Por: Nataly Dayana Galeano León, Hannah Sofía Peralta Bahamon, Juan Pablo Torres Ávila
El pasado sábado 18 de octubre, la Plaza de la Libertad de Chiquinquirá fue el escenario de una noche llena de música, alegría y orgullo campesino. En el marco del Festival Internacional de la Cultura Campesina (FICC), que este año celebra sus 52 años de historia, el evento reunió a miles de personas que disfrutaron de un cartel de artistas de primer nivel, destacando la presentación de Alejandro Marulanda, Banda MF, Banda Inztinto, Sebastián Ayala, Uriel Henao y el gran cierre a cargo del Señorazo, Luis Alfonso.
Esta edición del FICC marcó un hito importante: por primera vez, los municipios principales de Boyacá participaron activamente en la celebración, ampliando el alcance de un festival que antes se desarrollaba exclusivamente en Tunja, la capital del departamento. Con esta

expansión, el festival busca descentralizar la cultura y acercar las tradiciones campesinas a más rincones boyacenses.
Desde las cinco de la tarde, las familias comenzaron a llenar la plaza principal. Con sombreros, ruanas y una energía contagiosa, los asistentes demostraron que la música popular y regional sigue siendo parte esencial de la identidad boyacense. Las luces del escenario, los efectos de humo y los coloridos visuales dieron un toque moderno al espectáculo, sin perder la esencia campesina que caracteriza al festival.
La presentación de Sebastián Ayala fue una de las más esperadas por el público joven, mientras que Uriel Henao hizo vibrar a los asistentes con sus clásicos. Sin embargo, el momento más emotivo llegó con la aparición de Luis Alfonso, quien cerró la noche interpretando sus grandes éxitos y conectando profundamente con el público, que coreó cada canción. Su presencia en el escenario fue la culminación perfecta para una jornada dedicada a la música, la tradición y el talento nacional.

El FICC, más que un evento musical, es un espacio de encuentro que celebra la labor, la historia y el arte del campesinado colombiano. En sus 52 años, ha logrado consolidarse como uno de los festivales culturales más representativos de Boyacá, proyectando al campo no solo como raíz cultural, sino como fuente viva de cultura. Chiquinquirá vivió una noche inolvidable, y con este tipo de eventos, el festival reafirma su propósito: mantener viva la identidad campesina y compartirla con las nuevas generaciones