Por: Laura Nathaly Ramirez
A pesar de su escasa divulgación, la hipertensión arterial pulmonar (HAP) es una enfermedad poco conocida y progresiva que impacta a cientos de habitantes en Colombia. Aunque su prevalencia es baja, supone una carga creciente para el sistema sanitario debido a los altos costos de diagnóstico y tratamiento, junto con un acceso restringido en zonas alejadas del país.
La HAP se distingue por un incremento irregular de la presión en las arterias pulmonares, lo que conduce a la insuficiencia cardíaca derecha, si no se trata de manera adecuada. Se calcula que, en Colombia, entre 28 y 52 individuos por cada millón de residentes padecen esta condición, de acuerdo con un estudio publicado en la Sociedad Nacional de Cardiología y Cirugía Cardiovascular en septiembre del 2023.
La baja frecuencia de este padecimiento no lo hace menos amenazante. Gran parte de los pacientes recibe diagnóstico en fases avanzadas: el 81 por ciento se encuentra en las clases funcionales II, III o IV. Esto significa que, al llegar al sistema de salud, ya presentan síntomas graves como cansancio extremo, dificultad para respirar y dolor en el pecho incluso en estado de reposo.
El diagnóstico de HAP necesita exámenes especializados, como el cateterismo cardíaco derecho, un procedimiento costoso y complejo, especialmente en áreas rurales. Esta dificultad propicia los diagnósticos tardíos y empeora el pronóstico de los pacientes.

Los investigadores –de Colombia, México y Brasil– estimaron el costo anual de la HAP en Colombia utilizando metodologías de los manuales de evaluación de tecnologías. El tratamiento tampoco es fácil ni económico. “El costo de diagnóstico promedio en Colombia fue de COP $2,904,724.51, mientras que el costo anual de tratamiento promedio asciende a COP $71,410,480”, advierten.
Farmacéuticas como sildenafil, bosentán y macitentán son indispensables para regular diversas formas fisiopatológicas de la enfermedad. Pese a que el Sistema General de Seguridad Social en Salud (SGSSS) abarca estos tratamientos, la viabilidad del sistema se encuentra en peligro al asumir estos costos desmedidos ante una población con requerimientos tan particulares.
Conforme la enfermedad avanza, también lo hace la demanda de cuidados más sofisticados. En la categoría funcional IV, los pacientes necesitan internaciones extendidas hasta 11 días en hospitalización general y 13 días en Unidades de Cuidados Intensivos lo que resulta en un aumento de las facturas para las EPS.

Además, las complicaciones asociadas a la medicación o al avance de la enfermedad elevan aún más los gastos no farmacológicos, lo que la convierte en una de las enfermedades huérfanas con mayor demanda económica.
Pese a los notables progresos médicos, en Colombia aún existen considerables obstáculos en el acceso a terapias novedosas. El selexipag, uno de los tratamientos más actuales, es esencial en el manejo de la vía de la prostaciclina y no está accesible en el país. Esto limita a los médicos las alternativas de tratamiento, particularmente en los casos más severos. Además, la disparidad en la provisión de servicios especializados entre áreas urbanas y rurales intensifica la situación, conduciendo a numerosos pacientes a un deterioro gradual sin un cuidado apropiado.
Más allá de los números, existen vidas en peligro. Jóvenes, adultos con afecciones del tejido conectivo, individuos con cardiopatías congénitas. Todos luchan contra el tiempo para manejar la enfermedad y elevar su calidad de vida. La hipertensión arterial pulmonar requiere una estrategia nacional que asegure la detección precoz, incremente la accesibilidad a fármacos innovadores y mejore la administración de recursos. Sin visibilidad ni medidas específicas, esta enfermedad silente continuará produciendo un elevado gasto humano y financiero.
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