En los comicios del 11 de marzo de 1990 los colombianos tenían previsto elegir senadores, representantes a la Cámara, diputados de las asambleas departamentales, concejales, alcaldes y, candidato oficial del Partido Liberal Colombiano a la presidencia; sin embargo, el movimiento de la Séptima Papeleta, conformado en su mayoría por estudiantes de derecho, propuso incluir un séptimo voto para constituir una Asamblea Constituyente que reformara la Constitución de 1886.
La carta política que se buscaba reformar establecía el catolicismo como la religión protegida por los poderes públicos, restringía el derecho al voto, permitía la pena de muerte para los delitos de traición a la patria en tierra extranjera, el asesinato, la piratería, algunos delitos militares, entre otros; y daba poderes extraordinarios al presidente como el de elegir a gobernadores y magistrados.
Aquel 11 de marzo no se pudieron establecer cuántos colombianos votaron a favor de una nueva Constitución, así que el expresidente Virgilio Barco decretó un estado de sitio para que se organizara un plebiscito en las elecciones presidenciales del 27 de mayo del mismo año. Allí, 5.236.863 colombianos votaron a favor de la iniciativa, dando origen a la Constitución del 4 de julio de 1991.
Con ocasión de la propuesta de una Asamblea Constituyente por parte del presidente Gustavo Petro, la cual daría origen a una nueva carta magna, el docente y especialista en derecho constitucional, Andrés Gómez Roldán, afirma que, si bien el presidente parte de buenas intenciones, su propuesta “no es congruente, tampoco es que haya un vacío (…) las Constituyentes no son de emociones, son de tratar de hacer una lectura de conveniencia y sobre todo se trata de tener el manejo pertinente para hacer las transformaciones más importantes de la nación. Eso es como meterle un freno de mano a todos los procesos”.
Gómez puede hablar con conocimiento de causa sobre el tema, en los noventa era un joven estudiante de derecho de la Universidad San Buenaventura que hacía parte del movimiento conocido como ‘Séptima Papeleta’, por eso no escatima elogios al asegurar que “nuestra constitución no solo es una de las más bonitas de Latinoamérica, sino del mundo. Nosotros tenemos constitucionalizados los indígenas después de 500 años de explotación y olvido. Tenemos constitucionalizadas a las mujeres, a los niños, niñas, adolescentes e inclusive a las víctimas del conflicto”.
Ahora bien, el contexto en el que se encontraba Colombia para la década de los noventa era diferente al que se presencia hoy, porque en esos días el Estado estaba sometido por los carteles del narcotráfico y por el asesinato del candidato a la presidencia Luis Carlos Galán; de modo que no existe una razón suficiente para un cambio de Constitución: “es que la tormenta perfecta la ha creado el propio presidente”, asegura el catedrático.
Gómez explica que la Séptima Papeleta hizo una de las transformaciones más importantes de la nación: “Nosotros hicimos la marcha del silencio sin romper, sin atacar a la fuerza pública. Nosotros no atacamos la infraestructura física de la nación. Nosotros no destruimos la democracia”. También enfatizó en la importancia de no alimentar y ser agitadores sociales para construir escenarios que permitan la paz y que el deber del presidente es cumplir con su Plan de Desarrollo y el diseño de las políticas públicas que tiene para el bien del país: “La Constitución no es del presidente, él juró defenderla”, añadió.
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