Por Daniel Rojas Chía
Quentin Tarantino nos entrega su novena película luego de cuatro años desde su anterior trabajo llamado The Hateful Eight. Cambia de ritmo sin dejar de lado las características que siempre resalta en pantalla como los westerns, diálogos que en ocasiones parecen carecer de sentido y personajes sólidos guiados por grandes actuaciones.
Once Upon a Time in Hollywood nos presenta a Los Angeles de los Estados Unidos a finales de los años sesenta con un actor en crisis llamado Rick Dalton (Leonardo Dicaprio) y su doble de acción Cliff Booth (Brad Pitt) que no tiene nada más que a Dalton, recorriendo los rincones de una fábrica de sueños llamada Hollywood.
La historia transcurre entre reconocidos personajes de la industria como el director polaco Roman Polánski y la posteriormente asesinada Sharon Tate, víctima en una de las masacres más desgarradoras en la historia de Los Ángeles a manos de “La familia de Charles Manson”
El director estadounidense desarrolla una historia donde poco a poco el espectador se va convirtiendo en un personaje más dentro de la narración. Los ingeniosos planos dentro de los vehículos siempre invitan al espectador a ser algo más que testigo. La construcción de los perfiles de los personajes que se desarrollan sin apuro proponen una relación más estrecha en la historia. Los detalles alrededor de sus vidas ayudan a construir la trama que sutil y tranquilamente se manifiesta a través de maravillosas actuaciones.
La película en su ritmo le propone al espectador que sea paciente y lo invita a dedicarse a los detalles en un recital de referencias cinematográficas durante toda la cinta. Quien esperaba un ritmo frenético, sangriento y de violencia sin sentido no encontró lo que buscaba, ya que Tarantino desde su anterior largometraje, The Hateful Eight ya anunciaba su posible desenlace para este film.
El director estadounidense regresa una vez más al humor negro acompañado de violencia que siempre lo ha caracterizado, pero sin los excesos de anteriores películas. El largometraje también le hace honor a la frase “nada en el cine es gratuito”, porque prepara al espectador para que con toda la información que tiene de la historia, por medio de las escenas valide el desenlace y para que los puntos de giro se conviertan en momentos de puro y crudo humor negro.
Como era de esperarse, se ve ha Rick Dalton entre sus filmaciones y su profunda crisis en el set. Escenas que quedarán como icónicas en el cine, como esa felicitación de su joven compañera de plató, que retratan a un actor como cualquiera en la industria, pero a diferencia de otras películas, esta sutilmente sumerge al espectador haciéndolo parte de la filmación, rompiendo irónicamente la magia de la pantalla grande, haciendo parte de la ilusión, convirtiéndonos en una actriz o actor de reparto que hace una película por la mañana y regresa a casa por la noche sin que nada cambie en su vida por el simple hecho de participar en una película de Hollywood.
Once Upon a Time in Hollywood es un retrato maravilloso y brillante de parte de Quentin Tarantino por mostrarnos que el mundo de Hollywood esta hecho de carne y hueso, de sueños y esperanzas, de lógicas surreales en un mundo irreal lleno de egos, alcohol y drogas que funcionan en una sincronía especial para entregar personalidades que resuenan en las salas de cine y que hacen recrearles a millones, la magia de las cámaras.
La novena película de Tarantino es una joya como la mayoría de sus demás trabajos, pero luego de hacer una película en honor al cine que lo vio crecer y formarse como cineasta a lo largo de su vida, llenó esta cinta de referentes para exponer su visión dentro de una historia entre personajes tan relevantes como el asesino en serie Charles Manson, para el pop y la historia de Hollywood.
Esta historia entre la industria más grande del cine en el mundo puede ser posiblemente la joya que más brille en toda la carrera del enigmático director de la inmortal película Pulp Fiction de 1994, pero podemos esperar atentos como culminará su carrera al prometer que solo hará 10 largometrajes. Hace falta una película más de este gran director, ¡salud!