Estado, la IA apenas empieza a hacer presencia, y cuando lo hace, muchas veces no responde a las necesidades concretas de la comunidad, “¿Por qué la IA no nos ha ayudado a medir la cantidad de personas habitantes de calle sino que se hace una encuesta, no se ha logrado establecer cuántos jóvenes consumen drogas en los barrios de Bogotá?”, cuestiona Celis quien cuestiona que la IA está siendo diseñada, en gran medida, para grandes mercados, empresas e instituciones pero no para la calle.
En medio de este panorama, el director de PROCREAR se plantea un modelo alternativo, una IA que sirva para transformar vidas, no solo cuentas bancarias, “La IA se ha medido de cómo servir a la humanidad para llenarla de plata y yo no busco volverme millonario, nosotros lo que buscamos desde lo comunitario es mejorar las condiciones de vida de las personas vulnerables y cómo aplicar la IA para esto”.
Celis finalmente asegura que este enfoque implica llevar la tecnología fuera de los laboratorios, fuera de las aulas académicas e incluso fuera de los discursos técnicos, para situarla directamente en los territorios, “Nosotros estamos empezando a llevar la IA a la calle, a estos lugares vulnerables. Debemos volver la IA al servicio de lo humano y no sacarlo de lo humano”.