La Navidad brota de la certeza más profunda: Dios nos ama hasta el extremo. El nacimiento de Jesús revela un amor que no se queda en palabras, sino que se hace vida, cercanía y salvación. Quien se sabe amado por Dios encuentra una alegría que nada puede arrancar.
Esa alegría nos invita a vivir con gratitud, reconociendo que cada día es un regalo. En la sencillez, en lo cotidiano, en los pequeños gestos, Dios sigue manifestando su amor. La Navidad es un llamado a valorar lo simple y a descubrir la presencia de Cristo en lo que parece insignificante.
Que este tiempo santo despierte en nosotros el deseo de sembrar esperanza y abrazar la vida con fe renovada. Que la gracia de Dios nos acompañe y nos impulse a compartir su amor con quienes más lo necesitan. La alegría verdadera nace del corazón que acoge a Jesús.








