Por: Andrés Camargo
Lejos de ser una simple “falta de voluntad” o un problema de comportamiento, el Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad (TDAH) es una condición neurobiológica real y compleja.
El TDAH se caracteriza por un patrón persistente de inatención, hiperactividad e impulsividad, que interfiere significativamente con el desarrollo y el funcionamiento diario de una persona. Afecta la capacidad para planificar, organizar y mantener el enfoque, impactando la vida académica, profesional y personal.
¿Qué es el TDAH?
El TDAH tiene su origen en diferencias en la estructura y función del cerebro. Las investigaciones apuntan a un desequilibrio en los neurotransmisores; especialmente, la dopamina y la noradrenalina, que son cruciales para las funciones ejecutivas del cerebro como la atención, la recompensa y el control de los impulsos.
Los síntomas varían entre las personas y pueden presentarse de diferentes maneras:
Predominio de la inatención: Esto significa que la persona tiene dificultades para organizar tareas, mantener la atención en conversaciones o actividades, sigue instrucciones con dificultad y se distrae fácilmente. A menudo se le describe como “soñador” o “en su propio mundo”.
Predominio de la hiperactividad/impulsividad: Se manifiesta como una necesidad constante de movimiento, inquietud, dificultad para permanecer sentado, hablar en exceso e interrumpir a los demás. La impulsividad lleva a tomar decisiones precipitadas sin pensar en las consecuencias.
Existe también una presentación combinada, en la que se desarrollan síntomas de ambas categorías.

¿A quién afecta?
El TDAH no discrimina por edad, género o cultura. Aunque es uno de los trastornos más comunes diagnosticados en la niñez, a menudo persiste en la vida adulta.
Se estima que el TDAH afecta aproximadamente al cinco por ciento de los niños y casi al cinco por ciento de los adultos en todo el mundo, según los datos más recientes.
Muchos adultos con TDAH no fueron diagnosticados en su infancia y pueden experimentar dificultades crónicas en la gestión del tiempo, el empleo, las finanzas y las relaciones interpersonales a causa de esto y a menudo sin entender la causa subyacente de sus problemas.
¿Cómo se diagnostica el TDAH?
Actualmente, no existe una prueba única, como un análisis de sangre o una tomografía cerebral, para diagnosticar el TDAH. El diagnóstico es un proceso clínico detallado y multifacético, realizado por un profesional de la salud mental (psiquiatra, psicólogo o neurólogo).
El proceso de evaluación incluye entrevistas exhaustivas con el paciente, padres, cuidadores y maestros (en el caso de los niños). Esto para recopilar información sobre síntomas y el impacto que tiene en diferentes áreas de la vida.
Los profesionales también utilizan los criterios del “Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales” (DSM-5), que exige que los síntomas hayan estado presentes antes de los 12 años, se manifiesten en dos o más contextos (por ejemplo, en casa y en la escuela) e interfieran claramente con el funcionamiento social o académico.
Se utilizan herramientas estandarizadas para evaluar la frecuencia y la gravedad de los síntomas como escalas, cuestionarios y encuestas. Es fundamental descartar otros problemas médicos, psiquiátricos o de aprendizaje que puedan causar síntomas similares.
Abordaje Terapéutico: Un Tratamiento a Medida
El tratamiento más efectivo para el TDAH actualmente es el enfoque multimodal, que combina varias estrategias adaptadas a las necesidades de cada individuo.
La Terapia Cognitivo-Conductual (TCC) es fundamental para acompañar al paciente. Ésta ayuda a las personas a desarrollar habilidades prácticas para mejorar la organización, la gestión del tiempo y el control de los impulsos. Para los niños, el entrenamiento a los padres en el manejo de la conducta es una herramienta clave.
Los medicamentos, tanto estimulantes como no estimulantes, son una opción segura y eficaz para muchas personas. Actúan regulando los neurotransmisores cerebrales para mejorar la concentración y reducir la hiperactividad y la impulsividad. Siempre deben ser recetados y supervisados por un médico.
Otras alternativas incluyen la implementación de adaptaciones en el entorno, como proporcionar instrucciones claras, dividir las tareas grandes en pasos más pequeños o permitir descansos frecuentes. Esto facilita el éxito en la escuela y el trabajo.
El horizonte del diagnóstico del TDAH está puesto en la ciencia de precisión y la neurociencia. Actualmente, la comunidad científica trabaja intensamente en la búsqueda de biomarcadores (indicadores biológicos objetivos que puedan confirmar la presencia del trastorno de una manera empírica).

Estas investigaciones se centran en áreas de vanguardia como la neuroimagen funcional, que busca identificar patrones de actividad cerebral únicos en personas con TDAH, o la genética, que intenta encontrar firmas o marcadores genéticos asociados a la condición.
La promesa de estos biomarcadores es revolucionaria: podrían conducir a un diagnóstico más rápido, preciso y temprano, eliminando gran parte de la subjetividad del proceso actual y ayudando a desestigmatizar el TDAH al demostrar de forma tangible sus bases neurobiológicas.
Para más información de Rizoma:
https://www.uniminutoradio.com.co/rizoma/
